"Grabar las conversaciones con su cliente: ¡hasta ahí podíamos llegar!"
Cristina Ranz. Abogada
Condecorada con la medalla al Mérito en la Abogacía reconoce el carácter vocacional de su profesión.
DURANTE muchos años perteneció a la junta de gobierno del Colegio de Abogados. Recién homenajeada por el Colegio, desgrana su opinión sobre el funcionamiento de la justicia y su profesión, mostrando su pasión por una profesión que, dice, puede comparase con el sacerdocio. No falta su personal postura ante temas candentes: Garzón o el nuevo ministro de Justicia.
-Tengo una amiga que dice que no cree en la justicia. Yo no entiendo lo que quiere decir, ¿usted lo entiende?
-Entiendo por qué puede no creer en la justicia. Si una persona demanda justicia y la respuesta no se adecua a lo que ella ha demandado, acabará por no creer en la justicia. También le ocurre que esperaba de la justicia algo que para el sentido común es normal, pero en el Derecho hay una serie de máximas y de premisas que necesitan acreditarse. Pero hay que distinguir entre la justicia en sí y los que administran justicia. A veces se pierde la creencia en los administradores. La propia justicia tiene fórmulas para poder corregir a ese administrador si ha errado o, si ha procedido como corresponde, confirmar su actuación.
-Ante las críticas por la condena al juez Garzón, el CGPJ ha dicho que "se ha puesto al Supremo en una situación crítica". ¿Son los jueces tan infalibles que no se admite el derecho a la crítica?
-Creo que los jueces también se equivocan, son personas. Por eso hay otras instancias superiores siempre, para poder revisar el caso. La primera instancia es un solo magistrado, en segunda ya es un tribunal colegiado. Que no son infalibles los jueces, por supuesto; que puede haber algunos que se lo crean, pues también. De todo hay en la viña del Señor, incluso jueces que son personas normales y corrientes. De los jueces que yo conozco, los de Córdoba, puede haber alguno que en algún momento le habrá podido un arranque de soberbia, como también lo he tenido yo, pero normalmente son gente muy buena. Tenemos mucha suerte con los magistrados que tenemos en Córdoba. No se suben tanto a la parra como parece.
-El caso de la condena a Garzón por ordenar las escuchas de los abogados ¿eso es nuevo, es habitual, me refiero a grabar a los abogados cuando hablan con sus clientes en prisión?
-Habitual no es, por supuesto; hasta ahí podíamos llegar. ¿Entonces como garantizas el derecho de defensa si haces esto? Un cliente, sea el mayor tunante del mundo o un desgraciado, tiene el mismo derecho a que la justicia le preste atención. Si como abogado voy a prisión a comunicar con mi cliente y se me graba significa atentar contra el derecho de defensa y la inviolabilidad de las comunicaciones. Uno de los valores de la abogacía es nuestro código deontológico: la independencia, el sigilo, el secreto. Si se revela el secreto se es objeto de sanción. No es normal que un juez se dedique a grabar las conversaciones del abogado con su cliente. Este asunto del juez Garzón quienes lo han sacado para adelante ha sido precisamente el Consejo General de la Abogacía, los propios abogados. Ese tipo de jueces a mí no me gustan: lo que debe hacer es instruir mejor, que se le han ido muchos en otros sitios; demasiados golpes de efecto pero malas instrucciones. Se le ha juzgado por eso, no por el caso Gürtel; se le ha juzgado por haber violado la relación abogado-cliente. Cuando nosotros violemos otra relación seguro que nos veremos en otros tribunales.
-En el 15-M se cantaba "no hay pan para tanto chorizo". ¿Hay suficientes abogados o hay alguno parado?
-Que haya abogados en paro no lo sé. Que haya abogados pasando dificultades en estos momentos sí me consta. Una cosa es que tengamos trabajo y otra que podamos cobrarlo. Por lo que vengo oyendo entre mis compañeros, mis alumnos de la escuela o ex alumnos, la dificultad está más en el cobrar que en el trabajar. Si no te remuneran como es debido y cuando corresponde, mal vamos. En cuanto al turno de oficio, es mejor correr un tupido velo.
-Al parecer somos el país más pirata del mundo y nos dedicamos a reclamar a los piratas de Odissey un tesoro que nos han quitado. ¿Usted nunca pirateó un disco o compró en el top manta?
