El aprendiz de vendedor que cubrió de piel el andar de los 70 en Córdoba
Ignacio Nocete Pérez nació en Madrid, con unos meses aspiró los aires de San Lorenzo y Cañero, estudió en los Salesianos, pasó por África y a los 35 años forjó una firma pionera
A unos días de la Navidad del 36, los periódicos locales se hacían eco de las demandas de madrinas de guerra, del nombramiento como Procurador General de Justicia de la "república marxista de Ortega Gasset", de la prohibición de comer carne el viernes ni aun teniendo bula, de las rogativas a Dios por el rápido triunfo de "nuestro católico Ejército" y de la visita a las Escuelas Salesianas del gobernador civil, Marín Alcázar, el alcalde, Sarazá Murcia, y el gestor municipal, Rey Díaz, repartiendo ropas de abrigo a los alumnos.
Era comandante jefe de Orden Público Bruno Ibáñez. La prensa catalana publicaba una viñeta, firmada por Bagaria, que bien podría inspirarse en Córdoba. Se trataba del diálogo entre dos esqueletos: "Hablan de paz, hermano. ¡Y a nosotros qué nos importa! Eso es cosa de vivos…".
Entre Cataluña y Andalucía, en la calle Doctor Esquerdo, 19 de Madrid, el zapatero de Carcabuey Ignacio Nocete Campaña y la palmeña María Pérez Redondo esperaban la llegada de su segundo hijo, Ignacio. Era un jueves 17 de diciembre de 1936, en una casa de vecinos y con otro niño ya en el mundo, Antonio, que había nacido en Córdoba.
El zapatero andaluz logró convertirse en dependiente de la zapatería Sumo que La Imperial tenía abierta en la Gran Vía y alcanzar por méritos propios el traslado a Córdoba, cuando esta firma madrileña se estableció en la calle Gondomar. Aquí, pronto sería el responsable de Calzados Rafá. Vecino de San Lorenzo y más tarde de Cañero, vio nacer a su tercer hijo, Juan.
El trabajo del padre en Rafá permitió a Ignacio Nocete estudiar en los Salesianos, si bien ingresó pronto como aprendiz en el mismo negocio. Con diez añillos llevaba Chinelas a domicilio por 12 pesetas al mes, algún duro de propina y un bocadillo, preferiblemente de jamón, que corría por cuenta de la clientela. Su buen hacer y las dotes para el comercio heredadas del padre hicieron que Miguel Garrido fijase sus ojos en él y que en 1950 formara parte, como ayudante en plantilla, de la nueva zapatería de Cruz Conde, 16, del que llegaría ser encargado.
A mediados de los 50, Nocete había pasado por el servicio militar en África y conocido, en la zapatería de Garrido, a la cordobesa Purificación López, con quien se casaría en San Pedro un 9 de agosto de 1964. Sería la madre de sus cuatro hijas: María José, Gema, Rocío y Elena.
En 1971 decidió establecerse por su cuenta en Historiador Díaz del Moral, 2. La firma Ignacio Calzados fue desde entonces la zapatería de señoras más llamativa de esta ciudad, en cuyo centro crecían las boutiques y otras tiendas especializadas, en competencia con las ya míticas Dolores Muñoz o Zafra Polo. La pequeña zapatería se convirtió en el referente que importó a Córdoba modelos sólo vistos, hasta entonces, en la publicidad del cine y el televisor.
Enamorado de su profesión, que ha recorrido desde la base, pronto comenzaron sus incesantes viajes a Mallorca y al Levante español en busca de las marcas de élite. Empresario de raza, en 1974 Ignacio Calzados emprendió una nueva apertura también en Díaz del Moral, ahora dedicada a caballeros. Cuatro años después hizo lo propio con otra más de señoras en la calle Góngora, y en 1982 inauguró una mixta en la avenida de la Viñuela. Los cuatro establecimientos llevaron su sello de distinción durante más de 30 años, llegando a dar trabajo a 12 familias, además de a dos de sus hijas que se incorporarían durante 16 y 5 años.
De su clientela recuerda la fidelidad a la firma y a él mismo, o cómo iban las abuelas con sus nietas y les recordaban que les había vendido los zapatos de novia. Paciencia y mimo fueron para él las claves del éxito, porque "el cliente no es hacerlo, es mantenerlo". Los suyos vieron cerrarse anticipadamente y por enfermedad los escaparates de Ignacio Calzados que, en muchas ocasiones, miramos los jóvenes de los 70 con el mismo fervor que el de Los Guillermos en Reyes. Algunas de sus piezas fueron a veces el incentivo del ahorro de varios meses o el motivo de la espera de las primeras "extraordinarias" de las jovencísimas trabajadoras de entonces.
En su corazón y en el recuerdo quedaron reconocimientos institucionales como la medalla de la Cruz Roja de Córdoba por su labor; por los primeros desfiles con Muñoz, Gálvez, Cuenca Perfumería o Peluquería Julio, testigos de un tiempo que es ya historia.
También te puede interesar
Lo último
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por Restalia