José Carlos Igeño. Jefe de la UCI y Urgencias del Hospital San Juan de Dios de Córdoba

“En la cabeza se quedan pacientes que a lo largo de la vida no vas a olvidar nunca”

  • El intensivista es uno de los miembros del Proyecto HU-CI, que aboga por una atención cercana al enfermo y su familia, la escucha activa y la flexibilización de los horarios de visita, entre otros aspectos

José Carlos Igeño, en el control de la UCI del Hospital San Juan de Dios.

José Carlos Igeño, en el control de la UCI del Hospital San Juan de Dios. / Juan Ayala

Hace algo más de seis años que José Carlos Igeño entró como jefe de Urgencias y de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital San Juan de Dios de Córdoba, un servicio que él mismo montó de cero. Pero, hasta llegar aquí su trayectoria dio muchas vueltas. "Empecé desde lo más bajo", asegura este médico que cuando acabó la carrera trabajó en Jerez de la Frontera, su ciudad de origen, en visitas a domicilio de un centro de salud.

Allí aprendió la importancia del contacto directo con la gente, "esa medicina cercana y de andar por casa", y empezó a "tomarle gusto a la Medicina de Urgencias". Cuando logró especializarse, pasó por Alcázar de San Juan, Canarias y Cáceres hasta llegar a Córdoba, donde dirige una UCI pionera en la provincia y en Andalucía en la humanización de los cuidados. Igeño es uno de los 26 miembros que forman parte del Proyecto HU-CI, una iniciativa surgida en España que busca dar una atención más cercana al paciente y su familia.

–¿Por qué eligió la Medicina Intensiva?

–Después de acabar Medicina, inicialmente no hice el MIR por temas personales y empecé a trabajar en atención domiciliaria en un centro de salud de Jerez de la Frontera. Luego formé parte del equipo de una empresa de transporte de pacientes críticos del Hospital de Úbeda y también hacíamos asistencia primaria, ya que allí no había 061. Cada vez me gustaba más y, paralelamente, comencé a trabajar en el centro de salud de Baeza, que es enorme y tenía incluso camas de Observación. Un día me di cuenta de que cuando yo cogía a los pacientes críticos y los trasladaba a la UCI, sentía que me perdía algo. Quería más, quería saber qué se hacía allí dentro. Entonces me puse a preparar el MIR a distancia mientras compatibilizaba mis dos trabajos. Lo saqué y en 2004 me fui a hacer Medicina Intensiva al Hospital Virgen de la Candelaria de Santa Cruz de Tenerife, donde estuve cinco años. Cuando acabé la residencia, me fui al Hospital La Mancha Centro de Alcázar de San Juan, donde estuve tres años, y luego dos en un hospital privado de Cáceres del que fui director médico, pero también hacía guardias en Urgencias porque no quería perder el contacto directo con el paciente ya que pienso que mi posesión más preciada es mi formación. Me cansé, quise retomar mi actividad como intensivista y en la web de la Sociedad Española de Medicina Intensiva encontré que el Hospital San Juan de Dios de Córdoba iba a abrir una UCI y necesitaba un jefe de servicio para que la montara, seleccionara y formara al personal. Lo cogí con mucha ilusión.

"La formación en humanización es una asignatura pendiente del sistema universitario"

–Entonces, creó el servicio a su manera.

–Es precioso poder montar una unidad desde cero, es una experiencia que muy pocas veces se da en la vida. Yo tenía una ventaja y es que, aparte de que soy muy perfeccionista, tenía una trayectoria detrás por haber trabajado en asistencia sanitaria a domicilio, en urgencias de centro de salud, en UCI móvil, en un hospital de mil camas en Tenerife, en un hospital privado… Tenía muchas fuentes de donde beber y terminé montando algo que es una mezcla de los sitios en los que me he formado. Luego había que elegir y formar al equipo. Fue una labor muy dura, pero apasionante.

–¿Cuándo empieza a profundizar en la humanización de los cuidados?

–En San Juan de Dios ya se hacían muchas cosas acordes con la humanización sanitaria. Yo veía una forma de atender a los pacientes y a sus familias que era diferente en cuanto que había mucha preocupación por las emociones y el buen trato. Lo veía, pero no había escuchado nunca el concepto "humanización de los cuidados". En la UCI empezamos a trabajar con ese formato que ya se hacía en planta porque muchas de las enfermeras venían de hospitalización y dieron ideas. Sin saberlo, hacíamos humanización de los cuidados intensivos, pero no le habíamos puesto ese nombre. Empezamos a publicar en las redes sociales lo que hacíamos, como sacar a los jardines a los pacientes cuando estaban más estables, y entonces contactó conmigo Gabi Heras, creador del Proyecto HU-CI, para que participara en su web. Cuando lo fui conociendo me di cuenta de que lo que hacíamos tenía un nombre, que era humanización de los cuidados intensivos. Empecé a colaborar con el proyecto e instauramos en la UCI las ocho líneas de investigación que promueve. Aquí fuimos creciendo en la política de puertas abiertas, que es tener un horario flexible de visitas, o la participación de la familia en los cuidados, entre otros aspectos. En el hospital no paramos de hacer cosas, en la UCI somos muy atrevidos e innovadores porque creemos que hay que invertir en esto. Tienes que estar formado técnicamente y también en habilidades humanas, en ética, en comunicación...

