Córdoba

"Los artistas de hoy se preocupan más del dinero que del propio arte"

  • Antonio Mondéjar es arte puro, maestro de miles de bailaores y embajador de Córdoba allá donde ha triunfado con los innumerables espectáculos flamencos de los que ha sido responsable

Antonio Mondéjar (Córdoba, 1936) piensa en flamenco, vive en flamenco, siente en flamenco, tanto que quiere que le entreviste con sombrero cordobés. "Un flamenco lo es de por vida", sostiene. Mondéjar es uno de los bailaores y coreógrafos más importantes que ha dado el panorama nacional y una persona que durante toda su vida ha estado comprometido con Córdoba. Su compromiso ha sido tal que hasta fue uno de los fundadores de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses. Vive en la Casa de las Campanas -típico y señero patio cordobés- y, a pesar de que su edad, en estos días ultimaba la dirección del espectáculo de danza y flamenco Mis Recuerdos, que acogerá la Casa de las Campanas el próximo jueves dentro del Festival de los Patios.

-Como fundador de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses, supongo que cada edición de la Fiesta de los Patios será especial para usted

-Hombre, sí. Me gustaría dedicarle tiempo, pero tiene muchísimo trabajo y yo desgraciadamente como estoy con las piernas como estoy me cuesta muchísimo, pero con la ayuda de unos y otros seguimos sacando estos patios adelante poquito a poco.

-Usted conoce la evolución de la Fiesta de los Patios, ¿cómo la ve hoy en día?

-El cambio ha sido muy importante en todos los aspectos. Uno de los cambios más grandes ha sido en el aspecto económico. Recuerdo aquellos tiempos en los que eran siete pesetas las que daban de premio, luego se fue subiendo. Tengo que reconocer que, aunque no tengo color político, cuando el PP llegó al gobierno municipal ayudó a los Patios, unos Patios que llevan desde el año 27 funcionando y que económicamente son una fuente de ingresos muy bueno para la ciudad. Y no sólo los Patios, creo que todo lo que esté teñido de sabor andaluz le da a la ciudad una categoría que es la que tiene que tener Córdoba.

-O sea, que cree que Córdoba debería estar impregnada aún más de un sabor más cordobés.

-Sí, aunque eso es algo que tiene que proporcionarle su gente. Lo importante es que uno lleve su tierra dentro del corazón, que es el que manda. Mientras haya corazón y corazón andaluz, Córdoba será una de las ciudades de las más polifacéticas de Andalucía. Creo que es una cosa que no se puede perder ni se perderá, porque siempre habrá alguien que siga con las raíces que tiene todo el que ama a Córdoba.

-¿Cree que Córdoba es buena con sus hijos a la hora de reconocerlos? ¿Se siente valorado por Córdoba?

-Sí, a mí me han hecho muchos homenajes. El último fue en las Tendillas con la presencia de muchos artistas que conozco, como Sara Baras y José Serrano, su pareja, y muchos de mis alumnos. Fue una cosa muy esplendorosa.

-¿Qué echa de menos de aquellos años de gloria?

-De aquellos años echo de menos la juventud que he perdido. Ya no puedo valerme como entonces. Cuando tenía 15 ó 16 años llevaba siempre dentro la grandeza de lo que es Córdoba y yo lo que quería siempre era engrandecerla aún más con mi pequeña aportación. Y espero que eso siga ahora vivo en los que vienen por detrás, porque como yo hay muchísimos artistas en Córdoba con ese sentimiento. Tenemos, por ejemplo, a Emilio León, que es un joven que ya despunta en el arte orfebre en Andalucía, en ese sector que tiene que ver con la Semana Santa.

-Su vida fue intensa. ¿Con qué recuerdos se queda?

-Puedo contar muchas anécdotas. He trabajado con muchos artistas de primera categoría, como Marifé de Triana, Lola Flores, Fosforito...Me fui a Londres, monté allí un restaurante y llevé allí a todas las figuras de lo que entonces era el arte andaluz. Me quedo con que el trato con ellos ha sido siempre de aprecio mutuo. Y con ese trato como base, yo siempre, dentro de mis posibilidades, he llevado a Córdoba por delante con la intención de que la visitara gente con categoría.

-Según me cuentan, su interés por traer a Córdoba lo mejor llegó hasta tal punto que los mejores espectáculos de copla que se montaron en la ciudad los montó usted.