-Nunca me he comprado nada en el top manta, nunca. Pero si esto lo oyen mis compañeros se mueren de la risa porque he sido durante años abogado de canal satélite, de la sociedad de autores y todo lo que tenía que ver con el pirateo. Una de mis especialidades es precisamente la propiedad intelectual. Ya no hay tantas denuncias del top manta porque hubo una reforma del código penal. Yo empecé por los videoclubs piratas, en el sentido de que las películas que tenían era piratas. Aquello época, en 1988/89, los videoclubs piratas desaparecieron gracias a los abogados de las compañías productoras de cine. Luego vinieron las tarjetitas de canal satélite y los vídeos comunitarios, que ya no existen.
-Ya nadie se acuerda de la ilegalidad de los vídeos comunitarios, ¿pasará lo mismo con el descargue de películas en internet, que la gente se olvide de que lo hacía?
-Eso espero, porque el creador tiene sus derechos y hay que reconocerle sus méritos, ¿o es que sólo le vamos a reconocer sus derechos morales? ¿Y ese hombre y esa mujer de qué come? Porque yo creo que tiene un talento que yo no tengo -yo tendré otros-, y los ha puesto a funcionar y por tanto se merece un reconocimiento. ¿Por qué van a estar otros engordando a su costa y ellos a verlas venir? Una cosa son las tecnologías y otra este abuso. A mí no me parece honesto hacer esto. Si te paras a pensar los negocios siempre los hacen los mismos. Algunas cosas de éstas son mafias.
-Parece que al menos en esta ciudad no se ve ya el topo manta ¿Es culpa suya?
-Yo tuve que ver porque mi trabajo era con los vídeos comunitarios, con los videoclubs, los top mantas y seguimos personándonos en algunas diligencias. Hubo un tiempo en que las diligencias iban de corrido, ahora en ese sentido se ha frenado y los jueces son los primeros que ya no condenan. Es como las fotocopias, si quieres te escribo un libro sobre ello, porque llegaba octubre y eran libros de texto enteros, completos que se copiaban, pero no libros que tú llevabas a la fotocopiadora sino que ibas y el libro lo tenían allí, ya fotocopiado, como si fuese una librería. Ese libro, el autor tiene sus derechos, el editor tiene el suyo. Eso también se ha acabado.
-¿Qué tipo de pleitos son los que usted le hacen decir "esto es lo que me gusta"?
-A mí me gustan los pleitos que me provocan tenerme que actualizar, que estudiar y recordar. En definitiva, aquellos pleitos que me sacan de la rutina de todos los días. Aunque no hay un pleito igual a otro.
-Es especialista en Derecho familiar. Con los nuevos tipos de familia y los nuevos enfoques no debe ser fácil.
-Sí, se están poniendo muchas cosas en cuestión. Si echamos marcha atrás y miras cuando empezamos en 1981 los temas de familia han cambiado completamente: la doctrina, la jurisprudencia, incluso el código; y todavía tenemos que ver reformas, las esperamos con ansia.
-¿Por qué?
-Porque es necesario. Yo lo he vivido todo. Antes había gente que se oponía al divorcio. Llegó el momento en el que la jurisprudencia entendió que no podía obligar a vivir a una persona con otra si una no quería; entonces se introdujo la causa de la desaparición del afecto y por lo tanto los deberes que se debían los cónyuges. En ese momento ya no había que probar nada, si te querías divorciar lo hacías y punto. En 2005 vino el divorcio express y ahora...
-...el divorcio en la notaría.
-Sí, que no sé si los abogados seguiremos tratando al cliente, llevándolo a la notaría. El abogado no puede desaparecer, es pieza fundamental. Ha habido otros cambios como el sistema de la guardia y custodia: ya no por ser mamá tiene que llevarse la custodia, ahora viene el compartido y vienen las grandes peleas. Después está la pelea por la cuantía de la pensión alimenticia. Afortunadamente comenzamos a hacer caso de las llamadas "tablas de California" que nos servían de baremo. Las tablas han allanado mucho el camino cuando se consulta con el compañero de la parte contraria y sabe uno a qué atenerse, independientemente de que haya circunstancias personales singulares. Ahora los grandes conflictos son la custodia de los menores, ése es el tema fundamental. Cuando los tribunales ya estaban adoptando una línea ahora viene el Tribunal Supremo y comienza a cambiar cosas. Ahí, en el derecho de familia es donde más temas hay ahora. A veces los clientes parecen ir a fastidiar a su ex. Somos como somos...
