Atención a Personas sin Hogar

Una noche con la Unidad de Emergencia Social de Cruz Roja en Córdoba: entregas sin domicilio en plena ola de frío

José María, María Martín, María López y Antonia forman equipo de volunarios de la Unidad de Emergencia Social (UES) de la Cruz Roja en Córdoba.

José María, María Martín, María López y Antonia forman equipo de volunarios de la Unidad de Emergencia Social (UES) de la Cruz Roja en Córdoba. / Miguel Ángel Salas

José María (57 años), Antonia (58), María Martín (22) y María López (22) ultiman los preparativos antes de comenzar el servicio de atención a personas sin hogar que la Unidad de Emergencia Social (UES) de la Cruz Roja lleva a cabo los martes, jueves y sábados de cada semana. Son las 20:56 del martes 19 de diciembre. La aplicación del móvil marca seis grados en Córdoba y, según la Aemet, se espera que por la madrugada las temperaturas sean negativas.

El frío invernal arrasa cualquier amago de fiesta prenavideña en las calles, mientras la "sede", como llaman a la cochera con cocina en la que preparan las bolsas de comida, parece una prueba de exteriores de Masterchef. A punto de salir, María López comprueba a voces el cargamento con el resto de la cuadrilla: sacos de dormir, esterillas, sábanas térmicas; tortillas de patatas, pan, magdalenas; un depósito de caldo y otro de leche caliente (para el que pida café o Colacao). El servicio también incluye comida para perros. "Es la única familia que tiene muchísima gente que vive en la calle".  

Los menús varían según el día: los jueves se reparte además un kit de higiene básica y el sábado la bolsa de comida es más grande porque los domingos cierran los supermercados. 

"¿Cuántos sacos llevamos en la caja?", pregunta José María. "Diez... once, doce y trece"; "Trece no, por favor, que da mala suerte. Saca uno más", responde Antonia. 

Furgoneta de la UES cargada antes del servicio. Furgoneta de la UES cargada antes del servicio.

Furgoneta de la UES cargada antes del servicio. / Miguel Ángel Salas

21:05

A bordo de la Renault Traffic. Por momentos, aunque con una furgoneta francesa en vez de un seílla, dignifican la estampa costumbrista de la familia cordobesa canónica yéndose de vacaciones a Fuengirola. "El buen rollo entre compañeros es fundamental", anotan como requisito indispensable "para evadirse" antes de enfrentarse a la ley de la calle.

"El jiji-jaja termina aquí", advierte José María antes de la primera parada, la más inoportuna de todas, en mitad de una calle de Ciudad Jardín, paralizando todo el tráfico que viene detrás. "A veces pitan impacientes, aunque vean que somos de Cruz Roja". No hay nadie esperando. "Ahora estamos haciendo una media de 50 ó 60 usuarios porque con la ola de frío la gente está ya en los albergues a estas horas", explica María Martín.

21:20

En la siguiente parada, en la esquina del BBVA de la avenida del Aeropuerto, junto a los antiguos juzgados, se despliega, esta vez sí, el operativo de emergencia. Dos voluntarios se encargan de anotar la identidad y nacionalidad de todo usuario que recibe una bolsa de comida "para llevar un control de lo que se reparte y a quién", mientras que otros dos van sirviendo la bebida y repartiendo bolsas. Lo de los sacos de dormir es tema aparte. "Tienen su propia lista". Sobre el papel, no se puede repartir a quien ya se le ha entregado uno durante el último mes, aunque muchos de ellos alegan que se los han robado o tirado.  

"También les presentamos los servicios de Cruz Roja" (empleabilidad, apoyo psicológico o enlace con los servicios sociales del Ayuntamiento de Córdoba), porque "es mucho más que una simple bolsa de comida", subraya Martín.

La mayoría de los usuarios que se acercan son caras conocidas por los voluntarios: en ocasiones, "es díficil no estrechar vínculos", aseguran. Para ser voluntario, "lo que hace falta es tener ganas de hacer las cosas", defiende José María, que recaló en las filas de voluntarios de la Croce Rossa hace ahora dos años. "Lo importante en este proyecto es no juzgar por qué esa persona está en la calle, ese no es mi cometido," y "mantener un poco las distancias también, porque nunca sabes con quién estás hablando, aunque no suele haber ningún problema".

21:35

Un grupo de nueve personas espera al lado de la rotonda de la plaza de Andalucía. Hay que calmar los ánimos ante el aluvión de preguntas, todas en la misma dirección. "En Nochebuena pasarán los de Cocinillas CCF, que van a hacer la misma ruta que hacemos nosotros a partir del mediodía". 

Atención de la UES en la Plaza de Andalucía. Atención de la UES en la Plaza de Andalucía.

