El tiempo entre costuras, el musical | Crítica

Musical de corte y confección

Una escena de 'El tiempo entre costuras'.

Una escena de 'El tiempo entre costuras'. / Rafa Alcaide / IMAE

Un público con una expectación enorme agotó las entradas de la primera de las cinco funciones que el musical El tiempo entre costuras realizará en el Gran Teatro de Córdoba. Tras convertirse en fenómeno superventas y pasar a formato audiovisual, el aclamado best seller de María Dueñas sube al escenario como superproducción musical.

Entre canciones, bailes, infinidad de cambios de vestuario y escenografía conoceremos las aventuras y desventuras de Sira Quiroga, la joven modista que por circunstancias se transforma en espía de la época más convulsa del pasado siglo en nuestro país con el estallido de la guerra civil y, posteriormente, del resto del mundo con la amenaza del Tercer Reich.

La productora beon. Entertainment recluta a una tropa selecta de profesionales para embarcarse en la complicada tarea de plasmar en apenas dos horas y media lo que se tarda en leer bastante más tiempo.

Consiguen con gran acierto transportar la ficción al género musical sin decepcionar al espectador deseoso de ver encarnados a los personajes que lo atraparon mientras leía la novela o visionaba la serie. Un elenco de más de quince artistas se emplea sobre las tablas con pulcritud absoluta, demostrando la magnífica calidad vocal que atesoran y que, en estos casos, prima sobre todo lo demás.

El único escollo, como casi siempre ocurre, es asumir que, un producto literario avalado por crítica y público, al transformarlo en lenguaje teatral puede convertirse el algo liviano y coquetee con lo folletinesco. Pero, habiendo calidad y garantía de éxito, el riesgo es asumible.

Esta vez, por desgracia, la nota negativa a destacar va dirigida a un sector del respetable que vino a la función del jueves, y no por el incesante sonido de móviles que, como una lacra enquistada, soportamos cada vez que acudimos al teatro. Me refiero al grupo de individuos que, ni corto ni perezoso, se enfrascó en una discusión en plena representación. A esa gente faltona, capaz de pensar que pagando una entrada tiene derecho a poner en jaque a la compañía de artistas y al resto de profesionales responsables de la sala, la invito a quedarse en casa y ver la tele, un producto más acorde a su cultura y educación. La gente de los móviles, si quiere, también puede apuntarse a la invitación.

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