El advenedizo visir secuestrado
Cordobeses en la historia
Ridwan Bannigas fue secuestrado del señorío cristiano de Luque, creció en la Elvira de los andalusíes y alcanzó el título de primer ministro perseguido por el estigma de tornadizo, entre la cuna y la crianza
CÓRDOBA estaba ya asentada en su nueva condición de cristiana; Elvira resistía bajo las enaguas blancas del Mulhacén y Luque se alzaba, majestuosa, en la frontera entre ambos reinos. Al otro lado, los nazaríes representaban la más que centenaria resistencia a la llamada Reconquista, encabezada por Enrique II; el monarca que en 1374 cedería la villa fronteriza al alcalde mayor de Córdoba, Egas Venegas, primer señor de Luque. Apellido de origen portugués, llegó a Córdoba acompañando a Fernando III, siendo un beneficiario castellano del reparto de Andalucía. Los Venegas entroncaron con los Fernández de Córdova y los Garci Méndez de Sotomayor, al casar el tercer señor de Luque con Urraca, viuda ya de otro ilustre: Fernando Díaz de Cabrera.
De los tres hijos habidos del matrimonio, Beatriz acabaría desposada con Gonzaleo Messía y Carrillo, cuarto señor de Santofimia; Pedro con Inés Fernández de Córdova y, mientras heredaba éste el IV señorío, el tercer hijo acabaría siendo un cordobés legendario en la Corte nazarí, donde se le conoció también como El Tornadizo, siempre a caballo entre su cuna y su crianza.
El niño, que debió nacer en torno a 1405, fue secuestrado con ocho años junto a la laguna del Salobral, durante una de las múltiples razzias nazaríes. No se sabe con certeza si fue vendido en un mercado de esclavos almeriense, pero coinciden estudiosos como Emilio Galindo Aguilar en que lo adquirió como tal Muhammad Ibn al-Mawul, noble de rancio abolengo, ligado a los nazaríes por su matrimonio con una hija de Muhammad VI.
El muchacho, que adoptó el nombre de Ridwan Bannigas (derivación de Venegas), creció y se educó junto a los hijos legítimos de Ibn al-Mawul. Tras adquirir puesto y renombre en la Corte, obtuvo la libertad, la mano de una de sus hermanastras, Ceti Merien, y un vínculo familiar con el sultanato, en tanto iban naciendo dos hijos que heredarían los nombres del padre y de la madre, y un tercero al que impusieron Abulcacin.
El ascenso del personaje cordobés se produce tras la muerte de Yusuf III y el caudillaje que comienza a ejercer su visir, amparado en la minoría de edad de los príncipes y enfrentado a los cortesanos y al pueblo. Los Abencerrajes de Guadix y de Illora fueron los primeros en plantar batalla proponiendo a un nuevo heredero, Muhammad IX El Zurdo, en tanto Bannigas apostaba por Muhammad VIII El Pequeño heredero al que acabó alzando en el poder. Poco duró este reinado. El candidato de los Abencerrajes tomó el trono, recluyendo al niño en Salobreña en 1429. Dos años después, las incursiones de Juan II en los territorios nazaríes y las sospechas de su cercanía a Ridwan Bannigas, provocan el recelo de El Zurdo y la muerte del príncipe Muhammad VIII. Eliminado su candidato, el luqueño pone los ojos en su cuñado Yusuf; viaja secretamente a Córdoba, buscando el apoyo de Juan II de Castilla, y regresa a la Alcazaba Roja con el mismo sigilo. El rey cristiano reemprende la conquista y Bannigas, con Yusuf al frente, acaba jurándole fidelidad en la fronteriza Alcarria Alforra -cerca del actual Pinos Puente- en el verano de 1431, inspirando el conocido romance Abenámar, Abenámar, moro de la morería... . En diciembre de ese año, Yusuf IV se convierte en sultán y Venegas en su visir. Pero el reinado sería efímero ya que en abril de 1432 las tropas de Muhammad IX, El Zurdo, sitian y toman la Alhambra decapitando al monarca.
En opinión de Galindo Aguilar, nuestro personaje pudo morir entonces o emprender una "huida a Castilla donde se reintegró a su antigua familia y murió cristianamente", dejando tras de sí el estigma que recoge la literatura, ya con el apellido originario de Venegas. El suspiro del moro de Emilio Castelar, lo sitúa en la agonía de Elvira, 60 años después de su muerte, hablando así: "Nosotros los renegados, nosotros seremos los primeros maldecidos; los primeros puestos en el tormento; los primeros exterminados; nosotros que dejamos una patria y una religión…", y pone en boca de Isabel de Solís esta opinión: "Tratamos a un Venegas, y hasta por embajador lo recibimos, cuando mozo engendrado por santa mujer y rico-hombre de Córdoba", y denuncia que trocó "su religión por la pagana y agarena, so pretexto de haber entrado a los ocho años en cautiverio, como si no llevara el bautismo en la frente", vertiendo sobre él este reproche "para mayor ignominia, se unió a princesa descendiente de los Abderramanes". En la misma obra, el personaje de Boabdil lo define como "un español sin patria; un cristiano sin iglesia; traidor a los suyos; enemigo de los nuestros por haberse desertado del bautismo y haber sufrido la circuncisión". Así lo retrata el imaginario entre los harenes y las pócimas letales como el instigador que fue y el renegado que, jugando a ganar y a no perder, es confidente y traidor. Heredaron sus descendientes los privilegios y la destreza para alcanzarlos. Las escrituras árabes granadinas, halladas y transcritas por García Luján y Lázaro Durán, denuncian cómo tras cruzar Boabdil y los Abencerrajes el Estrecho, un pleito pone en manos de su nieto Alonso de Granada y Venegas parte de la inmensa fortuna de los exiliados. Su hija Ceti Merien había casado con un andalusí, que al bautizarse en Santa Fé, se llamó Pedro de Granada Venegas;. El hijo de ambos fue renombrado en el mismo acto Alonso de Granada Venegas, una de las estirpes destacadas de la vieja Elvira. Dio alcaldes, embajadores y marquesados como el de Campotéjar.
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