-Si, eso sí que tengo a gala decirlo. Tengo que decir que los espectáculos que yo he montado son los mejores que se han hecho en plan de alumnos y de aprendizaje de academias. He presentado El amor brujo, Medea, Falla...espectáculos que tienen que ver con lo islámico y la mitología griega. La gente me comenta aún que los espectáculos míos son los que más le han llamado la atención.

-Y eso que usted no contó con los avances técnicos de ahora

-Es cierto. Recuerdo cuando teníamos que poner una lata con una bombilla dentro como técnica de iluminación, y hoy hay unas técnicas increíbles para proporcionar unos efectos también increíbles en iluminación, además de lo que se ha avanzado en decoración y en vestuario, aunque en aquellos tiempos, lo mismo que en estos, todo dependía de las posibilidades de cada uno. No obstante, insisto en que Córdoba ha sido pionera en muchísimos casos en lo relativo al arte andaluz.

-Es curioso, en sus años de gloria era difícil ser profeta en su tierra. Había que marcharse fuera para triunfar

-En mi caso, yo siempre tuve buena acogida en Córdoba, lo que pasa es que me propusieron que montara un espectáculo en Londres y lo hice. Gustó muchísimo y me quedé allí.

-¿Qué espectáculo?

-Medea y El Amor Brujo. Esos espectáculos gustaron tanto que decidí quedarme para dar clases de baile y montar un restaurante, Los andaluces. Allí aproveché para llevar a los más grandes, Marifé, Lola Flores, Fosforito…todos de primera categoría. Lo hice así porque yo quería que Córdoba se conociera por su arte, en el plan bueno y no en el bullanguero.

-Siempre Córdoba en su mente

-Siempre. Es curioso, cuando voy por la calle me encuentro a muchas personas que me dicen "adiós Antonio, no te acuerdas de nadie". Y es que no comprenden que si me subo a un escenario ellos me ven más a mí que yo a ellos. Y algunos se enfadan porque no los recuerdo. Pero yo no me puedo quedar con la cara de más de dos mil personas, por poner una cifra. Siempre ha tenido mucho éxito en Córdoba y estoy muy agradecido. Siempre digo que soy un hijo de Córdoba agradecido a Córdoba.

-¿Cuántos años de escenario? -Desde que estaba en los Salesianos, que fue mi colegio, donde ya empecé a montar mis pequeñas comedias, y donde empecé a actuar en espectáculos míos. Gustaron tanto que los curas me encargaron que me dedicara, aparte de a los estudios, a trabajar en el pequeño teatro del colegio, donde disfrutaba, por ejemplo, quitando y poniendo cortinas, haciendo efectos especiales de luces…

-¿Y desde cuándo el gusanillo del baile?

-Ya bailaba desde muy pequeño. Mi madre me llevó a los siete años a una profesora que se llamaba María Mansilla, que era ya mayor. Fue mi primera profesora. Después me fui a Madrid y estuve con las Pericet, en los ballets que montaban para primeras figuras, como Juanita Reina. Eran muy buenas coreógrafas, tanto Luisa como su hermana Concha. Estuve bastante tiempo con ellas. Desde entonces, mi vida transcurrió con el arte y el baile siempre por delante.

-¿Ha cambiado mucho ese mundo desde aquel tiempo? -Creo que no. A quien le gusta el flamenco mantiene la llama de ese arte. Es como al que le gusta el fútbol. La afición es tan importante que acaba manteniéndolo.

-¿Cómo ve el baile actualmente en Córdoba?

-Bastante bien. El conservatorio funciona muy bien. Quizás se pasen un poco en querer montar cosas en las que una niña con siete años tiene que ponerse de puntillas, y una niña con siete años no se puede poner de puntillas, porque los pies acaban desfigurándosele. Y es muy importante cuidar las cualidades que tenga cada alumno. Es como si a mí me pusieran a bailar ahora, yo no puedo ni moverme. A una niña con siete años ya la llevan al conservatorio y las papás y las mamás quieren que su niña baile, e igual no sirve para bailar, porque eso no se enseña. El arte se lleva dentro. Otra cosa es que luego el maestro enseñe el movimiento, a reclinarlo.

-¿Que le recomendaría a alguien que está empezando?

