MUJERES SINGULARES

La adolescente que encandiló a García Lorca

  • María Luisa Natera Ladrón de Guevara, nacida en Almodóvar del Río, fue una amante de las artes, sobre todo de la música y el piano, con el que llamó la atención del genial poeta

Federico García Lorca.

Federico García Lorca. / El Día

Federico García Lorca (1898-1936) tuvo una novia. El noviazgo secreto lo desempolvó el hispanista Ian Gibson en su libro Lorca y el mundo gay (Planeta) y el nombre de la única novia de García Lorca era María Luisa Natera Ladrón de Guevara. Nació en Almodóvar del Río y aunque la iglesia de la Inmaculada Concepción de la localidad fue incendiada durante la guerra, con la pérdida de su archivo, por su partida de bautismo conocemos que nació el 12 de abril de 1902.

Le fueron impuestos los nombres de Luisa, Pilar, Esperanza y Julia de los Santos Reyes. Su padre era Antonio Natera Junquera y su madre, Luisa Ladrón de Guevara Costi. De la estirpe de los Natera Junquera han salido ganaderos de reses bravas, diputados en Cortes, alcaldes de Almodóvar y Córdoba capital, presidentes de la Diputación y una larga lista de cargos, tantos políticos como del mundo cultural de la Córdoba de principios del siglo XX.

No es casualidad que, en Córdoba, por aquella época, corriera un chascarrillo clarificador respecto a aquella familia: “Si quieres hacer carrera, cásate con un Natera”. Federico visitó varias veces Lanjarón y La Alpujarra entre los años 1916 y 1934. Desde allí escribió a amigos y familiares cartas y postales en las que comentaba las impresiones que los lugares y las gentes le producían. Lorca dudó durante mucho tiempo entre ser músico o escritor. Hasta 1917 estuvo dedicado exclusivamente a la música.

Se conocieron en 1916 en el balneario granadino de Lanjarón. Él tenía 18 años y ella 14. “Era una chica de ojos azules, peinada con trenzas, que tocaba al piano piezas de Granados y Albéniz”. Según Gibson, doña Vicenta, la madre de Federico, iba a menudo y solía acompañarla su hijo. María Luisa Natera, hija del ganadero cordobés y su hermano Mariano, que era amigo de Lorca, estaban allí con su madre, aquejada de diabetes. Ella se paseaba vigilada por su abuela y él se inspiraba a distancia. Pronto algo les unió: un piano de cola. Luisa tocaba muy bien los clásicos y, al tiempo, Lorca se sumó a la música y la pareja interpretó piezas a cuatro manos.

Ya en sus poemas primerizos ha quedado el registro de esas veladas. “El piano de cola de sonido sangraba / con un vago nocturno que un muchacho tocaba. / Ella vino a mi lado con su oro y su gasa / ¿Es Chopin?... Sí, Chopin.../ Y no dije nada. / Después de separarnos / la tristeza me ahogaba”.

Entre los empleados del balneario cuentan que alrededor del piano que preside ahora el restaurante se gestó parte de la revista El Gallo y el poema La casada infiel, basado en unos hechos reales ocurridos en un cortijo cercano. Y es el mismo piano de pared con el que Federico animó las tardes en el salón del hotel para que la gente bailase y con el que el joven poeta enamoró a María Luisa.

Era una mujer de gran sensibilidad, inteligencia y con un sentido del humor impresionantes. Muy ingeniosa, divertida y bromista, le gustaba la música popular andaluza, tenía buen oído y era capaz de improvisar, según comenta su hija María del Carmen Hitos Natera. Tuvieron un romance adolescente que resultó más poético que físico.

Pero pronto comprobaron que otras cosas les separaban. Una rica y un poeta, ya en aquella época, resultaba imposible. Hubiese sido difícil que los suyos permitieran una relación con quien no ocultaba ya su intención de ser poeta. Pero la impresión que dejó en Lorca la muchacha fue intensa. Separados por la oposición de la familia, García Lorca empezó la escritura de cartas intensas que ella guardó con emoción hasta el momento de su matrimonio, en 1930, con Enrique Hitos Rodríguez, un hombre con alma de artista también, pintor de fin de semana, que en verdad vivía de ser farmacéutico.

Las cartas desaparecieron. “Las quemó mi padre. No creo que fuera por celos. Más bien lo hizo por miedo. Era republicano y temía que en un registro de la Falange descubrieran en su casa las cartas de un represaliado”, según refirió la hija de María Luisa.

Fueron sus hijos quienes entraron en contacto con el hispanista Gibson a raíz de la serie que emitió Televisión Española en 1987 dirigida por Juan Antonio Bardem sobre la muerte del poeta, para contar su historia. Durante años, María Luisa nunca les habló de aquel poeta simpático y con encanto, sensible y frágil que se enamoró de ella. Hasta que cuando corrían los años setenta y su hija empezaba a acudir a las fiestas del Partido Comunista, el nombre del artista salió en su presencia. Y les confesó que fue su pretendiente.El la llamaba “mi niña, la de los ojos azules y las trenzas rubias".

No tuvo futuro esa pasión adolescente con María Luisa Natera, como tampoco lo tuvieron posteriores historias siempre truncadas. Llevaba en la cara dos gotas juguetonas de agua marina que el poeta evoca, “que sin mirarlos dan la muerte / con el puñal azul de su recuerdo”, en Madrigal triste de ojos azules, no responden a un mero tema poético. Tenían nombre y dueña.

María Luisa Natera murió en Madrid en 1983, diecisiete años después que su marido, están enterrados en el cementerio madrileño de la Almudena.

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