Voluntarios desde la fe

Con la crisis ha aumentado el número de familias en riesgo de exclusión social, pero también el de personas que dedican parte de su tiempo a ayudarlas.

Voluntarios desde la fe
Ángela Alba

22 de junio 2014 - 01:00

El número de cordobeses en riesgo de exclusión o que no pueden cubrir sus necesidades básicas ha aumentado debido a la crisis, pero esto también ha venido acompañado de una oleada de voluntarios que dedican parte de su tiempo a atender a estas personas desde diversas instituciones. Esta semana Cáritas Diocesana ha publicado su balance de 2013, en el que señala que casi 200.000 personas -aproximadamente una cuarta parte de la población de toda la provincia- acudieron a esta institución para pedir ayuda, lo que supone un incremento de un 48% respecto a 2012.

Sin embargo, esta crítica situación social tiene un lado positivo: se ha duplicado el número de voluntarios de Cáritas en un año. Esta ONG está presente en la actualidad en 167 parroquias y cuenta con 1.700 voluntarios, casi un 50% más que en 2012, cuando había 900 personas ayudando al desarrollo de esta labor social. En muchos casos estos colaboradores tienen que compaginar su trabajo o sus estudios con el servicio a los más necesitados, una labor que desarrollan en línea con su fe cristiana.

Una de las principales tareas que desarrollan estos voluntarios es su participación en el dispositivo nocturno, más conocido como UVI social, que atendió de media a 90 personas durante cada salida en 2013. Dentro de esta iniciativa su labor consiste en el reparto de comida por la noche (entre las 21:00 y pasadas las 00:00) y la toma de datos a los transeúntes que se encuentran en la calle. También hablan con ellos y se interesan por su estado hasta el punto de que en muchos casos se crean vínculos entre voluntarios y personas atendidas.

Además del trabajo que se desarrolla a través de las parroquias, Cáritas cuenta con programas de empleo, de apoyo a enfermos de VIH/Sida, acogida a enfermos trasplantados, mujeres en riesgo de exclusión, el Economato Social, la casa de acogida Madre del Redentor, la Residencia de San Pablo o un alojamiento para reclusos.

Lourdes Amián e Isaac Muñoz: "El compromiso no es una cuestión de tiempo"

Lourdes Amián, de 24 años, e Isaac Muñoz, de 29, son pareja y voluntarios de Cáritas desde el pasado mes de octubre. De entre todas las ONG eligieron ésta "desde la perspectiva de ser cristianos y desde el amor a Cristo, porque es coherente con el Evangelio" ya que "los preferidos del Evangelio son los más necesitados y yo quería prestar ese amor a Cristo con mis limitaciones y mi humanidad". Esa fue la principal motivación de estos dos jóvenes, que tenían varios amigos que participaban en este voluntariado "y siempre que nos contaban cosas nos llamaba mucho la atención", explica Isaac. "Este año hemos tenido la ocasión ya que por estudios estábamos más liberados, nos ofrecieron la posibilidad de hacer el voluntariado y automáticamente dijimos que sí", añade. Ellos han estado trabajando en la UVI social y en el ala de baja exigencia, un espacio para que las familias que están en la calle puedan dormir y cenar. En este centro los voluntarios reciben a los usuarios, les dan ropa para la cama, reparten la cena y charlamos con ellos hasta el punto de que "hemos hecho relaciones de amistad con gente que hemos conocido allí", indica Isaac. En su opinión, "el compromiso no es una cuestión de tiempo, no se debe ser voluntario cuando te venga bien, por eso hemos intentado estar disponibles siempre que nos han necesitado". Lo que más les atrae de esta labor en Cáritas es "la experiencia de poder ser un poquito más coherente dentro de mis limitaciones con lo que creo e intento vivir" y "la capacidad de saber reaccionar y acercarte a las personas necesitadas que están en la calle", manifiesta Lourdes, "rompiendo así la barrera física o el respeto un poco absurdo que hay para preguntar a una persona que está pidiendo en la calle", agrega Isaac. Esto les ha supuesto "una gran satisfacción, ha sido maravilloso y nos ha cambiado la perspectiva sobre la realidad que vive la gente en la calle". En sus primeras salidas se sorprendían por las situaciones que encontraban pero poco a poco se han ido acostumbrando: "hay muchísima gente con circunstancias muy complicadas" pero "luego te vas haciendo a los usuarios". Al principio, tras el recuento de la salida con la UVI social, se preguntaban "¿pero tanta gente hay en la calle? y nuestros compañeros con más experiencia nos decían: 'y la que no vemos o no sabemos dónde están'". Después de pasar estos meses con Cáritas ha cambiado en ellos "la percepción de la vida; me siento afortunado por tener una casa, una familia o cosas que se presuponen básicas pero no lo son tanto y a las que no les das valor hasta que uno se enfrenta con una situación de este tipo", apunta Isaac. Por su parte, Lourdes resalta que para ella es muy gratificante "poder compartir un rato con las personas que más lo necesitan, charlar y tener una palabra amable con ellos, lo que nos ayuda a valorar las cosas que tenemos".

