Agricultura

La campaña del girasol arranca con precios un 30% más altos que la de 2018

  • Asaja estima que la producción será un 25% menor a la del pasado año por la escasez de lluvia en los últimos meses

Detalle de un campo de girasoles.

Detalle de un campo de girasoles. / El Día

La organización agraria Asaja Córdoba ha informado de que la campaña del girasol ha comenzado con precios un 30% superiores al año pasado con un valor de 465 euros por tonelada en el girasol alto oleico frente a los 358 euros por tonelada al inicio de la lonja de la campaña anterior. Por otro lado, se estima que la producción será un 25% menor por la escasez de lluvia en los últimos meses con unas cifras que rondan los 800 o 1.000 kilos por hectárea. Asimismo, la superficie de girasol sigue reduciéndose año tras año con una bajada del tres por ciento en 2019, si bien en la campaña anterior se detectó una disminución del 15% “debido a su escasa rentabilidad”.

Según Asaja, esta situación “pone en peligro la continuidad del cultivo por el bajo valor de los ingresos en la venta de la cosecha”, pues está por debajo de los costes de producción que se sitúan en torno a los 480 euros por hectárea, según los datos de la Junta de Andalucía.

En 2019, la superficie de este cultivo en Córdoba es de 27.448 hectáreas, siendo la tercera provincia andaluza con mayor superficie, por detrás de Sevilla, con 103.776 hectáreas, y Cádiz, con 55.049 hectáreas. La adversidades climatológicas han hecho que este cultivo tenga unos rendimientos bajos y junto a las cotizaciones está haciendo que la superficie del cultivo disminuya.

Del girasol se aprovecha tanto la semilla, para la obtención de aceite, como la torta, para fabricar harinas para piensos. Hasta tal punto ha caído la demanda que los almacenes tienen excedentes de harinas de otros años, por lo que ni siquiera cuentan con la superficie que requiere la nueva cosecha. Como solución, los fabricantes de aceite se decantan por comprarlo en otros países, por ejemplo en Francia, y envasarlo en España. A todo esto se suma el gran aprovechamiento que está teniendo la colza, de la que igualmente se obtienen aceites -cada vez más consumidos- y harinas, que resultan más baratas que las de girasol y, además, tienen mayor aporte de proteína para el ganado.

Asaja ya advirtió de que la incertidumbre generada con este cultivo en los últimos años acrecienta la “baja apetencia” de los agricultores debido a su baja rentabilidad, manifestándose en una reducción de la superficie sembrada, a pesar de la existencia de ayudas asociadas de la Política Agrícola Común (PAC) para los cultivos oleaginosos.

Este hecho provoca en los agricultores la opción de diversificar los cultivos incluyendo otros tales como la colza, garbanzo o la veza. Otros, en cambio, han decidido apostar por plantaciones de cultivos leñosos como el olivo, el almendro y el pistacho.

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