El niño de Utrera que mostró al mundo los cantes de Córdoba

Cordobeses en la historia

Francisco Díaz García 'Curro de Utrera' empezó a cantar en las tabernas, compartió escenario con Caracol, Marchena o Camarón y convirtió la cantiña en las alegrías de Córdoba

Matilde Cabello

19 de agosto 2012 - 01:00

SE conmemoraba el tercer centenario de la muerte de Góngora al ritmo del sacatacón. La Exposición Iberoamericana de Sevilla presentaba entre sus estampas el tipismo de un arriero por el barrio de Santa Cruz. Joaquín Turina preparaba el estreno en la Zarzuela de su Canto a Sevilla con Margarita Xirgu, y la Compañía de Nieves Barbero presentaba Fuensanta la del cortijo en Cabra, aprovechando luego su actuación en el Gran Teatro para casarse en San Nicolás con Francisco Fallas, en presencia de María Guerrero. Era marzo de 1927. En Utrera nacía La Bernarda y días más tarde, el 11 del mismo mes, Francisco Díaz García Curro de Utrera. Crecieron en el mismo pueblo, ella entre cantes gitanos y él en la calle Albarrán 11, en donde Francisco, calero de profesión, y Ana vieron nacer a sus cinco hijos: Manuel, Salud, Sebastián, Curro y Manuela.

La voz de Currito, que sería la de los cantes de Córdoba, se escuchó por las tabernas del pueblo antes del estruendo de metralletas desde los Salesianos, y en la ermita de Consolación de Utrera en el verano del 36: "Había dos o tres mil soldaos y yo iba a cantarles a la cantina. Me juntaron para unos zapatos y unas calzonas y me llenaban la olla de comida para mi casa". Tenía 9 años; con 13 empezó a ir a las ferias de los alrededores con otro paisano, pasando la batea que vaciaban en la manga de la chaquetilla atada. Así llegó la Feria del Arahal y Gonzalo, un cordobés de la Compañía de Pepe Marchena le dijo: "Niño ¿tú quieres conocer a Marchena?" Los llevaron a un patio con flores; él salió con un pijama y un batín de seda. "Me escuchó por fandangos y le dijo a Gonzalo que nos llevara al sitio de donde nos había traído". De vuelta, el bailaor le confirmó que se iría con el maestro, y el chiquillo se volvió al compañero: "Llévate las perras gordas de la manga, que yo ya soy cantante de teatro".

Tardaría mucho tiempo en ganar sus primeros jornales, como "imitador de estrellas", escondiéndose cuando llegaba la Policía, porque no tenía edad; pero un domingo 16 de agosto de 1942 aparecía como Currito de Utrera en el Teatro Victoria Esperanza, con una ópera andaluza junto a Caracol. Vendría luego una turné por Aragón y Andalucía, ganando 20 pesetas por actuación y mandando la mitad a su casa. Cantaba por Canalejas, por el Niño de la Huerta y nunca por Marchena. Un día, en Osuna y sin micro, el teatro se puso en pie y él, animado, se atrevió con Los cuatro muleros del mentor. "Fue mi homenaje, debut y despedida"; Marchena lo subió en el primer transporte que salió. Encontró acogida en los Olivos Borrachos, junto a una tía carnal. Con el marido de ella, iba a cantar por "donde estaban los artistas" y llegó a La Primera, al reencuentro con Marchena, a la amistad con Antonio El Lápiz, que lo introdujo en los ambientes flamencos, a la mili y a la fraternidad con un Fosforito que soñaba con el Festival de Flamenco cordobés. Con Ricardo Molina iban al mesón La Romana de la Puerta del Puente, "al cante escucháo; pero al tercer día vi que aquello no era para mí. A los 12 años, yo ya había escucháo en mi pueblo en otra máquina cantaora", dice refiriéndose a la Antología del cante, o el vademécum del flamenco en discos de pizarra, grabada en Francia.

En 1945, Curro de Utrera había grabado cuatro discos en La voz de su amo, a los que seguirían con el tiempo otros muchos en Hispavox, Belter o Philips, mientras iba pasando por escenarios y ciudades de dentro y fuera de España junto a Valderrama, Lola Flores, La Niña de la Puebla, Antonio Molina, Angelillo, El Beni de Cái o Camarón, con quien fue contratado por Balañá en Barcelona. "Camarón cantaba por soleá y por seguiriya y la gente no lo entendía; salía llorando y le dije que cambiara el programa. Al día siguiente cantó por alegrías y fandangos y el público se volcó". En cambio, Curro se atrevió a cantar por alegrías de Córdoba en la plaza de toros de Cádiz; Aurelio Sellés le dijo que estaba loco, pero fue el público el que enloqueció con este cante que ha llevado a sus más altas cotas, dándolo a conocer desde Rusia a la Bahía.

La hija de la Paula se la compuso en los 50 Rafael de León. Del autor conserva momentos inolvidables, junto a Lola Flores, El Beni, Valderrama o Rocío Jurado, que confesó públicamente haber aprendido a cantar flamenco de los discos de Curro. De él siguen bebiendo Luis de Córdoba, Arcángel o Poveda. De sus incontables giras y premios tan sólo el Nacional de Cante Jondo de Córdoba le dejó agrios sabores. En el 58 obtuvo el de Soleares, Martinetes, Caña y Polo, que no se le entregó hasta el 59 por un desencuentro con Ricardo Molina. "Le dije que no le cantaba una seguiriya porque no me la habían premiado, y me contestó: ¡Ya te acordarás!" y se acuerda, a sus 85 años, cómo se anunciaban decisiones de jurados que no ratificaban las actas o se daban premios a artistas que ni siquiera concursaron; e insiste en que se escriba: "Ricardo Molina y Antonio Mairena, le han hecho mucho daño al Flamenco".

Con su paisana Clara Gómez Garrido, a la que conoció con apenas 16 años, se casó en el Sagrario un 3 de junio de 1961; con ella comparte sus días en La Guijarrosa y las alegrías que le dio su pueblo, al nombrarlo Hijo Predilecto en 2009 o rotular con su nombre una de sus calles.

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