José Carlos IGeño, junto a un letrero sobre el Proyecto HU-CI. José Carlos IGeño, junto a un letrero sobre el Proyecto HU-CI.

José Carlos IGeño, junto a un letrero sobre el Proyecto HU-CI. / Juan Ayala

–Pero hay médicos a los que les cuesta un poco esa cercanía con el paciente...

–Esto no se lleva de serie ni te lo enseñan en la facultad de Medicina. Las nuevas reformas de la formación universitaria crearon asignaturas optativas, pero no lo hicieron bien. Hay dos cosas fundamentales que no recibe un alumno de Medicina y son prioritarias; una es gestión clínica y la otra humanización. Deberías estudiar cómo comunicarte bien con el paciente, habilidades de escucha activa, empatía, consuelo, cómo gestionar un duelo, que tu paciente tenga una buena muerte si no puedes salvarlo, cómo decírselo a la familia… Son cuestiones muy importantes porque esta es una profesión científica y humanista. Si te enseñan cómo hacer una historia clínica y cómo se ausculta, también te tienen que enseñar cómo tienes que tratarlos y relacionarte con ellos. Eso es una signatura pendiente de la sanidad.

–En el San Juan de Dios habéis sido pioneros en Córdoba y en Andalucía en la humanización de los cuidados, sobre todo en la UCI.

–Sí, lo somos. A nivel de humanización de la asistencia sanitaria, la orden de San Juan de Dios es pionera en el mundo porque lleva siglos haciéndolo. Eso se ha ido heredando y se sigue llevando a cabo. A nivel de los cuidados intensivos fuimos la primera UCI de Andalucía que implantó un plan de humanización integral que está ejecutándose a nivel práctico todos los días, que no significa que haya gente más o menos humana, sino que hay un plan con unas directrices de funcionamiento. Al ser la filosofía de la orden costó muy poco implementarlo y, de hecho, al poco tiempo empezamos a ganar premios por ello.

"Lo más importante para mí de todo el hospital son mis compañeros de la UCI y de Urgencias"

–¿Cómo es el trabajo en la UCI de su hospital?

–Es muy bonito. Aquí se trabaja con mucha ilusión. Lo más importante para mí de todo el hospital son mis compañeros de la UCI y de Urgencias. Con ellos pasas muchas horas y además el trabajo tiene momentos de mucha exigencia, de entenderte solo con una mirada. Hay situaciones muy difíciles y compartes mucho con ellos. La especialidad es preciosa y el equipo está lleno de gente muy implicada, siempre preocupada por cómo se pueden hacer mejoras para los pacientes. Hay personas muy dispuestas a la innovación, a aprender e implementar medidas nuevas de trabajo. Además, hay muy buen ambiente y así da alegría venir a trabajar. Llega un momento en el que tus compañeros te ayudan en tu vida cotidiana porque forman parte de ti. Los resultados son siempre mejores cuando el grupo está bien avenido.

–¿Es capaz de desconectar cuando sale del hospital o se lleva a los pacientes a casa?

–Con los años, cada vez intento desconectar más porque no es sano llevarte a casa a los pacientes. Pero, inevitablemente, a algunos te los llevas a casa, y además para toda la vida. Hay algunos en los que piensas día a día porque no van bien, están muy graves, trabajas mucho para que salgan adelante y ves que no van… Entonces llegas a casa, buscas terapias nuevas, investigas… Igual que a mí me llaman compañeros de otras UCI de España para preguntarme cosas, yo también consulto algunos casos. Es verdad que a la mayoría de las personas que ingresan en la UCI consigues salvarlas y que vuelvan a su casa con calidad de vida, pero hay un porcentaje pequeño que no. Al margen de los que te llevas día a día, en tu cabeza se quedan pacientes que a lo largo de tu vida no los vas a olvidar nunca. Casos muy duros en los que solamente piensas cuando alguien como tú te pregunta, cuando ves a algún enfermo parecido o surge el tema con algún compañero.

–¿Se recuerdan más las victorias o los fracasos?

–Los fracasos, al menos yo. He llegado a un momento en el que veo la victoria como que he hecho lo normal. Y tiene que venir un compañero de fuera, no intensivista, a decirte "¿pero tú te das cuenta de lo que has hecho?". Sin embargo, en mí pesa mucho cuando haces todo lo posible, pero esa persona muere.

