"Si no me iba, mataban a mi hija": La Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado pone el foco en el derecho a decidir

Solidaridad

Con el lema 'Libres de elegir si emigrar o quedarse', la Iglesia conmemora este domingo la 109 jornada dedicada a la migración en todo el mundo

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Varios migrantes sostienen un cartel durante una actividad de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.
Varios migrantes sostienen un cartel durante una actividad de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. / Juan Ayala

"No he sido libre de elegir, no tenía opción, me obligaron, tenía que hacerlo y lo hice con todas las consecuencias que conlleva". Sudamericanos asfixiados en trenes de mercancía, muertos en una selva intentando llegar a Estados Unidos, africanos ahogados en el mar, ucranianos huyendo del horror... En la sociedad actual, el migrante sigue siendo el último eslabón, despojado del derecho a quedarse en su hogar, de la elección, soportando el desarraigo, el desapego de lo que conoce, su tierra, sus raíces y su identidad en un mundo que a menudo lo ignora, no lo acoge. Por todo ello, este domingo la Iglesia celebra la 109 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, este año con el lema Libres de elegir si emigrar o quedarse, aunque eso siga siendo, a día de hoy, solo una utopía.

Norma Betanco huyó de la dictadura de Nicaragua en 2019, sin opción, perseguida. "Rodearon mi casa, lanzaron piedras y a la siguiente mañana tenía bajo la puerta una nota que decía que si no me callaba, mataban a mi hija". Fue la gota que rebasó el vaso en un ciclo de persecución que sufrió por ser psicóloga en una asociación de atención a mujeres víctimas de violencia de género. "Yo no hubiera querido salir de mi país, estoy aquí porque no puedo estar en el mío", cuenta entre lágrimas tras una de las jornada que organiza la Iglesia para acoger a los migrantes en Córdoba capital, donde ahora vive.

"En España hago lo que en mi país no puedo: circular sin que me persiga la policía o los paramilitares. Tengo derechos y los puedo reclamar, allá no", expresa, aunque no es una decisión que haya tomado. "Como migrantes tenemos que sufrir el no poder estar cuando nuestra familia más lo necesita, sufrimos de depresión por una salida que ha sido forzosa", dice entre lágrimas al recordar que su madre murió, su padre está enfermo, y ella no puede regresar a Nicaragua.

Precisamente, este año la Iglesia busca reivindicar el derecho que deberían tener todas las personas de decidir si quieren salir de sus países o quedarse. El delegado Diocesano de Migraciones en Córdoba, Manuel Vida Ruiz, explica que "normalmente los refugiados viven huyendo de violencia y guerras", así como de conflictos, desastres naturales, hambre, pobreza y persecución.

En Córdoba, aunque es una ciudad que acoge a muchos marroquíes y rumanos, la atención se ha centrado, sobre todo, en los latinoamericanos, personas de habla hispana, casi un centenar. "Antes había mas ecuatorianos, ahora vienen más de Venezuela y Nicaragua", asegura, dos países en crisis por dos dictaduras de izquierda.

Precisamente desde Venezuela llegó a Córdoba María Eugenia Torrealba con su familia. Es enfermera, solía ser la coordinadora de Emergencias en el Hospital Universitario de Caracas, pero la situación social y económica la obligó a migrar: la cesta de la compra costaba 120 dólares, pero ella ganaba 3 y su marido 7. Es uno de los países con la mayor inflación del mundo. "Ojalá no hubiéramos salido de nuestro país, pero no había otra opción", afirma.

¿Cómo se atiende a los migrantes?

Para Manuel Vida Ruiz, el problema principal de los migrantes "es que vienen sin papeles y pasan años así", y, por eso, "se mantienen como sea, muchas veces se aprovechan de ellos para pagarles poco y sobreviven como pueden". La mayoría de los latinos, explica, encuentran salida en el servicio doméstico y cuidados: "Te encuentras arquitectas e ingenieras cuidando de personas mayores", lamenta. Los hombres consiguen salida laboral sobre todo en el campo y la albañilería.

Desde la Delegación de Migraciones de la Iglesia en Córdoba buscan la solidaridad de los cordobeses, el entender que migrar "es un derecho básico que no puede ser negado por ningún país, aunque haya sido ofrecido con limitaciones; la dignidad de una persona que migra no se fundamenta en las circunstancias que vive, sino en el valor de su ser".

"Que sepan que esta es una excepción, que la gente sea abierta, acogedora, los inmigrantes son un tesoro por descubrir, estamos cerrados y no vemos lo que nos aportan, la cultura, la manera de vivir la vida, la fe que tienen, son nuestros maestros", expresa el delegado, que pide a la sociedad que la respuesta sea "facilitarles redes de apoyo, quererlos, porque la hospitalidad es esencial para el creyente".

La Iglesia ha puesto el foco este año, también, en la necesidad de combatir las causas que los hacen irse de sus países de origen para disminuir la migración forzosa. Mientras no ocurre, el llamamiento es a "acoger, promover, proteger e integrar" a los extranjeros en la sociedad.

La Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado 2023 concluye este domingo en Córdoba con una misa en la Catedral a las 12:00, una recepción en el Obispado y una fiesta y un concierto para compartir culturas.

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