"Quise dedicar la medalla a mis abuelos, ellos han sido mis ángeles estos años"
Lourdes Mohedano. Gimnasta del Equipo Nacional de Rítmica
La primera cordobesa en colgarse una medalla olímpica regresa para recibir el homenaje de su familia y de las instituciones. Asegura que estos años ha disfrutado más que cuando empezó.


A menudo el carácter de los deportistas de élite tiende hacia el hermetismo. La fama trae consigo ese tipo de consecuencias y los valores que caracterizan a cualquier práctica deportiva quedan a un lado cuando se alcanzan altas cotas de popularidad. Cada vez es más complicado encontrar deportistas exitosos que se muestren cercanos a sus seguidores, que sean capaces de soportar horas y horas de atención a esa gente que les venera y les tiene como modelos a seguir. Afortunadamente, siguen quedando honrosas excepciones y una de ellas es Lourdes Mohedano. La gimnasta de Peñarroya-Pueblonuevo ha conseguido este verano el mayor éxito de su carrera deportiva: la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Río 2016 como integrante del equipo español. Un hito que la convierte en la primera mujer cordobesa en conseguir una medalla olímpica, pero que no ha variado un ápice su sencillez y cercanía. Tras una temporada agotadora y exigente como pocas, Mohedano quiso volver a su Córdoba natal con la medalla colgada al cuello y acercarse a su gente para hacerles partícipes del éxito logrado. El orgullo que siente por su tierra es sincero y así lo demuestra cada vez que tiene ocasión, al igual que el agradecimiento a su familia, elemento clave en su devenir deportivo desde que con apenas tres años decidiera probar con la rítmica. A sus 21, Lourdes ha vivido mucho más que la mayoría de las chicas de su edad y ha tenido que quemar etapas con la misma agilidad con la que recoge las mazas o las cintas durante un ejercicio con sus compañeras del equipo nacional. Quizás por eso su discurso no es manido y cargado de tópicos. A pesar del alboroto que vive en su breve paso por Córdoba, donde ha ido de homenaje en homenaje, muestra una clarividencia a la hora de expresarse que encandila, siempre con una perenne sonrisa en la cara que, desde luego, tiene motivos de sobra para lucir.
-Vuelve a Córdoba y la ciudad le rinde homenaje en Vista Alegre, un pabellón que debe traerle grandes recuerdos.
-Empecé aquí con cinco o seis años, hasta que me fui a Madrid ya con 13 años. Todo ese tiempo he estado aquí, con muchas competiciones y entrenamientos en este pabellón que tan importante ha sido en mi carrera. Y para colmo el recibimiento fue impresionante, no me esperaba tanta gente a la hora de recibirme y la verdad es que me encantó. Estoy muy contenta de ver a tantas niñas en el acto y a todas ellas las animo a que sigan trabajando con mucha ilusión, porque este deporte es muy bonito. Muy sacrificado también, pero sobre todo muy bonito.
-¿Cómo empezó Lourdes Mohedano en la gimnasia rítmica?
-Antes de la gimnasia rítmica probé con el ballet pero me di cuenta de que no era lo mío, que necesitaba alguna actividad más dinámica y menos clásica. Entonces mi madre se enteró de que en Eduardo Lucena -el colegio de su infancia- había clases de gimnasia rítmica como actividad extraescolar y decidió apuntarme para probar. Desde entonces y poco a poco me fue gustando más, empecé a tomarlo más en serio y... aquí estamos.
-Dicen sus familiares y los que la conocen de toda la vida que usted era puro nervio de pequeña. La disciplina que requiere la rítmica le vino bien para canalizar tanta energía.
-Es así, de pequeña no paraba de saltar y hacer gimnasia en casa. Y es cierto que este deporte me ha enseñado mucho, sobre todo a partir de marcharme a Madrid. Con 13 años abrí una etapa nueva. Era muy pequeña y tuve que aprender por mí misma a hacer las cosas. Tenía siempre la ayuda de mis padres y mi familia pero con la distancia de por medio no es lo mismo. Y la verdad es que eso me sirvió para aprender mucho.
-¿Cuándo dejó de ser un juego la rítmica para convertirse en algo más?
