La Policía frustra la ocupación de varias viviendas en la urbanización Azahara
Seguridad - Denuncia de los inquilinos
Los vecinos viven atemorizados desde hace dos días porque un grupo de personas merodea por la zona e intenta acceder a los pisos. Algunos de los 'ocupas' tienen antecedentes.
Impotencia, miedo, desilusión. Es lo que sienten las 50 familias que habitan en la urbanización Azahara, en la carretera de Palma del Río, ante lo que llevan viviendo desde el pasado lunes. Ese día, un grupo de personas forzó una de las rejas de las ventanas de uno de los pisos y accedió al mismo de manera irregular con la intención de ocupar la vivienda, una situación que se volvió a vivir ayer a plena luz del día, si bien la intervención y mediación de la Policía Nacional logró frustrar la acción. Lo hicieron tras hablar con estas personas, quienes tras acceder a la casa, destrozar la cerradura y romper las protecciones exteriores, accedieron a marcharse.
Y es que lo vivido ayer en esta urbanización es, cuando menos, surrealista. Los vecinos tenían prevista una reunión de la comunidad y alertados por lo ocurrido la noche anterior decidieron denunciar ante los medios de comunicación lo ocurrido. Cuando quien suscribe esta información y un fotógrafo de el Día llegaron al lugar, tres jóvenes, palanca de hierro en mano, trataban de romper los hierros exteriores de uno de los pisos. Mientras, otro de sus acompañantes vigilaba a unos metros, si bien sin perder la sonrisa no dudó en afirmar: "¿sois periodistas verdad? ¡No os vayáis, que nos vamos a meter!", invitando además a grabar cómo ejecutaban su allanamiento.
Los golpes y patadas a las persianas alertaron a los propietarios. ¡Salid vecinos; bajad ya, que están intentando entrar otra vez! En apenas unos minutos, con ojeras y caras de cansancio tras una noche "en la que no hemos podido pegar ojo", medio centenar de personas se concentró en el patio de la urbanización, pero no pudieron parar la ocupación. Al menos cinco personas -tres mujeres y dos hombres- estaban ya en uno de los pisos de la planta baja, mientras que otros dos jóvenes que habían colaborado en los destrozos para entrar en la casa huyeron del lugar. Ya dentro, uno de ellos golpeaba con fuerza la puerta con el fin de destrozar la cerradura, mientras que otro se dirigió hacia la mediana de la carretera que separa la urbanización del barrio de las Palmeras, donde dejó las barras de hierro utilizadas en el asalto, las mismas que otra persona se encargó de retirar y esconder para que no fueran localizadas por la Policía.
Mientras, la tensión y la indignación en el patio de la urbanización dio paso a llamadas y más llamadas a la Policía Nacional, que en apenas diez minutos se personó en el lugar con varias dotaciones. Cuando llegaron, ya era tarde y ante la imposibilidad legal de evacuar a los ocupantes del piso sólo quedaba la vía de la negociación para que estos cinco individuos abandonaran el inmueble. Los vecinos no daban crédito a las explicaciones de los agentes y a los límites normativos que impedían cualquier acción de desalojo. A partir de ahí, algunos episodios de ansiedad, impotencia contenida y rabia, mucha rabia.
"Somos familias trabajadoras, que nos vamos a las siete de la mañana y volvemos por la noche. ¿Cómo nos vamos a marchar tranquilos sabiendo que esta gente está aquí?", comentaba Rafa, quien escuchaba atentamente a los policías y negaba con la cabeza sin entender lo que estaba pasando. "¡Pero si acaban de entrar con barras de hierro en la mano hace cinco minutos! ¿Qué hacemos ahora", decía entre lágrimas otra de las vecinas desconsolada, buscando una explicación a lo que estaba pasando, mientras que los policías repetían una y otra vez que "otra cosa no podemos hacer".
La tensión iba subiendo por momentos, mientras que los ocupantes, ya acomodados en la vivienda, salían incluso a la terraza y reivindicaban entre risas "¡una casa digna, eso es lo que queremos!". La Policía Nacional, tras identificar a las cincos personas que habían ocupado el piso -de los que dos ellos cuentan con antecedentes- trató de convencerles de que abandonaran la casa, a lo que accedieron tras una hora y media en el interior y haber colocado ya algunos colchones con la intención de quedarse allí mientras pudieran.
Pero lo de ayer en la urbanización Azahara no fue más que la continuación de lo ocurrido la noche anterior, el lunes, cuando un grupo de personas realizó un intento de ocupación en otra de las viviendas. Entonces, el modus operandi fue el mismo, con el agravante de que "no estaban solos, sino que unas 150 personas rodearon el edificio para ver el espectáculo y, si tenían éxito, hacer lo mismo con el resto de pisos", denunciaron los propietarios, quienes insistieron en que "durante los tres años que llevamos viviendo aquí no hemos tenido ningún problema, pero desde el lunes los tenemos por aquí con la intención de entrar".
Los inquilinos explicaron a este periódico que este complejo cuenta con unos 60 pisos, si bien la promotora de las obras (Vimpyca) cuenta aún con ocho sin vender, que son los que este grupo de personas quiere ocupar. De hecho, algunos responsables de esta firma se personaron ayer para conocer de primera mano lo sucedido. En la noche del lunes se presentó la primera denuncia y una patrulla de la Policía Nacional estuvo a las cinco de la mañana en la zona para evitar nuevas concentraciones de vecinos e intentos de entrar en las casas. "Algunos no hemos dormido e incluso nos hemos pedido el día en el trabajo porque no nos fiamos. Sabemos que en el momento en el que se vaya la Policía van a entrar", relataba con tristeza Raúl, uno de los inquilinos, mientras que otro añadía que "estamos aquí acorralados, porque se trata de algo planeado y planificado mafiosamente".
Estefanía, que ejerce ahora como presidenta de la comunidad, corría de un lado hacia otro del patio tratando de que la Policía solucionara el conflicto y temerosa, al igual que el resto, de que esto sea sólo el principio de "algo que no nos queremos ni imaginar". Rafa, taxista, mostraba preocupación por sus hijos y las largas horas que pasa fuera de casa, "así que si esta gente de ahí enfrente entra aquí no sabemos lo que puede pasar". Al su lado, otro grupo de vecinos no daba crédito a que la Policía Local -según su versión- desatendiera sus llamadas y les remitiera al Cuerpo Nacional de Policía. "En cuanto se vayan [los agentes] van a volver, porque ya nos avisaron anoche de que iban a entrar de una manera u otra", decía otra mujer.
Porque quienes habitan en esta urbanización son conscientes de "lo que pasa ahí al lado" -en referencia a las Palmeras- pero no se imaginaban que pudieran llegar a estos extremos.
Finalmente, la mediación de los agentes logró acabar con la ocupación, ante la tranquilidad momentánea de los vecinos, quienes incluso se excusaron porque "nos hemos alterado un poco", lamentaba una inquilina. Su preocupación ahora es certificar cuanto antes que se trata de un episodio aislado, que no volverá a producirse una vez que "se relaje" la presencia policial en esta urbanización y que lo que hasta ahora ha sido una convivencia "de respeto" se convierta en algo más. "Ya ha pasado todo, pero el miedo aún lo tenemos", decía otra vecina mientras subía las escaleras hacia su casa.
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