La artista que convierte el barro en arte

MUJERES SINGULARES de córdoba

Dora Martínez González La vinculación con Córdoba de la escultora ha sido constante desde que se instaló en la ciudad en los años sesenta y ha dado muestra de su calidad artística

2009. Dora -en el centro- recibió un premio del Distrito Centro por su contribución a Córdoba.
2009. Dora -en el centro- recibió un premio del Distrito Centro por su contribución a Córdoba.
Pilar Bartolomé

04 de noviembre 2018 - 02:31

Dora Martínez González nació en Almería el 5 de septiembre de 1921. Eran cinco hermanos y según la familia era la "feilla", pero con una gran memoria. Aprendió a leer sola y con apenas cinco años se pasaba las horas con el periódico en la mano, preguntando cuál era cada una de las letras. Después, las plasmaba en las losas de mármol blanco que había en la entrada de su casa o en los puños almidonados de la camisa de su abuelo.

En una mañana de invierno, cuando acompañaba a La Juana mientras lavaba la ropa, la pequeña empezó a jugar con un trozo de jabón. Poco a poco le fue dando forma de bola hasta sacar la cabeza de un muñeco. Su padre, lejos de reñirle, le regaló una navajita de Albacete. Y, de vez en cuando, le compraba trozos de jabón. Entonces empezó a tallar con más oficio. Y los vecinos de la zona le regalaban jabones para que le sacaran el parecido. Pasada la Guerra Civil, y no sin cierta osadía, decidió aprender arte cuando las mujeres ni siquiera salían de casa. Eran los años 40.

Se inscribió en la Escuela de Bellas Artes de Madrid entre 1940 y 1945. Las mujeres apenas eran seres visibles, no participaban de la vida pública. Ante la mirada desconcertante de sus compañeros, en su centro sólo había cinco mujeres y en cuanto el profesor empezó a trabajar desnudos, la mayoría de las alumnas se esfumaron. Y descubrió entonces el modelado del barro. Su maestro fue el reconocido escultor rondeño Enrique Marín Higuero, con quién trabajó en el taller y siguió aprendiendo la técnica que aplicar a su impetuosa sensibilidad. Entre 1948 y 1951 acudió también al Círculo de Bellas Artes y a la Asociación de Pintores de Madrid.

Cuando terminó sus estudios -nunca recogió el título porque no tenía las 2.000 pesetas que costaba retirarlo- empezó a trabajar rehabilitando obras dañadas por la guerra a cinco pesetas la hora. Y después, de 1945 a 1953, trabajó como modelista de Porcelanas Mallol en Madrid, creando moldes que uno de sus compañeros de facultad pintaba. Su estudio estaba en la Calle Mayor y tenía una gran ventana sobre los tejados del Madrid antiguo. Empezó a exponer en numerosas galerías de la capital, haciéndose con más de un galardón. Mujer autónoma, huyó siempre de la dependencia económica. A finales de los 40 ya era una asidua a las tertulias literarias. Se reunían en el Gijón o en el Castilla. Allí estaban Cela, Chicharro y Umbral. Escribían poesías, charlaban sobre libros y revistas y esperaban una llamada de trabajo. Se hablaba de todo menos de política, de la que era mejor no debatir. Mingote elogiaba sus óleos y dibujos.

En el año 1950 recibió el primer premio de escultura en el VI Salón de Estudios Libres, del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Se casó en febrero de 1954 en la capilla de Santiago de la Catedral de Toledo, realizando el viaje de novios por distintas ciudades del Levante español.

Vive en Córdoba desde 1964, ciudad a la que vino condicionada por el trabajo de su marido, el conocido urólogo Ricardo López Pardo, y desde esta ciudad ordenó su vida de madre y de artista durante cuarenta años. En Córdoba han nacido sus tres hijas y ocho nietos. Tiene un bisnieto "medio mexicano". Aquí ha estado presente en varias exposiciones individuales y colectivas, como Galería Studio 52 (1973), Palacio de la Merced (1977-80-82), Galería Céspedes (1992), Casa de Galicia(1993), Ayuntamiento de Córdoba (1988), Zoco Córdoba (1996-97). Fuera de Córdoba, se podrían citar, entre otras, las llevadas a cabo en la Galería Bell-Art de Madrid (1978-79); Casa de la Cultura de Villajoyosa (1988); Exposición Nacional de Arte Contemporáneo de Valencia (1972); Exposición de Pintura y Escultura del Bimilenario de Lugo (1974); Concurso Exposición de Pintura y Escultura Lucense, Diputación Provincial de Lugo (1976); Galería Martínez-Mora de Villajoyosa (1989); Homenaje al Greco de Sitges (1996)... Ha seguido trabajando y exponiendo en numerosas galerías de arte, no sólo en España, sino también en otras partes del mundo como Reino Unido o Francia. Su intensa vida no puede estar más apegada a la cultura.

Cuenta con cuatro estudios, donde dar rienda suelta a su incontenible volcán de creaciones: en Aranjuez, Pozuelo de Alarcón, Villajoyosa y, naturalmente, en Córdoba. Su antigua vivienda, una sexta planta de la avenida Gran Capitán, es un taller abarrotado de esculturas de barro, lienzos y dibujos a tinta. Predominan absolutamente los bustos. De niños, de toreros, de Antonio Mingote... Con el extraordinario dibujante le unió una amistad de décadas, desde que Dora expuso en una galería cerca de Callao durante diez años consecutivos. Guarda también los poemas que le dedicó Adriano del Valle, poeta de la Generación del 27.

Dios dijo al orbe: labora / de la noche a la mañana / Dora ha nacido escultura / Porque a Dios le dio la gana. Dora se considera escultora, pintora, dibujante, poeta. Además, se encuentra a gusto escribiendo cuentos y novelas, de las que duermen dos en el cajón. Ha recorrido tres continentes y muchos países. Algo que se sale de lo común en una señora de más 90 años que rezuma una energía más que envidiable.

Su tarjeta de visita solía ser una cara, modelada como antaño, en una pastilla de La Toja, todo un detalle con arte.

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