-Nunca pensé en que quería llegar a unos Juegos Olímpicos o incluso a la selección nacional. Nunca he tenido esa ambición marcada desde pequeña. He ido disfrutando de cada etapa de mi trayectoria deportiva y creo que eso ha sido lo que me ha ayudado a conseguir lo que he conseguido, aunque el ritmo de vida fuera exigente y desde muy pequeña. Pero si tuviera que decir a partir de un año, sería en 2008 cuando entré en la selección. Ya tenía que trabajar de otra manera, con más intensidad y mayor número de horas cada día. Era todo distinto a los entrenamientos del club, una historia completamente nueva.
-¿Disfruta más ahora como profesional de su deporte que cuando era una niña?
-Pienso que a medida que vas creciendo vas dándote cuenta de lo que estás consiguiendo con tu esfuerzo y tu dedicación en el día a día. Tienes más cabeza, más madurez y disfrutas más con lo que haces. Por eso creo que estos años en el equipo nacional los he disfrutado más que cuando empecé a hacer gimnasia.
-Con 13 años pone rumbo a Madrid a formar parte de la selección nacional. Duro para una niña tan joven.
-Al principio fue muy complicado porque con esa edad lo lógico es estar rodeado de tu familia y tener cerca a tus padres. Me costó bastante, los echaba mucho de menos. De hecho cuando volvía a Córdoba de visita los fines de semana casi siempre me volvía para Madrid llorando. Pero fue gracias a ellos, a mi familia, que fui superando ciertas cosas, ciertos momentos, hasta llegar aquí.
-¿Le costó mucho hacerse a la vida en una residencia de deportistas como la Blume?
-No, realmente no, porque no me quedaba otra. No había alternativa, me tuve que adaptar rápido a todo: al doble de horas de entrenamiento, a una disciplina mayor. Pero tuve que hacerlo rápido porque de otra manera no iba a llevarlo bien y eso iba a influir en mi rendimiento en los entrenamientos. Y la verdad es que no fue fácil pero con ayuda de mi familia lo supe llevar mejor.
-Supongo que no se le olvidará el primer día en el que llegó para quedarse.
-Para nada, ese día se me hizo un nudo en el estómago. Ahí fue cuando de verdad me di cuenta de que empezaba una nueva etapa, sin mis padres, en la que iba a tener que aprender a hacer las cosas por mí misma, sin tenerlos a ellos de manera tan directa. Pero ellos confiaban en mí. Si yo quería irme, me iba a ir. Siempre han hecho lo que yo quería hacer y me han ayudado en todo.
-¿Cuántas veces pensó en volver a casa?
-Es algo que llegas a pensar, pero al tener la libertad siempre de poder volverme o seguir allí si así lo decidía y la libertad que mi familia me daba en ese sentido, me di cuenta por mí misma de que realmente quería estar allí.
-¿Qué significan Córdoba y Peñarroya para usted?
-Córdoba es mi ciudad, donde nací y siempre he vivido. Mis amigos, mi colegio, mi infancia está aquí y siempre he defendido con orgullo la tierra de la que vengo. Y Peñarroya-Pueblonuevo es donde están mis raíces, mi familia es de allí y es el lugar de las reuniones familiares, siempre guardo buenos recuerdos cuando estoy por allí y el cariño que la gente del pueblo me da.
-¿Tiene la sensación de haber quemado etapas en su vida de manera muy acelerada y asumiendo cosas que normalmente van por delante de su edad?
-Sí, es cierto. Pero es que la gimnasia rítmica es así. Desde muy pequeñita tienes que empezar con un ritmo alto de trabajo hasta que tu cuerpo y tu cabeza aguanten. Este deporte es así, dura muy poco una trayectoria deportiva, a los veintipocos años ya eres vieja. De hecho, en los Juegos de Río nosotras éramos ya un equipo veterano y todas tenemos poco más de 20 años. Así que como es tan corta tu trayectoria, pienso que me ha ido viniendo cada año como tenía que ser.
-Cuando se confirmó la medalla de plata al final de la competición, miraba usted al cielo del pabellón.
-Se lo quise dedicar a mis abuelos, que ya no están conmigo físicamente pero que siempre me seguían en cada competición. Ellos han sido mis ángeles en todos estos años que he estado compitiendo, siempre han estado conmigo, lo he notado. Y se lo ofrecí a ellos porque esa medalla es en parte también suya, sé que de algún modo se sentirán muy orgullosos.
