Cuando Miguel Ángel vio Córdoba

Cordobeses en la historia

Pablo de Céspedes nació lejos de la Italia renacentista, se aproximó a sus genios e impregnado del arte florentino vertió su talento multidisciplinar en la Córdoba que anhelaba la luz

Cuando Miguel Ángel vio Córdoba

21 de septiembre 2008 - 01:00

Todos coinciden en el origen toledano de sus padres, llegados a Córdoba desde Alcolea de Torote, y en que aquí se produce el nacimiento de Pablo de Céspedes. Sin embargo, nadie parece tener certeza de la fecha exacta ni el año, que algunas fuentes sitúan en 1538 y otros, como Francisco Pacheco, 10 años después.

Ateniéndonos a la primera fecha, nació y creció mientras por la corona de España pasaba Carlos I; triunfó bajo el mandato de Felipe II, quién llegó al trono teniendo él 18 años y, durante los últimos 10 de vida, contempló el reinado del primero de los Austrias Menores, Felipe III. La mayor parte de su trayectoria transcurre durante la etapa monárquica del segundo de los Felipes, en una Córdoba donde la Iglesia comenzaba a tomar posesión de los antiguos templos islámicos, llenando capillas y altares con las piezas pictóricas de grandes artistas; uno de los más destacados fue Céspedes que dejó entre estos muros La Última Cena, quizá su obra más conocida, por encima de otras que atesora el convento de Santa Marta, el Museo de Bellas Artes, la Iglesia de la Compañía, la Catedral y la Universidad de Sevilla, la Real Academia de San Fernando de Madrid o el Monasterio de Guadalupe, entre otros.

El camino hacia el retablo, encargo del canónigo Mohedano Saavedra y cargado de simbolismo, lo inició siendo muy niño, cuando se decantó claramente por la pintura. Dada la buena posición económica y social de su familia, tuvo posibilidad de formarse en esta disciplina en donde destacó especialmente, aunque no fuera la única que cultivara de manera fructífera. Primero marchando a la Universidad de Alcalá de Henares, donde los biógrafos lo sitúan en 1556, graduándose en Artes y Teología y estudiando lenguas clásicas y semíticas con brillantes calificaciones. Allí coincide con Ambrosio de Morales, que fue además su maestro particular, ganando su confianza hasta tal punto que, en algún momento, deja en manos de su joven paisano la Cátedra de Retórica que ostentaba. Tras graduarse en Arte y Teología y una breve estancia en Córdoba, en 1559 se produce el primero de sus dos viajes a Italia, estancias alternas entre Roma, Nápoles y Florencia. La segunda etapa se sitúa entre 1583 y 1585, tras heredar y tomar de su tío Pablo, con quién se crió, el puesto de racionero de la Catedral de Córdoba.

En el país y el tiempo del Renacimiento, bebe en las fuentes de Miguel Ángel, formándose y sintiendo como tal, adentrándose en la escultura y el fresco; una etapa de enorme producción y creatividad, que provocaría la importación del Renacimiento en la literatura y en la entonces casi inusual decoración al fresco, donde con César Arbasia, su maestro y acompañante desde Roma, dejan la muestra de esa decoración en la Capilla del Sagrario.

El que comenzara en Alcalá como alumno de Ambrosio de Morales, creó luego su propia escuela, teniendo como discípulo destacado a Juan de Peñalosa. Para entonces había impresionando hondamente al gran maestro de la pintura Francisco Pacheco, quien -en palabras del profesor Manuel Pérez Lozano- lo cita como "una referencia asimilable a los grandes pintores del Renacimiento italiano". Con este amigo personal, compartía también la calidad de escritor y poeta; la técnica y la estética pictórica. Y fue este genial maestro, y a la postre, suegro de Velázquez -quién nos legó la única monografía que de Céspedes transciende; aunque otros como Antonio Palomino o Ceán Bermúdez también se ocuparan de su vida y su obra.

En las estancias en su ciudad natal se aproxima también a la hispalense y a su escuela, donde pasa largas temporadas. En ambas ciudades marca estilo y cultiva la amistad con grandes de la literatura y la plástica, desde Góngora a Fernando de Herrera.

Pablo de Céspedes pasó así sus últimos años en Córdoba, y aquí murió un 26 de julio de 1608. Ocurrió a la entrada de la actual calle de Martínez Rücker -según los Paseos por Córdoba de Teodomiro Ramírez de Arellano- en una calleja "que llaman de los Ahumadas, apellido también de moradores antiguos, y que debiera llamarse de Céspedes, porque en la casa del testero murió el célebre artista y escritor Pablo de Céspedes".

A la antigua calle de El Baño le cambiaron la denominación por su nombre y, tres siglos después en el que fuera hospital de la Caridad, sede del Museo de Bellas Artes, se colocó una lápida que reza: "La ciudad de Córdoba, representada por su Ayuntamiento, Cabildo Catedral y Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, como iniciadora, dedica esta lápida a la memoria del insigne pintor, escultor y poeta, Pablo de Céspedes, en el tercer centenario de su muerte", sumándose así a la que ya colocaran, a instancias de Enrique Romero de Torres y en 1902, en la casa donde se supone nació. En este su cuarto centenario, no ha habido placa de mármol para el genio renacentista; sólo alguna hoja virtual -firmada por Manuel Pérez Lozano- recuerda que "han pasado 400 años sin eco alguno".

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