Predestinado para una mitra que no ha tardado

En su currículum destacan dos doctorados, un máster y el dominio de cinco lenguas, entre otros méritos

Un vistazo al currículum de Mario Iceta deja bien a las claras que la mitra iba a caer tarde o temprano. Nacido en Gernica (Vizcaya) en 1965, inició la carrera sacerdotal en Navarra y la culminó en Córdoba, donde se ordenó el 16 de julio de 1994. También es doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra, doctor en Teología por el Pontificio Instituto Juan Pablo II, máster en Economía por la Fundación Universidad Empresa de Madrid y la UNED. También tiene los estudios superiores de solfeo, canto coral, armonía y piano y, además del español, habla euskera, inglés, italiano, francés y alemán. Una formación fuera de lo normal.

Iceta cuenta que llegó a Córdoba gracias a la acogida que le brindó el obispo José Antonio Infantes Florido, amigo de los padres de un amigo suyo. Él le abrió las puertas de la Diócesis y le insistió en que acabara el doctorado en Medicina. El siguiente prelado, fue quien lo mandó a Roma para que alcanzase el grado máximo en los estudios de Teología.

El actual obispo de Córdoba, Juan José Asenjo, ha sido quien se ha beneficiado de esta formación. Cuando tomó posesión de la sede de Osio se encontró a Iceta como párroco en Almodóvar, y no tardó en destinarlo a misiones de mayor envergadura como la parroquia de Santo Domingo, la segunda más importante de Lucena, donde compatibilizó el cargo con el de vicario de la Campiña. Este destino sólo le duró dos años, ya que cuando se reforma el Cabildo Catedral en 2006 lo nombra canónigo, lo que en aquel momento hizo vislumbrar la posibilidad de ser uno de los candidatos a suceder a Miguel Castillejo al frente de CajaSur. Pero no fue así del todo, puesto que llegó al consejo de administración en su condición de penitenciario.

En los últimos días de 2006, cuando la marcha de Juan Moreno de la presidencia de la caja cordobesa era inminente, Asenjo nombra para este cometido a Santiago Gómez Sierra y a Iceta lo nombra vicario general, con lo que se garantiza tener de colaborador directo a una persona de plena confianza, aunque siempre pesaba sobre él el temor de que en cualquier momento le podían nombrar obispo.

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