Pérez Giménez, más allá de unos laboratorios

Empresa | El lado humano del conflicto

Los empleados esperan que esta semana acabe el calvario que viven desde que hace más de un año la empresa dejara de pagarles su sueldo

Entrada a Pérez Giménez, en Almodóvar del Río.
Entrada a Pérez Giménez, en Almodóvar del Río.

Hace tan sólo seis años nadie podía intuir que los Laboratorios Pérez Giménez acabarían en una espiral agónica como la que viven estos días. El conflicto que sufre la que fuera una de las farmacéuticas más importantes del país, creadora del famoso Calmante Vitaminado, esconde los rostros de 152 trabajadores que llevan más de un año viviendo gracias a las ayudas de sus familias y amigos, ya que les deben entre 14 y 22 nóminas. La desesperación y nerviosismo es tal que en muchos casos han aparecido problemas médicos. "Ellos no saben realmente lo mal que estamos psicológica y anímicamente, esto no hay quien lo aguante, no sé como lo estamos haciendo", indica Eva Grande, que lleva 20 años empleada en los laboratorios.

El germen de esta empresa surgió a finales de los años 30 a iniciativa del aguilarense Diego Pérez Giménez. Su implantación nacional llegó en 1954 con el desarrollo y comercialización de Calmante Vitaminado, uno de los medicamentos más vendidos del país. En 1973 se trasladó a Córdoba capital pero a finales de 2008 se mudó a Almodóvar del Río y con ello comenzó su decadencia. Antes de esto ni siquiera la expropiación por parte del Gobierno que la empresa sufrió en 1983 a raíz de su asociación con Rumasa -que tenía el 49% de las acciones- acabó con ella, ya que el fundador la recuperó al año siguiente.

La plantilla de los laboratorios, que entonces era de unas 230 personas, nunca había tenido ningún retraso para cobrar sus nóminas, incluso se hacían fiestas de Reyes para los empleados y sus hijos, había regalos en Navidad y se organizaban jornadas farmacéuticas en otras provincias. "Entonces el laboratorio funcionaba muy bien y siempre ha funcionado bien hasta 2001, cuando quisieron dar una imagen más moderna y además trajeron a un director de fuera", rememora Laura Linares, una de las empleadas de más antigüedad ya que entró en los laboratorios en 1974. Ella ha desarrollado labores de oficina y secretaría y en los últimos tiempos incluso se dedicó a vender por teléfono los productos que quedaban en stock. Ahora le deben 14 nóminas.

"Nosotros nos dimos cuenta en 2009 porque ya se escuchaba que algo iba mal en relación a las facturas y proveedores y también por la falta de algún producto", apunta Linares. Sin embargo no fue hasta 2010 cuando todo cambió para estas decenas de familias. La situación "era tan insoportable" que los propietarios destituyeron al director general, Guillermo Sada. Empezaron a dejar de pagar sueldos, algo que "no habíamos conocido nunca", tenían problemas bancarios y "vino el problema gordo" con la nueva gestión. Así empezó "la ruina que tenemos los trabajadores", expone José Ruiz, que lleva 33 años en la empresa.

El laboratorio siempre había sido viable y tenía una buena red de ventas. En su catálogo había alrededor de unos 80 productos entre los que figuraban el archiconocido Calmante Vitaminado, sacarina, bicarbonato, y los supositorios, agua oxigenada y alcohol Cuve. Así que los empleados notaron que algo fallaba porque antes "jamás habíamos tenido un retraso, no nos habían dejado de pagar ni se había dejado de fabricar, ni siquiera con la expropiación", apunta Ruiz.

Los primeros síntomas, según indica este trabajador, aparecieron en 2010: "se veían muchas cosas raras, los pedidos empezaron a bajar, no traían materia prima, se debía dinero a los proveedores y sobre todo el no pagarnos". Fueron meses de confusión y de situaciones tan llamativas como la venta del 96% de las acciones de los laboratorios por parte de los herederos de Pérez Giménez a Tecris por un euro. El grupo prometió hacerse cargo de la deuda de 49 millones que arrastraba la empresa y hacer una ampliación de capital de diez millones en cinco años. Pero no fue así, la farmacéutica se hundió un poco más en el mar de la incertidumbre y comenzó el "calvario" para los empleados.

La mala gestión ha conducido a una situación agónica a esta empresa que "parecía que iba a durar toda la vida", apunta Linares, que cree que "aunque se suban al carro de la crisis para excusarse, con un buen gestor y unos buenos ejecutivos esto no hubiera pasado". A esto añade que "la proyección que quisieron hacer a partir de 2002 fue por encima de sus posibilidades: los genéricos se compraban a terceros mientras que nosotros siempre habíamos trabajado con productos de mostrador, y además se hizo una inversión muy importante en el laboratorio nuevo".

Ruiz coincide en que "esto no es una empresa de ladrillos, que vinieron abajo con la crisis, sino una farmacéutica, y el aguante que hemos tenido y tenemos los trabajadores se debe a que siempre hemos creído en ella".

En la actualidad "hay familias con cortes de luz y a algunas que los van a echar de sus pisos", así que "demasiado pacientes estamos siendo", según Ruiz, que añade que "la gente ha empezado a aburrirse, algunos se han ido, se han hecho ERES, ERTES... esto ha sido una locura". Ahora mismo todos los empleados están activos -el último ERTE acabó en abril, por lo que no cobran su sueldo pero tampoco el paro- pero al laboratorio sólo va una treintena para controlar los puestos técnicos exigidos por Sanidad.