Atención de la UES en la Plaza de Andalucía. / Miguel Ángel Salas

21:47

La ruta continúa en el Paseo de la Victoria tras cruzar de vuelta el puente de San Rafael y Vallellano. Aquí hay otro usuario de "los habituales". No espera en la parada, pero el radar en equipo lo identifica acostado en un portal. El hombre niega la bolsa de comida -no será el único en la noche-, solo pide un vaso de caldo. Tiene fama de conflictivo. En efecto, salta como un resorte cuando escucha de refilón la palabra "albergue" y empieza a maldecir para que la unidad se marche. De vuelta en el coche, la cuadrilla comenta lo sucedido: "No es la reacción habital, normalmente la gente es muy agradecida y te tratan con respeto". "Es entendible que se pueda poner así, tienen más derecho que nadie". 

En el voluntariado, "hay que tener mano izquierda y escucha activa, hay quien se deja y quien no se deja y gente que te dice: no tengo huevos ni para quitarme la vida", resume Antonia, considerada la "madre" de la unidad. 

Son las 21:58. Acaba la primera parada en el centro y "vamos mal de hora, vamos tarde", repite Martín. "Me da cosa, porque hay gente que está esperando y hace mucho frío".

22:20

Una mujer se agolpa a la ventanilla de la furgoneta de la UES, como si fuera la de un torero, cuando llega al bulevar Gran Capitán: "Anoche dormí en un trocito de cartón, no sabes el frío que pasé", relata.  Los sintecho de esta zona denuncian que, en épocas navideñas, con mayor afluencia de gente en el centro, los equipos de limpieza arrasan con sus pertenencias para "intentar ocultar la realidad". 

Uno de ellos solicita un nuevo saco de dormir excusando ese motivo. El último se le dio en el mes de noviembre, registra la libreta, y, por tanto, no se le debería dar. "Si a este hombre le da una hipotermia esta noche por no tener saco, no somos capaces de dormir", resuelve el grupo con unanimidad. 

José María carga un saco de dormir y una esterilla para repartir por el centro de Córdoba. José María carga un saco de dormir y una esterilla para repartir por el centro de Córdoba.

José María carga un saco de dormir y una esterilla para repartir por el centro de Córdoba. / Miguel Ángel Salas

23:30

Han transcurrido dos horas y media desde que comenzó el servicio, pero parece más tarde. "Está siendo una noche muy tranquila, casi aburrida", comparada con el sinfín de historias que van rememorando durante toda la noche cada vez que conquistan en el recorrido un nuevo punto de asistencia. No se mueve un alma en la calle, ni hay apenas tráfico: alguna ambulancia y muchos repartidores de comida a domicilio. La UES es como el Glovo de las personas sin hogar, con un matiz de concepto: "Esto no son pedidos, es asistencia social de emergencia".

00:15

Se hace miércoles casi al final del servicio. La unidad ha barrido Córdoba de Poniente a Levante en su ruta de asistencia: la última parada es bajo el puente de Ibn Zaydun que cruza las vías del tren. Allí vive un grupo de magrebíes en una chabola, literalmente con las ratas. Surge un pequeño debate improvisado analizando la situación infrahumana entre los miembros de Cruz Roja, pero acaba tomando peso la consigna de José María: el cometido del voluntario aquí no es juzgar a nadie, sino cumplir con la misión de atender.

Al cabo de un rato esperando que acabe un operativo policial en el entorno, son ellos los que tienen que salir de la chabola y acercarse a la furgoneta, aparcada a 50 metros. No hablan mucho español, pero se muestran agradecidos con los voluntarios, en contraste con el trato hacia los agentes. Tras coger la comida regresan debajo del puente, desapareciendo entre la oscuridad y con el sonido de las ratas corriendo.

01:00

Cuatro horas más tarde se da por finalizado el servicio. La furgoneta entra de nuevo en "la sede". En total, han atendido a 52 usuarios de los 60 que estaban previstos en la noche. "Ha habido gente que no se ha presentado", insiste M. López, aludiendo al frío. En épocas del año con mejor tiempo, se puede atender hasta a 90 personas en un servicio, señala, pero no en verano. Con el calor, muchos de los usuarios habituales se marchan de Córdoba hacia localidades de costa donde se aglutina más gente. En esto del sin hogarismo, se desplazan según la campaña de invierno y verano, como puro instinto de superviencia, aclara José María. 

Aunque se hace aún más tarde después de descargar la furgoneta y recoger, y aunque quedan menos horas para entrar a trabajar e ir clases de universidad, "merece la pena", afirman Antonia y María Martín. "Es gratificante, al día siguiente siempre me levanto con todas las ganas de las ganas del mundo, no es lo mismo que cuando llegas a tu casa de fiesta", apunta María López. "A parte de que yo esté muy a gusto con ellos, que lo estoy, para mí es muy importante porque es un ejemplo que le estoy dando a mi hija", concluye José María por su parte. 

Pasada la 01:00 de la madrugada, la aplicación del móvil marca -1 grado en Córdoba. En el momento de abandonar la sede y poner punto final, María López remueve la consciencia ajena por última vez: "Si tienes frío, imagínate ellos que duermen en la calle". 

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