Tribuna de Opinión

Vamos a sonreír como los niños

  • Debemos examinarnos cómo vamos de provisiones de alegría en nuestro interior

Un niño sonríe con un juguete en Navidad.

Un niño sonríe con un juguete en Navidad. / El Día

¡Qué bonita es la sonrisa de los niños! Apenas nacen ya saben sonreír. Hace unos días pasé a dar la bendición a un bebé recién nacido. Mientras la madre desayunaba, lo sostenía el padre y la niña sonría. La cara de felicidad del papá ya se la pueden imaginar. He pensado que, con ese gesto, junto a su indefensión, ganan el corazón de los adultos. La sonrisa franca abre muchas puertas.

Dice Dostoievski en El adolescente: “La risa exige ante todo franqueza, pero ¿dónde encontrar franqueza entre los hombres? La risa exige bondad, y la gente ríe la mayoría de las veces malignamente. La risa franca y sin maldad, es la alegría: ¿Dónde encontrar la alegría en nuestra época y dónde encontrar a la gente que sepa estar alegre?… La alegría de un hombre es su rasgo más revelador…”.

La franqueza y la bondad caracterizan a los niños y a las almas puras. ¡Qué difícil es tener alegría cuando nos mueve el interés, cuando nos volvemos cínicos, cuando renunciamos al amor! Ahora somos muy exigentes con los derechos: reales y supuestos, aunque quizás abunden más estos últimos. Nos irritamos, protestamos, e incluso insultamos, cuando los vemos peligrar. Hay mucha gente ofendida, resentida que no valora lo mucho que ha recibido de los suyos, de los mayores, de la sociedad. Ese resentimiento los lleva a ser injustos, no se dan cuenta de que viven tan bien a costa de los demás; quieren reescribir las historias que no les gustan, pero con el papel y la tinta ajenos.

Un ejemplo es la siguiente noticia: “La Comisión Europea retira el dossier “inclusivo” que pedía felicitar las “fiestas” y no “la Navidad”. El documento daba pautas a los funcionarios de la UE para comunicarse de forma integradora. Por el momento, está retirado y en estudio”. ¿A quién le puede molestar la celebración de un Dios tan humano y sencillo que viene haciéndose Niño indefenso regalándonos su sonrisa? Precisamente la Navidad es fuente de alegría por la cercanía del buen Dios.

La Eucaristía de hoy comienza con estas palabras de san Pablo: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca”. Esta presencia es motivo de alegría porque Dios nos ama con un querer desinteresado, Él no quiere nada y lo da todo. Es la fuente de todo bien, es la bondad y la verdad. La alegría nace en Él, los que se alejan de ese manantial la pierden, la cambian por las risotadas, por el jolgorio etílico, artificial. Me sigue llamando la atención el fenómeno del botellón, que los jóvenes para divertirse tengan que recurrir al alcohol, a los estupefacientes. ¡Con lo bonita que es la juventud! Su alegría depende de estímulos externos, no brota de su corazón.

Otra fuente de gozo interior es la pureza del alma. Suele pasar que a los niños que pierden la pureza, la inocencia, se les apaga la luminosidad de la mirada. Ya no sonríen como antes. Lo mismo sucede con los adultos, y es porque el amor es una planta que no puede convivir con la contaminación, necesita aire puro para crecer. Dice el Papa: “Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca, hace infeliz”. El ámbito adecuado para vivir la sexualidad es el del amor y el don. Cuando la aprisiona el egoísmo se desnaturaliza, ya no es fuente de vida sino de ansia de poseer, ya no es don sino exigencia, ya no da alegría sino desazón, insatisfacción.

Debemos examinarnos cómo vamos de provisiones de alegría en nuestro interior. Es posible que tengamos que rectificar nuestra actitud. La alegría no depende de las circunstancias externas, la fuente no está en los demás, depende de mí, del modo de entender mi vida, de mi capacidad de amar, de enfrentarme a los obstáculos con deportividad, con esperanza. Dice Camino: “La alegría que debes tener no es esa que podríamos llamar fisiológica, de animal sano, sino otra sobrenatural, que procede de abandonar todo y abandonarte en los brazos amorosos de nuestro Padre-Dios”. Basta con acercarse a Dios, con abrirle el corazón, con aceptar su perdón para recuperar la paz.

La Navidad es alegre porque Dios viene a estar y a quedarse con nosotros. Si acogemos al Niño Dios en nuestro corazón, si encuentra sitio en nuestro hogar, rebosaremos de gozo. Se cumplirá lo que sigue diciendo Dostoievski “Tan solo las personas que gozan del desarrollo más elevado y más feliz pueden tener una alegría comunicativa, es decir, irresistible y buena”. Elevemos nuestras miradas, dirijámoslas al Cielo y a los otros, salgamos de nosotros y pensemos en los demás. Recuperemos la mirada de cuando éramos niños, esa alegría y humildad nos hará irresistibles.

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