Carmen Blanque: "Todos debemos aportar nuestro grano de arena"

Carmen Blanque tiene 19 años y lleva tres meses como voluntaria de Cáritas, por lo que es una de las últimas incorporaciones a este grupo. "Todos conocemos la situación tan difícil que hay en el país pero se necesita hacer algo y pienso que todos debemos aportar nuestro granito de arena. Es fácil decirlo, pero hay que hacerlo", explica. Carmen siempre ha estado vinculada a su parroquia en su pueblo y cuando llegó a Córdoba para estudiar "sentía la necesidad de estar vinculada a la Iglesia y que mejor manera que ayudando a los más necesitados". Así, se informó sobre Cáritas y la labor que desarrolla y decidió hacerse voluntaria. Esta joven colabora con la UVI social y forma parte de un grupo de tres personas más un coordinador, que van "por sitios donde sabemos que hay personas viviendo o parando en la calle". Les reparten alimentos "pero lo más importante es charlar con ellos, si necesitan algo te lo comentan, darles un trato de compañía y hacerles sentir que no están solos", manifiesta Carmen. En estos tres meses "he aprendido mucho, siento que hay que adquirir conciencia y que esto te realiza como persona" pero por otra parte "ojalá no hubiera habido esta necesidad de voluntarios por el hecho de que no hubiera tanta necesidad". Al llegar a Cáritas le asignaron la UVI social, donde ha descubierto la dura realidad que viven decenas de personas en Córdoba. "A diario todos somos conscientes a través de los medios de comunicación, pero conscientes a medias porque cuando esas cifras con las que somos bombardeados se convierten en caras, en familias y gente a la que ves día a día en la misma situación, la cosa cambia y tomas mayor conciencia", asegura. La primera vez que salió en la UVI social "fue duro al principio pero tenía la sensación de que era algo bueno" sin embargo "cuando sales más veces y ves que las personas que atendemos siguen en la misma situación y nada cambia, y vas de día a trabajar o estudiar y te encuentras con ellas, es más duro aún". A pesar de esto "siempre tenemos esperanza". A esto añade que "hay muchísima más gente necesitada de la que creemos, y en condiciones realmente duras". En resumen, esta joven apunta que el trabajo en Cáritas "me ha ayudado a realizarme como persona, he tomado conciencia y me ha ayudado a involucrarme más y darme cuenta de la situación". "Pienso que mi ayuda es insignificante y más cuando veo la labor que hacen mis compañeros, pero si todo el mundo aporta algo podremos hacer más", concluye.

Federico Espejo :"Aprendes a valorar las cosas más comunes"

Federico Espejo tiene 46 años, lleva ocho colaborando con Cáritas y por lo tanto ha sido testigo del aumento de gente que se ha visto obligada a vivir en la calle, tanto cordobeses como personas de fuera que llegan aquí en busca de trabajo. Él se interesó por este voluntariado porque "creo en Jesucristo, en su Iglesia y porque una de las cosas más importantes que tenemos es el tiempo y hay que dedicárselo a los que más lo necesitan". "Tratamos de distinguirnos de otras ONG sin despreciarlas porque ellas también trabajan por esta gente", apunta. Aunque trabaja y tiene familia, Federico saca tiempo para Cáritas y por las noches forma parte de la UVI social, ya sea repartiendo comida o tomando datos a los transeúntes que se encuentra por la calle, pero sobre todo "se trata de dedicarles tiempo, escucharlos y principalmente ser sus amigos". Según su experiencia, "te sientes recompensado por todo lo que haces" y lo que más le gusta "es el cariño y las cosas que puedes aprender de las personas que te encuentras por la calle". Tanto es así que "luego, sin querer, intentas volver a buscarlas para preguntarles cómo van y si se encuentran bien". Este contacto con los más necesitados "te ayuda a saber valorar lo que tienes", por ejemplo "en noches de frío intenso en las que vemos a gente durmiendo en cajeros y en la calle, cuando llegas a casa a las tantas y te das una ducha caliente lo valoras mucho". Es decir, "aprender a apreciar las cosas más comunes que tienes al alcance de la mano". Federico, que fue uno de los primeros voluntarios que participaron en el proyecto de la UVI social, recuerda que antes la frecuencia de salida era mayor pero ahora se suele salir unas tres veces al mes -además de participar en el módulo de estancia diurna- debido al aumento de voluntarios, una circunstancia que "nos alegra mucho porque además hemos hecho una piña; es una satisfacción que haya gente que piense lo mismo que tú". De sus primeros días, Federico Espejo recuerda que "no pensaba que hubiera personas en esas situaciones en el siglo XXI" y a lo largo de estos años ha descubierto el drama de personas que viven en la calle, "llevan todo el día sin hablar con nadie o sin poder ir al servicio".

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