Escuela de Skate Córdoba

En busca del mejor truco sobre la tabla de skate

  • La Escuela de Skate de Córdoba realiza sesiones todos los martes a las 19:30 en el skatepark de Cañero

Un alumno practica con Javier García.

Un alumno practica con Javier García. / Juan Ayala

Las instalaciones del skatepark del barrio de Cañero fueron remodeladas en 2016. Desde entonces, sus rampas han ganado mucha popularidad, especialmente al ser el único lugar habilitado para la práctica de este deporte en la capital cordobesa. Entre sus rampas ha nacido la Escuela de Skate de Córdoba, coordinada por Luis Cuenca, a la que cada martes acuden personas de todas las edades para recibir nociones que les permitan manejar la tabla como una parte más de su cuerpo.

Desde las 19:30 se puede ver que a los grupos de skaters habituales se unen los de la escuela, comandados por el propio Luis o por Javier García, quienes proponen desde ejercicios de estabilidad hasta trucos complejos en la rampa, según el nivel de cada alumno.

Luis explica que esta escuela existe gracias a Sergio Luque, dueño de la única tienda relacionada con este deporte en la ciudad, que organizó una jornada de puertas abiertas “para dar a conocer las clases, nos encontramos con 20 niños”. Para Luis, que cursó el ciclo superior en Educación y Deporte, esto supuso una motivación que le llevó a “averiguar las cosas por mi cuenta, cogí mis cosas y empecé a celebrar exhibiciones en los colegios”.

En el último año y medio, esas muestras que comenzaron en los recreos se convirtieron “en un taller de iniciación, los niños lo celebraban tanto cada vez que había una sesión que lo propuse como actividad extraescolar”. Así, la escuela de Luis ha llegado a los centros Séneca, Maristas y El Carmen, en los que se mantiene desde septiembre. Aunque también da clases para patines de línea, “prefiero el skate, porque en los cinco años que llevo patinando es que lo que más me ha gustado hacer, no hay quien me baje de al tabla”.

Sus esfuerzos para sacar adelante esta escuela “son máximos”, tanto que proporciona sus propias tablas y rampas que él ha construido para poder enseñar en sus clases. Además, intenta que “una vez al mes se haga una salida de patinaje por el vial con los grupos de niños, no siempre es posible, pero es algo que disfrutan mucho”.

Luis Cuenca practica un salto con la tabla. Luis Cuenca practica un salto con la tabla.

Luis Cuenca practica un salto con la tabla. / Juan Ayala

Para los adultos, Luis hace uso del skatepark de Cañero para dar “clases tan productivas como podamos” a los más de 12 alumnos que practican allí. Con las instalaciones y el equipamiento asegurados, una de las dificultades que afronta esta escuela pionera en la ciudad es “equiparar el nivel de las clases al de cada persona, muchos vienen por primera vez y hacen clases de iniciación mientras que otros ya llegan con un nivel y quieren hacer más cosas”.

Para que todos disfruten de la sesión lo máximo posible, divide el trabajo con Javier García para hacer dos grupos con niveles distintos y, en la medida de lo posible, equiparados. Esta última semana, por ejemplo, tres nuevas alumnas se han decidido a probar el deporte, para lo que han recibido una clase en la que han comenzado a hacerse amigas de las tablas, trabajando especialmente el equilibrio y el impulso sobre las mismas.

En estas clases, Luis procura sacar el máximo partido posible del tiempo del que dispone, por lo que intenta asentar los conceptos técnicos, sobre lo que matiza que “no hay una edad para aprender, conozco a gente con más de 40 años que está empezando a patinar ahora”.

En el grupo más avanzado se practican movimientos más complejos en las rampas e incluso algunos trucos, dependiendo del nivel de cada pupilo, que les permite ver la evolución de su manejo con la tabla y atreverse con saltos que requieren cada vez más habilidad. Con suerte, a la Escuela de Skate de Córdoba le espera un largo recorrido en el que seguir creando nuevos amantes de este vistoso deporte.

Alumnas tras su primera clase. Alumnas tras su primera clase.

Alumnas tras su primera clase. / Juan Ayala

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