Eva Grande recuerda que cuando entró en los laboratorios hace casi 20 años "se trabajaba a gusto, había buen ambiente con los compañeros y jefes" y tenía un sueldo aceptable, "hasta que llegó Guillermo Sada como director general" y se hizo el edificio en Almodóvar. Empezaron a quedarse mucho rato parados entre proceso y proceso, "cosa que nunca en la vida había sucedido porque antes nos quitaban el producto de las manos para meterlo en los camiones". "Al principio fue light pero luego pasábamos horas y horas sentados con los brazos cruzados y ellos nos decían que era porque había que cumplir unas normas" y entonces "ya pensábamos que eso no podía llegar a buen fin", manifiesta.

El pago de las nóminas empezó a retrasarse y luego cobraban sólo una parte, hasta que llegó un momento en el que dejaron de percibir remuneración por acudir a su trabajo. A Eva le deben 15 nóminas "y este mes, que tampoco lo vamos a cobrar, serán 16" pero a sus compañeros que no entraron en el ERTE les deben 22. "Así no se puede vivir" y en algunos casos "nos hemos estado ayudando entre compañeros". Algunos trabajadores se han derrumbado ante la situación que tienen "porque no pueden tirar de su casa con hijos pequeños". Eva tiene dos hijos y por fortuna su marido trabaja, así que con su sueldo pagan las facturas pero no les alcanza para la comida y gastos extras de los niños, así que "hay que tirar de la familia y los amigos porque no llegamos". "Es muy difícil pedir y no quieres hacerlo hasta que no puedes más, pero tengo dos hijos que no tienen culpa de nada y tienen que estar bien alimentados y vestidos, nos dan ropa y zapatos". Eso "lo estamos pasando todos, unos en mayor grado que otros pero todos".

El caso de Laura Linares es parecido. Su marido tiene un sueldo pequeño y tiene dos hijos, uno desempleado y otro en la universidad. Esta trabajadora confiesa que estos últimos meses han podido salir adelante porque ha vendido una cochera que tenía junto a sus hermanos y ellos le cedieron. Además, como ha estado en el ERTE, los últimos meses ha tenido paro pero el mes que viene ya no cobrará nada, así que se ayudarán de la pensión de su madre, a la que ella cuida. "Así es como estoy viviendo después de tantos años trabajando", lamenta.

En verano de 2011 Tecris traspasó el negocio a la empresa barcelonesa Spheric Nanohealth, del médico Sergio Martínez, que tampoco logró remontar el negocio. Ante la imposibilidad de sacar adelante los laboratorios, a comienzos de 2012 Martínez los depositó en el Juzgado de lo Mercantil de Córdoba. La empresa entró en concurso de acreedores y se puso en manos de unos administradores. Desde finales de 2012 una administración concursal gestiona el proceso. Así, "siguió habiendo más de lo mismo; muchas deudas, cada vez la fabricación a menos porque no había materia prima, el stock se perdió todo, sin cobrar y con muchas movilizaciones de los empleados". Este camino ha llevado a "ruina en las casas y enfermedades porque psicológicamente al final casi todos hemos caído".

José Ruiz recuerda que en mitad del concurso de acreedores, antes de irse Sergio Martínez, hubo un convenio y "creíamos que ahí se iba a arreglar pero no tuvo apoyo de los acreedores y no salió adelante" por lo que "entramos en la fase de liquidación".

Hubo una primera subasta que ganó LPG Pharmula, pero retiró su oferta al no concederle ningún banco su apoyo. "El Juzgado tampoco forzó a nada cuando esa empresa absorbía a un montón de trabajadores y para nosotros era muy bueno", asevera este empleado. Esto fue "un nuevo varapalo". El pasado 24 de febrero se celebró otra subasta que tuvo un solo postor inesperado, Globalaeronautic, SL, pero había que aportar un aval de un millón de euros y no lo hizo. La administración concursal le dio un plazo de tres días para presentarlo y luego varias prórrogas, pero "nada de nada, y mientras nosotros desesperados, en un ERTE con una parte de la plantilla en el paro, otros trabajando, otros con reducción de jornada: una locura".

Tras el nuevo chasco de Globalaeronautic, SL, la administración concursal optó por una liquidación "pura y dura" por lotes de los laboratorios pero, como último recurso para salvarlos, se ha propuesto abrir una subfase para poder venderlos como unidad aunque ya libres de cargas y no forzados los posibles adquisidores a la continuidad de los trabajadores ni a aportar una cantidad de dinero. Seis empresas se han interesado, aunque la que ha tenido mejor valoración por parte de la administración concursal ha sido la oferta de Globalaeronautic, SL, seguida de Normon. También se han presentado Morera & Vallejo, Magtel, Zumos Palma y Procono.

Eva Grande asevera que "no nos dan información de nada, la mayoría de cosas nos enteramos por la prensa, y eso no es justo". Hasta tuvieron que concentrarse en la puerta de los Juzgados para que el juez los recibiera. "Nos sentimos indefensos e impotentes, esto es un sinvivir, te desmoralizas; hay cosas que antes pensabas que nunca te iban a pasar".

Mañana acaba el último plazo establecido por el juez, así que los trabajadores esperan que el martes o miércoles ya haya una solución para el "calvario" que viven.

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