-Se lo recomendaría sobre todo a los padres. Que tengan paciencia y que vean si su hijo o hija sirve para bailar, porque eso se nota, y que pidan consejos al maestro o a la maestra al respecto. Porque hay un problema, desgraciadamente todos bailan y todos cantan, aunque no sepan bailar ni cantar. Los padres y las madres son los que tienen la culpa de esa doctrina que han creado ellos, porque si su hijo o hija no baila o no canta, pues no baila o no canta. Todos tenemos límites y a lo mejor no puede llegar nada más que hasta un punto. Esa es la única dificultad que le veo al aprendizaje en Córdoba.

-Usted ha conocido a muchísimos artistas, ¿quién le ha sorprendido más?

-Mi favorito siempre ha sido Antonio Ruiz Soler, el famoso Antonio. Como ese hombre no ha bailado nadie, ni creo que nadie bailará nunca. Porque Carmen Amaya era una bailaora divina, pero tenía una cosa, que era un poquito corta. Con los pies era tremenda, pero luego le ponían una bata de cola y no sabía donde la iba a meter. Era excepcional, como esa bailaora pocas o ninguna, porque tenía unos pies que eran dos ametralladoras, pero tenía que llevar guitarristas especiales que le acompañaran al ritmo de su baile, ya que todos no sirven para tocarle a una persona así.

-¿Y qué es el baile?

-No sabría definir lo que es. Es una forma de expresar los sentimientos. Demostrar lo que es el baile sólo se puede hacer bailando. Cuando se baila, si se baila con sentimiento aparece lo que llaman el duende, que no es nada más que el arte que Dios le ha mandado a cada persona. El duende no viene como un fantasma que se aparece, el duende lo lleva uno muy dentro desde que viene al mundo.

-Póngame ejemplos

-Aparte de Antonio y de Carmen Amaya, me quedaría también con Pilar López, la hermana de la Argentinita, Encarnación López. Pilar bailaba como una auténtica señora, era como Juanita Reina cantando, nada más que andar por el escenario, sin necesidad de cantar, ya te quedas con que tiene arte, un arte que no se aprende.

-No se aprende, pero estará conmigo en que hay que pulirlo

-Claro, por supuesto. Todas las enseñanzas que te puede ofrecer una persona que entiende siempre son buenas. Pero lo importante es que tengas el arte y el duende dentro, luego pulirlo es más fácil.

-¿Cómo cree que Córdoba le recuerda y cómo le gustaría que Córdoba le recordara?

-Me gustaría que me recordara por lo que he sido siempre, un bailaor que ha sido más coreógrafo que bailaor.

-Veo demasiada humildad en sus palabras cuando usted ha sido una persona muy comprometida con Córdoba

-Es que Córdoba siempre se ha portado muy bien conmigo. Tengo en mi casa un montón de cuadros y de diplomas como recuerdo de reconocimientos y eso es digno de agradecer. Ya lo dice el refrán, ser agradecidos es de buen nacidos. Córdoba siempre me ha tratado muy bien y me ha dado el respeto que creo que tengo que tener, como yo respeto a Córdoba. ¿Qué más puedo pedir? Nada

-Y ha querido llevar lo cordobés hasta el extremo, vive en la Casa de las Campanas, una gran casa-patio donde además se celebran actuaciones

-16 años llevo ya aquí. Nací en San Agustín, en Pozanco, un lugar muy señero y también muy de patios. Ahí empecé con mi mundillo de los bailes y de los cantes. Se puede decir que siempre he llevado a Córdoba en la sangre.

-Desde entonces, usted lleva muchísimos años en la brecha flamenca, ¿hay mucha diferencia entre los artistas de su época y los de ahora?

-Sí, hay bastantes, ya que hoy en día, por cómo está la vida, los artistas se preocupan más del dinero que del propio arte. No tienen ese sentimiento que hay que tener para recordar lo antiguo no preocupándose tanto del dinero. A mí, como soy muy ortodoxo, me sigue gustando lo antiguo.

-Y eso que a usted le tocó vivir una época difícil

-Dificilísima. Porque entonces el hombre que bailaba estaba muy mal mirado, y el que tocaba las castañuelas, peor todavía, pero dentro de lo que cabe yo estoy muy agradecido a Córdoba y si yo volviera a nacer querría nacer otra vez en Córdoba.

-¿Y ser bailaor?

-Eso ya es otra cosa. Eso ya no sabría decírtelo (risas).

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