Córdoba

Un café en homenaje a La Campera

  • El establecimiento reabrió el 7 de junio en La Fuensanta por iniciativa de los hijos de Soledad Mulal coraje Soledad Mula, 'La Campera', sacó adelante a sus siete hijos y llevó las riendas de una frutería y un restaurante.

Fueron dos semanas de fiesta. La cerveza, el vino, el jamón y los guisos de Soledad Mula corrían por esta esquina del barrio de La Fuensanta, donde Manuel Díaz El Cordobés, entonces en pleno apogeo de su fama, no paraba de contar historietas. "La inauguración fue tremenda, parece que entonces no existía la crisis. Los vecinos todavía recuerdan aquellos días; ellos me han contado la historia porque yo era muy pequeña", revivía ayer Macarena Rodríguez, de 31 años, copropietaria del Café La Campera, reabierto el pasado día 7 de junio.

Fue en 1979. El establecimiento -situado en la avenida Virgen Milagrosa- era el proyecto personal de Soledad Mula, madre de siete hijos y casada con un matador de toros. Los problemas terminaron en ruptura, y Soledad se quedó a cargo del negocio y de la familia. "Ella sola tiró para adelante con todo. Era una emprendedora nata. Tenía su familia y era la responsable de una frutería y del restaurante", dice Macarena, la menor de los hijos. El establecimiento cerró en los noventa y reabrió sus puertas el pasado 7 de junio. "Todos los hermanos hemos puesto nuestro granito de arena. Estamos todos muy unidos", señaló Macarena.

La Campera, fallecida en el 95, se hizo popular en La Fuensanta por su don de gentes y su coraje. También por su habilidad en los fogones: "Era de comidas tradicionales. Mi madre era la organizadora del local, controlaba todo lo que pasaba delante y detrás de la barra y en la cocina, donde era una manitas", dice su hija. Célebres en el vecindario eran su tortilla de patatas, su rabo de toro, su receta de callos y otros tantos platos de la gastronomía tradicional que aprendió en sus numerosos viajes por toda España acompañando a su marido por los ruedos. En aquellas tardes, precisamente, surgió el amor de Soledad Mula por los claveles rojos: "Era su flor favorita y mi padre siempre le mandaba un ramo después de terminar las corridas", recuerda Macarena. En el nuevo café, de hecho, no falta un ramo de claveles rojos sobre la puerta principal.

Una foto en blanco y negro de La Campera preside ahora el local, una cafetería con capacidad para 72 personas que después del verano pondrá a punto el servicio de cocina. "Hemos empezado con aperitivos sencillos, pero muy variados. Nuestro objetivo es que el cliente no repita el acompañamiento de la bebida, que no se aburra", propone Macarena. El barrio ya se ha volcado con el nuevo proyecto, y el día de la inauguración los vecinos le regalaron a los hermanos una docena de san pancracios.

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