San Agustín 30 años después

Vecinos y comerciantes confían en que el barrio recupere la vitalidad que perdió coincidiendo con el cierre de la iglesia que reabrió sus puertas el 28 de septiembre

Rafael C. Mendoza

12 de octubre 2009 - 01:00

A los vecinos de más edad del barrio de San Agustín aún les cuesta creer que aquella ruinosa iglesia a la que solían acudir cada domingo -algunos aseguran que lo hacían casi a diario- se ha convertido en una joya patrimonial de primerísima línea en la ciudad. Puede decirse que desde el pasado 28 de septiembre, la fecha en la que reabrió sus puertas después de algo más de 30 años cerradas, no hay otro tema de conversación en el entorno de la plaza, sobre todo en los comercios. Los más jóvenes no llegan a comprender la importancia que tuvo en su día este templo, pero quienes pasan de los 40 y se criaron en calles como el Pozanco, Montero, Jesús Nazareno, Obispo López Criado o en la misma plaza de San Agustín. No dudan lo más mínimo al afirmar que los años más prósperos de este barrio fueron aquéllos en los que el templo se encontraba abierto al culto y más aún cuando la Virgen de las Angustias aún no había viajado rumbo a San Pablo.

Entre las historias que vivieron en primera persona y las que les contaron padres y abuelos cuando eran todavía niños, vecinos y comerciantes de San Agustín podrían sumar varios centenares de relatos. Recuerdan con gran nitidez detalles como el mercado ambulante que se instalaba cada mañana justo en el centro de la plaza y hasta los nombres de los comercios y las familias que residían en las casas más próximas a la iglesia que ha sido recientemente restaurada. Carmela concreta a este respecto que "quienes estamos hoy aquí nos sentimos de San Agustín y no queremos irnos por nada del mundo". Es un sentimiento que comparten algunas de las clientes que aguardan su turno en la frutería que regenta Ángela Raigón a pocos metros de la plaza.

Al oír que la conversación gira en torno a los cambios que este punto del Casco Histórico ha experimentado en las últimas tres décadas no son pocos los vecinos que se animan a participar en el debate. Algunos de ellos se refieren a "lo mucho que ha tardado la obra" y tratan de encontrar una explicación en el elevado coste de la misma. "Mi madre y mi abuela dijeron un día que no verían terminada la iglesia y qué razón tenían, porque murieron sin ver cumplido su sueño", destaca Luisa al hacer hincapié en la demora de esta actuación.

Hablar del carácter ruinoso que tenía la iglesia lleva obligatoriamente a bucear en la historia del templo, uno de los más castigados por las guerras en las que se ha visto inmersa la ciudad a lo largo de los tiempos. Pasando por alto el deterioro que pudo sufrir desde que la mandó construir el rey Fernando III el Santo en el siglo XIV, el primer desastre lo vivió a principios del siglo XIX (1808) tras la invasión de las tropas francesas de Napoleón, que la convirtió en un cuartel. Poco más de una centuria más tarde, tanto en 1931 como en 1936, sufrió dos incendios.

Al hablar de los desastres ocasionados tanto en la I República como en la Guerra Civil, como es lógico, sólo los más mayores tienen vagos recuerdos de lo sucedido, pero lo que nadie puede olvidar es la progresiva "ruina" en la que fue cayendo la iglesia de San Agustín hasta que se desplomó el ala de un angelote a mediados de los años 70. "Aquello fue simplemente la gota que colmó el vaso. Por fortuna no hubo que lamentar daños humanos, ya que sólo se rompieron unas bancas, pero pudo ser peor", precisa un vecino al recordar aquel último acontecimiento.

Abordar la incidencia del conflicto que se desarrolló en España entre 1936 y 1939 obliga a hablar a los residentes de San Agustín del traslado de la imagen de la Virgen de las Angustias a la casa de una de las vecinas próximas a la iglesia. Es una de esas historias que se saben de memoria. "Había miedo a que la Virgen pudiera perderse cuando se inició la quema de iglesias en todo el país, así que se parece ser que se optó por refugiar a nuestra Virgen en una casa para que no le ocurriera nada", relata otra vecina.

"¿Han pasado tres décadas desde entonces?", se pregunta la regente de otro de los comercios de la plaza. Le cuesta echar la vista atrás, pero se contesta a sí mismo y concluye que "es verdad que todo ha cambiado mucho desde entonces". Algunos de sus clientes le ayudan a recordar cómo era el barrio antes de que San Agustín cerrara sus puertas. Es el momento de comparar los cambios que ha habido en el barrio tanto en el capítulo comercial como en la pérdida de habitantes. María señala que hace 30 ó 40 años había más tiendas de las que hay ahora. Carnicerías, pescaderías, floristerías y hasta comercios de tejidos vivieron su época dorada entre las décadas de los 50 y 60 -curiosamente cuando la Virgen de la Angustias se encontraba aún en el interior del templo-. "A San Agustín venía gente de todas partes de la ciudad para comprar en nuestras tiendas, pero hoy todo cambiado mucho", señala una de las clientas de este comercio.

Los cambios han sido "tan bruscos" en estos 30 años que han llegado a afectar hasta al perfil del vecino de este enclave situado en la Ajerquía Norte. Los residentes consultados explican que las casas han pasado a ser unifamiliares y los más jóvenes se marcharon a otros lugares, "lo que llevó al envejecimiento de la población". En la actualidad, por tanto, hay pocos jóvenes que residan en el tortuoso entramado callejero de San Agustín. Por este motivo -y por muchas razones más, "pero sobre todo por ésta"- los vecinos y comerciantes analizan la reapertura de la iglesia de San Agustín en términos de esperanza. Consideran que la remodelación del templo que dio nombre al barrio puede conllevar desde la llegada tanto de turistas como de los propios cordobeses y que ello puede hacer que "el barrio recupere la vitalidad perdida" hace 30 años.

Aunque también hay escépticos en este sentido -"los turistas se toman una botella de agua y sólo si hace calor, pero muy poco más de esto", señala el frutero Francisco Cuevas-, la tónica habitual del barrio es pensar que la recuperación de la iglesia es una especie de maná que mejorará su calidad de vida. "¿Por qué no nos va a ir mejor de lo que nos va ahora?", pregunta una de las clientes de la tienda de Francisco. "Lo mejor es pensar que sí será así", matiza.

La única espinita que siguen teniendo clavada es la ubicación de la Virgen de las Angustias en San Pablo en lugar de San Agustín, el templo en el que, según dicen con unanimidad, "debe estar nuestra Virgen". Algunos vinculan su niñez a la presencia de la titular en el interior de la iglesia y no olvidan las madrugadas del Viernes Santo, "cuando la Virgen estaba en la calle hasta las cinco y las seis de la madrugada".

Algunos señalan que no descansarán hasta que vean la talla de Juan de Mesa de regreso "a su casa" y que harán "lo que sea" para que así sea. Campañas de recogida de firmas o "pedírselo a quien haga falta". Afirman que restaurada la iglesia, "que era lo más difícil", el regreso de la imagen del escultor cordobesa "no ha de ser una misión imposible". El optimismo reina ahora en San Agustín.

stats