Muchísimo más que siglos de fiel devoción

La tradición popular que cada primeros de septiembre revive en Córdoba con La Velá es indisoluble a la devoción que Córdoba siente por Nuestra Señora de la Fuensanta todo el año. En su santuario no cabe un alma el día de su festividad -el 8 de septiembre- y es un rosario de fieles el resto de las jornadas de Velá [como ocurrió ayer]. A muchos de los llegados de otras provincias, como el cordobés de nacimiento José Capilla -quien reside en Alicante-, les llama mucho la atención el momificado caimán que cuelga en una de las paredes de la residencia de la copatrona de Córdoba. Y no sólo el caimán, también el mosaico que indica en las paredes del santuario que recuerda hasta qué altura del mismo llegaron las aguas de un desbordado Guadalquivir aquellos 6 de diciembre de 1875 y 25 de diciembre de 1981 y la preciosa joya arquitectónica -construido en la segunda mitad del siglo XV- que es el propio santuario.

Cuenta la leyenda que el caimán de la Fuensanta llegó al santuario con la crecida del Guadalquivir y que lo mató un hombre que estaba cojo. "Eso es lo que dice la leyenda, pero lo más seguro, según la historia, es que el caimán llegara hasta aquí traído desde América como un exvoto", detalla el párroco de la Fuensanta, Antonio Morales. El párroco sostiene la misma tesis que Teodomiro Ramírez de Arellano, quien en su libro Paseos por Córdoba -publicado en 1873- sentenció que "el caimán fue traído de América junto a una costilla de una ballena, la concha o carapacho de una tortuga, una sierra del pez de este nombre y otras cuantas cosas remitidas como recuerdo por viajeros cordobeses".

Ese caimán sería así un exvoto como los muchos que hay expuestos en la sala de acceso al camarín del santuario. "Hay exvotos en la sala que datan incluso del siglo XV", puntualiza. "Se trata de ofrendas que han hecho los fieles por favores concedidos por la Virgen. Esos fieles dejaban como detalla un objeto relacionado con el favor recibido; aquellos a los que les pedía que les ayudada por problemas con la vista, por ejemplo, dejaban una especie de ojos de plata", apunta. También hay muletas de distintas épocas "y unas tablillas con dibujos en los que quien ha pedido ayuda a la Virgen hace mención a esa ayuda recibida", anota. Una de esas tablillas, por ejemplo, muestras una operación quirúrgica bajo la que hay escrito: "Estando Francisco Rivera Rey con una gravísima enfermedad en el vientre de la que fue operado en Sevilla, se encomendó a Nuestra Señora de la Fuensanta, y curó. Junio del año del Señor de 1943".

Esa devoción que tiene Córdoba se vive también a las puertas del santuario, donde la gente se apelotona para hacerse con una botella del agua más milagrosa de Córdoba en el pequeño humilladero del Pocito de la Fuensanta, cerrado durante décadas al contaminarse por correntías de aguas pluviales y reabierto desde 2012 tras las obras de rehabilitación que en este tradicional lugar de culto realizó el Cabildo.

De la misma forma que la gente, siguiendo la tradición popular, se apelotona a pocos metros de allí para recibir un pequeño presente gastronómico municipal. El viernes tocó sardiná; el sábado, gazpachá; y el domingo de Velá tocará salmorejá. "Vamos a repartir unos 200 litros de gazpacho y ayer repartimos unos 200 kilos de sardinas", cuenta Francisco Santana, uno de los encargados de servir los vasos con ese mágico brebaje made in Córdoba que sirve de aperitivo a la actuación de las academias de baile cordobés Flora e Hija y Jorge del Pino. "En la cola hay pocos niños, vendrán luego para el taller infantil de radio Radiando la Velá", comenta Juan Pérez, que está haciendo cola para recibir su ración de gazpacho. "Mañana [por hoy] si que va a haber niños, con las atracciones con un 50% de descuento", añade.