-Me contó una amiga abogada especialista en violencia de género que recibía demasiadas denuncias falsas para aprovecharse de la situación que ello provoca.
-Pues puede que sea cierto. Porque evidentemente nos estamos encontrando con esas situaciones, las vemos a diario e incluso hay un aumento de sentencias absolutorias por parte de los jueces.
-¿Qué le parece su nuevo jefe, el ministro de Justicia?
-Ha llegado con mucho ímpetu y ganas de hacer. Si efectivamente la justicia se agiliza, como pretende, me parece fenomenal. Ahora hay que darle un voto de confianza. Muchas veces es más cuestión de voluntad y económica. Aunque si no se crean más juzgados, por muchas reformas que hagas en la justicia difícilmente logras algo y lo que quiere la gente es agilidad.
-Le acaba de dar el Colegio de Abogados una medalla ¿no habrá sido por no votarla lo suficiente como para ganar hace un años las elecciones a Decano?
-Creo que no. Y si ha sido así peor para el que lo ha hecho. El otro día en el homenaje lo dije, jamás esperaba yo, a pesar de los años que he estado en la junta de gobierno, que algún día me dieran algo en el Colegio. Quiero dar un voto de confianza a la junta de gobierno que la solicitó, la junta anterior. La medalla es al mérito al servicio de la abogacía. Quizá haya sido porque he gastado años de mi vida al servicio de mis compañeros. Si ahora pienso que me la han dado por callarme la boca o por conformarme no sería justo.
-¿Qué le llevó a la abogacía, Atticus Finch en 'Matar a un Ruiseñor'?
-No creo. No sé qué me llevó a la abogacía. Sólo te puedo que soy lo que he querido ser toda mi vida. Nunca tuve duda de qué iba a estudiar. Mi padre era médico y lo que vivía era el mundo de la medicina, aunque tengo en el Derecho antecedentes familiares desde siglos. Lo que yo veía eran clavículas y tobillos rotos, pero siempre quise ser abogada. Soy cien por cien vocacional, no me ha convencido ninguna película, porque para esto hay que tener vocación. El que sea abogado por otras cuestiones se cansa y se va. Esto es una profesión muy dura.
-Tengo yo una duda, ¿por qué los abogados tienen siempre ese afán de no estar nunca solos: forman tunas hasta que les salen canas, crean bufetes para trabajar juntos, se colegian... es que tienen miedo a la soledad?
-Creo que no tenemos miedo a nada. Nunca me he planteado eso, además nos juntamos en bufetes y se lo vienes a preguntar a alguien que ha estado sola durante muchos años. Estuve con mi maestro y cuando él falleció me independicé, en unos años en los que aún se decía "esta niña sabe", porque no era normal que una mujer abogada se independizara. Nunca me ha asustado el estar sola, porque a la menor duda que tengo llamo a los compañeros para pedirles consejo. Algunos se los pasan bomba en la tuna y a mí no se me permitía porque era chica, si no lo hubiera sido. También te digo que como yo era de colegio mayor, no me dejaban dormir, eran una lata. En cuanto a estar colegiados es fundamental. El colegio está ahí y cuando alguien ha necesitado al Colegio éste estaba ahí para ampararlo. Sin ir más lejos yo tuve una vez un affaire, hace muchos años, en que los abogados nos pusimos en huelga porque no nos pagaban, hasta el punto de que yo acabé, por circunstancias, en la mesa del Fiscal. Ante aquella situación tuve la seguridad de que el colegio estaba detrás y nos amparaba.
-Cuando llega a casa ¿cómo se quita el papeleo de la cabeza?
-A casa llego, tarde pero llego. El papeleo, los problemas no me los quito nunca. Los problemas se acuestan contigo y se levantan contigo.
-¿No me dirá que es de esos abogados que sueñan que se le aparece Robert de Niro y les dice "¡Abogado, abogado!"?
-No, pero tengo un compañero que tiene esa melodía en el teléfono. Robert de Niro no viene pero ahora cuando estoy cansada llego casa y veo la serie más tonta de televisión y así cojo el sueño; pero por la mañana lo primero al despertarme es pensar en los casos y problemas pendientes, porque hay problemas muy serios, gente que está sufriendo mucho. No te voy a decir que mi profesión la oriente como un sacerdocio, pero esto tiene que ver mucho con eso, con la dedicación y el sigilo. Todos estamos necesitados de que se nos escuche. Creo que tenemos algo especial para saber escuchar. Esta profesión no se saca adelante sin vocación. El trabajo es así.
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