Córdoba

Mujer, matrona y revolucionaria

  • Concepción Cáceres Jurado. Además de ayudar a los más desfavorecidos desde la medicina, no dudó en vestirse con la bandera republicana y desfilar por Puente Genil con ella

Mujer, matrona y revolucionaria

Mujer, matrona y revolucionaria

Nació a finales del siglo XIX en una familia de talante liberal que le inculcó principios de tolerancia y solidaridad. Estudió y ejerció la carrera de matrona y fue muy reconocida en su profesión. Concepción Cáceres estuvo muy vinculada a los movimientos obreros en Puente Genil. Su formación y cultura, unidas a una innegable capacidad de liderazgo y de comunicación, la situaron como una hábil oradora, protagonizando mítines en los que arengaba a los más desfavorecidos para que lucharan por sus derechos. Apodada La Princesa, según unos, o La Pasionaria de Puente Genil, según otros, apelativo otorgado por el parecido carácter y tono que usaban ambas mujeres en sus discursos políticos.

Cuentan que cuando salió victoriosa la Segunda República en 1931, en sustitución de la monarquía de Alfonso XIII, Concepción no dudó en vestirse con la bandera republicana y salir por el pueblo a proclamar su alegría por el triunfo de la democracia y la igualdad. Tras quedar viuda, contrajo matrimonio en la iglesia de Jesús a los 36 años con Marcos Deza Montero, de 25. Éste, con apenas veinte años, ya ejercía el cargo de presidente de la Juventud Socialista. Fue, asimismo, presidente de la Federación Regional de las Juventudes Socialistas Andaluzas, que tenía su sede en Puente Genil. Durante el mencionado período republicano, Marcos, fue elegido concejal de la villa, hecho que le facilitó a Concepción su relación con la actividad política.

Ejerció de matrona titulada, trabajo que desempeñaba con gran profesionalidad, siendo muy reconocida su labor y habiéndose ganado el respeto de la más distinguida clientela. A las señoras acomodadas les requería una buena suma por sus servicios, y así, podía permitirse no cobrar a las mujeres más desfavorecidas, a las que incluso les regalaba la canastilla para el bebé. Sus ideales de socialista también la llevaron a ejercer de trabajadora social. Cuentan que su casa, situada en la Plazuela de Lara, se convirtió en el centro para las reuniones políticas del momento, así como en lugar donde peregrinaban los más necesitados para obtener raciones de alimentos que repartía equitativamente.

En 1930 fue expedientada por el entonces alcalde de Puente Genil, Antonio Romero Jiménez. Entre ambos debía existir algún tipo de animadversión, según parece desprenderse de los diarios de la época. En lugar de permanecer pasiva ante tal situación, denunció el hecho ante el Colegio de Matronas de Córdoba, constituido sin carácter oficial ni obligatorio antes de 1930, en el que estaba colegiada, que tomó cartas en el asunto.

En 1933 fue acusada de ser la cabecilla de un grupo de mujeres izquierdistas que apedrearon a otras dos mujeres miembros de la agrupación Acción femenina. La noticia fue reflejada en el diario católico El Defensor de Córdoba, fundado en 1899, alineado con el tradicionalismo y la CEDA, que se oponía frontalmente al Gobierno Republicano. El 1 de agosto de 1936 entraron las tropas nacionales en Puente Genil, encabezadas por el coronel Castejón, y al llegar a la plaza de Lara, entre otros, fue arrestada y condenada a muerte por sus ideales, para ser seguidamente fusilada.

Según datos de los estudios realizados por Ruiz-Berdún y Gomis, pudo haber varios motivos que influyeron en su muerte. Uno fue el de estar casada en segundas nupcias con Marcos Deza, un hombre 11 años más joven que ella y concejal de la villa durante la República. El otro, la acusación de estar íntimamente vinculada con el movimiento socialista. Únicamente se ha documentado hacerla responsable de bordar la bandera con la que desfilaba el Gremio de Albañiles el Día del Trabajo, o el ya mencionado desfile por todo el pueblo adornada con la bandera republicana. Su marido consiguió escapar huyendo a Málaga y, posteriormente a Almería. Sufrió cárcel en distintas localidades, Alicante, Valencia, Puente Genil o Córdoba. Se instruyó contra él un consejo de guerra por auxilio a la rebelión por el que fue condenado a 30 años de reclusión mayor (conmutados por quince años de reclusión menor). En él se decía que era de los socios fundadores del Partido Socialista pontanés, propagandista y exaltador de masas. Salió en libertad vigilada en 1943 y volvió a afincarse en Almería, donde se había casado con Dolores Ortega y nacieron sus dos hijos, Ángeles y José. Allí vivió hasta su fallecimiento en 1984.

A los tres hermanos Deza Montero, a Manuel Deza García y a Concepción Cáceres se les abrió también expediente de incautación de bienes o de responsabilidades políticas. A Marcos se le despojó de todos sus bienes en 1938. Solamente le fue devuelta la casa, sin enseres, en los años cincuenta.

Probablemente fue su propia significación izquierdista y antiguas rencillas personales las que la pusieron en el punto de mira de sus asesinos y no solo el hecho de haber estado casada con un dirigente socialista.

Muchas mujeres fueron juzgadas y condenadas tras la guerra civil por ser familiares o amigas de "elementos sospechosos" para el nuevo régimen político. Sin embargo, en el caso de las matronas, la represión se ejerció, en la mayoría de los casos, porque ellas tomaron parte activa en el conflicto. De hecho, en muchas de las acusaciones aparece que el acto de que se las culpaba había sucedido en el transcurso de su actividad laboral. La pertenencia a partidos o sindicatos de izquierdas fue otra de las razones que convirtió a algunas matronas en víctimas de la represión de la posguerra.

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