-¿Qué siente desde dentro en plena competición y en un pabellón tan imponente como el Río de Janeiro? ¿Cómo se aguanta la presión del momento?
-Escuchas a la gente animar, pero tienes que estar muy concentrada en la ejecución del ejercicio. Aunque es verdad que nosotras salimos en esta competición a disfrutar, muy tranquilas, y eso fue también decisivo. De hecho, fue la mejor competición que hemos hecho en nuestras vidas. Salimos pensando que lo que tuviera que pasar, pasaría y plenas de confianza por el trabajo que había detrás. Y conseguimos levantar al pabellón.
-Sesenta y cuatro medallas acumula el equipo español desde que, con usted como integrante, se formó en 2009. ¿Qué tienen de especial respecto a otros conjuntos anteriores?
-Siempre nos dicen que tenemos la garra y la fuerza española y creo que es verdad. Todas somos muy fuertes y le damos esa expresión tan característica a los ejercicios. Además, este es un conjunto muy unido. Muy pocas veces nos peleamos y eso es muy importante a la hora de competir a este nivel porque pasamos 24 horas juntas. Creo que lo más especial que tenemos es esa unión, el querer luchar por un mismo objetivo, la tranquilidad que nos transmitimos unas a otras y el afán de lucha y superación.
-Esta vez estuvo muy cerca el poder superar al equipo ruso, pero el nombre sigue pesando demasiado en su deporte.
-Siempre contamos con que las rusas tienen mucho apoyo por parte de los jueces y sabíamos que superarlas iba a ser muy difícil. No es imposible porque ya se vio que les estábamos ganando hasta el último momento, de hecho a la final entramos como las mejores, pero de todas maneras contábamos con ese apoyo que ellas suelen tener. Nosotras ya estábamos contentas tras acabar el segundo ejercicio, el mixto, porque nuestro objetivo estaba cumplido. Sentíamos que no podíamos hacer más ni mejor nuestro trabajo y nos quedamos muy satisfechas por ese sentimiento de haber hecho nuestro trabajo de la mejor manera. La medalla tiene que llegar por la nota de los jueces pero nosotras nos quedamos satisfechas antes de saber el resultado final. Hemos trabajado mucho y se ha visto en Río que hemos podido ganarles. A las rusas no las veo como rivales imposibles de superar. Es muy difícil, por supuesto, pero para nada imposible.
-Cada vez que viene a Córdoba se arma un gran revuelo, tiene usted una legión de pequeñas seguidoras. ¿Siente la responsabilidad de sentirse el modelo a seguir por tantas jóvenes?
-Es un orgullo que sea así. La gimnasia es un deporte muy sacrificado, pero muy bello, y aunque sea duro no puedo hacer otra cosa que animar a todas las niñas que practican este deporte a que no pierdan la ilusión por seguir superándose.
-¿Consigue disfrutar del anonimato cuando vuelve a casa? Aquello de pasear ajena al resto del mundo.
-Agobiarme nunca me han agobiado. Pero sí que es cierto que la gente cada vez más te conoce y te pide hacer fotos por la calle. Pero la verdad es que es algo que también me gusta porque se me reconoce el trabajo de tantos años y antes eso tampoco pasaba.
-Nunca tiene un no para alguien, especialmente para las más pequeñas que se acercan para hacer una foto o pedirle un autógrafo.
-Porque yo también fui niña, yo también deseaba esto y las comprendo perfectamente. Además a mí no me cuesta nada hacerlo, es algo que hago encantada.
-Dígame, ¿cómo aguanta el cuerpo tantos años trabajando al máximo nivel en un deporte tan exigente?
-Sufres bastante y las lesiones son algo casi del día a día. Yo de hecho he tenido problemas de pies y de espalda. El pie me dio problemas y tuve que operarme el año pasado, pero aun así siempre te queda alguna molestia. La espalda también sufre bastante y no te impide competir, porque acabas acostumbrándote, pero esas molestias están ahí.
-Su palmarés es envidiable. ¿Le siguen quedando sueños por cumplir? ¿Qué viene ahora?
-Eso algo que no sé ahora mismo. En todos estos años siempre hemos marcado objetivos a corto plazo. Ahora mismo toca descansar y disfrutaré de esta medalla con mi familia. Descansar es lo que más necesito para recuperarme bien, en cuerpo y mente, y sobre todo desconectar un poco.
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