Los Reyes Magos se imponen a la lluvia y reparten ilusión por la ciudad
EPIFANÍA
Media hora antes de lo previsto y con paso rápido, Melchor, Gaspar y Baltasar se acompañan de su séquito de Minions y Pinochos para hacer las delicias de los más pequeños
Nada, ni siquiera la lluvia, pudo con la ilusión. El cortejo al completo de Sus Majestades los Reyes Magos salió ayer en la Cabalgata a pesar de que el cielo estuvo encapotado durante todo el recorrido y de que en algunos momentos del trayecto una pequeña llovizna hizo actos de aparición. Pero como tan solo fueron unas gotas de nada el Ayuntamiento y la Federación de Peñas, coorganizadores de la cita, montaban las carrozas junto al Estadio de El Arcángel antes de las 16:00. Cocineros, Minions, Pinochos y Olafs abrían pasado al gran cortejo real.
Aunque la Cabalgata tenía prevista su hora de inicio a las 17:00, el Consistorio decidió adelantar media hora la salida ante la previsión de que las precipitaciones más fuertes llegaran sobre las 21:00. Eso hizo que muchos cordobeses se aventuraran al Sector Sur, punto de partida de las carrozas, para asegurarse el encuentro cara a cara con Melchor, Gaspar y Baltasar. Es más, el inicio del cortejo estaba previsto para la plaza de Santa Teresa, pero justo donde acaba el puente de El Arenal cientos de personas ya se congregaban para rascar algún que otro caramelo.
Y vaya que si rascaron. Las ganas de Cabalgata hicieron que los niños de las carrozas lanzaran desde el primer momento cantidades ingentes de chuches, tanto que la organización pidió que ralentizaran el ritmo de tirada porque así no llegaban ni al primer punto de repostaje.
Los paraguas fueron protagonistas y no precisamente porque lloviera. Ante el cielo oscuro todo el mundo iba cargado con los paraguas que finalmente sirvieron para captar más chuches de la cuenta. Si normalmente esta técnica ya está bastante extendida, ayer conseguir un caramelo al vuelo era casi un imposible porque las golosinas tenían dueño antes de si quiera llegar al suelo.
Así lo explicaba una abuela que iba con sus tres nietos a ver la Cabalgata en sus inicios. "Yo me lo traigo siempre y la gente me mira mal, pero este año todo el mundo lo lleva y nadie me puede decir nada", comentaba María intentando que el menor de sus nietos no se le escapase entre las piernas de un gigante interpretado por uno de los integrantes de Hermanos Moreno.
Sin apenas lluvia fue avanzando este cortejo que iba abriendo una carroza en la que dos artistas circenses dejaban la boca abierta a los niños dados sus peinados kilométricos. La temática infantil copó la Cabalgata con personajes fácilmente reconocibles por los más pequeños como Elsa y Ana, Pepito Grillo y Pinocho y Los Minions. Pero como la jornada iba de contentar a todo el mundo y al fin y al cabo la Epifanía es un acto religioso, tampoco faltaron las carrozas con la Estrella de la Anunciación, el Portal de Belén y por supuesto, los Reyes.
Los pasacalles, las bandas de música, la Cartera Real y hasta funcionarios de Correos abrían paso, eran los teloneros de las carrozas importantes. Los hay que son más de Baltasar, otros tiran más por Gaspar y algunos prefieren a Melchor. Preferencias aparte, es cierto que las carrozas de los Reyes Magos y las de sus respectivos pajes fueron las más generosas. Caramelos, chocolatinas, dispositivos electrónicos como USB, lápices, agendas y un largo etcétera de productos volaron por las cabezas para que aquellos que llenan bolsas y bolsas hicieran placajes ante la necesidad de ampliar la colección de minimaterial de oficina.
El recorrido continuó su senda habitual. Desde la plaza de Santa Teresa giró hacia la avenida de Cádiz, de ahí al Puente de San Rafael (donde estaba terminantemente prohibido tirar caramelos) y a partir de ahí encaró su camino hacia el Centro. Es aquí donde el cortejo siempre adquiere un aire aún más navideño si se puede dado que al caer la noche las luces de Navidad se encienden. La Banda del Amor entonó los sones de Ya vienen los Reyes Magos antes de que la Cartera Real cruzara la mitad de Ronda de los Tejares. Se notó en esta zona menos ambiente que otros años, quizá porque ante el miedo de que la Cabalgata se tuviera que suspender la mayoría de cordobeses se curó en salud y se fue al principio del cortejo.
Aún así, el Centro de la ciudad recibió al Rey Melchor con fuegos artificiales que no dejaron de verse hasta que no pasó la última carroza, la de Baltasar, que además lo dio todo a la hora de echar regalos en esta calle para el regocijo de los allí presentes que ya no tenían manos ni bolsas para abarcar tanto presente.
El tiempo siguió acompañando durante todo el trayecto ya que no cayó ni una gota en todo el discurrir de Sus Majestades y su séquito por el Centro y por la plaza de Colón. Finalmente no hubo que utilizar el Palacio de la Merced para la recepción real por lo que el edificio fue un mero observador de la Cabalgata.
Hasta Ollerías fueron a ritmo rápido las carrozas, dada la amenaza de lluvia, para variar por primera desde hace muchos años su recorrido. Con la Ronda del Marrubial impracticable para los grandes carros dadas las obras para su mejora, la vía alternativa fue la avenida Agrupación Córdoba, donde los niños vaciaron las bolsas de gominolas (aunque seguro que alguno se llevó alguna entera a casa para autopremiarse por el trabajo bien hecho).
Y así, desafiando y plantando cara a la lluvia, Melchor, Gaspar y Baltasar se adentraron un año más en las calles de la ciudad para saludar a los más pequeños (y también a los mayores) antes de ponerse manos a la obra para repartir la magia que solo ellos saben hacer. Ahora sólo queda descubrir si se ha sido tan bueno durante el año como uno pensaba para que el árbol, los zapatos o los pies de las camas estén llenos de regalos. Si no, siempre se puede esperar hasta el año que viene, aunque llueva.
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