José Carlos Igeño, en un pasillo de la UCI del San Juan de Dios. José Carlos Igeño, en un pasillo de la UCI del San Juan de Dios.

José Carlos Igeño, en un pasillo de la UCI del San Juan de Dios. / Juan Ayala

–¿Se le coge cariño a los pacientes?

–A algunos, porque como en la vida, necesitas tiempo. De todas formas, recuerdo a personas que, se salvaran o no, les cogí cariño por el tiempo, por circunstancias personales o familiares, por cómo se desarrolló la enfermedad… En tu mente hay una parte en la que tienes a ese chico de 17 años que tenía leucemia, le estaban dando quimioterapia y desarrolló una infección gravísima, estuve con él casi sin moverme de su lado 24 horas y se me murió. O una chica de 28 años embarazada que llegó con una sepsis grave y no quería que le hiciéramos nada. Los ginecólogos le sacaron el bebé y estuvimos una noche entera a pie de cama, pero no hubo manera… La situación familiar de alrededor hace que empatices con ellos. Además, hay una cosa muy importante: cuando hablas con una persona que está entrando en shock, en estado crítico, luego la tienes que sedar y conectarla a un respirador, y en las siguientes 24 horas fallece, la última persona con la que ella habló estando viva fue contigo. Eso te marca. Y tú eres el interlocutor con la familia. Esas personas, cada vez que se acuerden de que se murió su padre, su hermano o su hijo, se van a acordar de cómo les hablaste tú, lo van a llevar consigo toda la vida. Por eso es muy importante que los médicos adquieran habilidades en comunicación , en compasión, en consuelo…

–¿El coronavirus está incidiendo de forma negativa en la humanización?

–El coronavirus ha hecho que nos demos cuenta de lo importante que es la humanización de la asistencia sanitaria, y sobre todo la de los cuidados intensivos. Por desgracia, ha tenido que venir el coronavirus para eso. Cuando llegó lo deshumanizó todo completamente. Yo estuve en el equipo de la Sociedad Española de Medicina Intensiva (Semicyuc) que diseñó el plan de contingencia para el covid-19 en pacientes críticos y estoy en el equipo que acaba de diseñar el plan de trabajo para las UCI en la desescalada y ante una nueva oleada. En el primero había un apartado sobre las visitas y comunicación con las familias para intentar que no se perdiera la humanización, pero quedó muy poquito. En el de ahora, el apartado más largo de todo el plan es el de humanización porque se han dado cuenta de que donde más ha golpeado el coronavirus ha sido a nivel humano. Esta es una enfermedad que se caracteriza por la soledad y el miedo. ¿Sabes cómo se arregla eso? Con compañía. En esta UCI, al principio hicimos lo que toda España, pero cuando llevábamos pocos días dijimos: "esto no puede ser, vamos a hacer las cosas con criterio". Nosotros sacrificamos equipos de protección individual (EPI) para que algún familiar, puntualmente, pudiera entrar manteniendo la distancia de seguridad, sin tocar, con el paciente en un box aislado. No se podía hacer continuamente porque teníamos miedo a quedarnos sin EPI. Eso producía un consuelo mutuo en la persona ingresada y en el familiar. Al final, eso repercutía en el bienestar de los profesionales, que veían cómo se aliviaba el sufrimiento de los pacientes. Ahora, en el plan de la Semicyuc se incluyen las visitas vigiladas, guardando la distancia y primando la seguridad, pero tiene que haber un acompañamiento mínimo.

"El coronavirus ha hecho que entendamos el valor de humanizar la asistencia sanitaria"

–¿Cómo lo habéis llevado en el San Juan de Dios?

–Yo veía mucha seriedad y profesionalidad por parte de todos. Procuraba venir todos los días por las mañanas y por las tardes aunque fuera a acompañar. No he descansado, pero no lo veo como un sacrificio, sino como un privilegio porque podía salir de casa a trabajar y además podía ayudar. Sí he procurado poner unos turnos adecuados porque si la gente no está descansada comete errores, no cuida bien del paciente y además se puede contagiar.

-¿A nivel personal ha tenido miedo?

-Nosotros teníamos una ventaja. Lo primero es que aquí el virus llegó más tarde y, además, yo estaba en contacto permanente con compañeros del Proyecto HU-CI y otros intensivistas de Madrid y de Italia. Cuando vi el cariz que estaban tomando las cosas todavía en la tele no se reflejaba la situación que había en las UCI. Entonces, en el hospital ya formamos una comisión para el covid y empezamos a hacer protocolos. Estábamos preparados e incluso hemos estado tratando con corticoides, un tema que teníamos estudiado profundamente, y con buenos resultados. Pero hay que saber cómo, cuándo y a qué dosis hay que usarlo.

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