La noche de la guitarra | Crítica

Fuegos artificiales en la Mezquita

Ricardo Gallén, tocando con la Orquesta de Córdoba en el Patio de los Naranjos.

Ricardo Gallén, tocando con la Orquesta de Córdoba en el Patio de los Naranjos. / Juan Ayala

Un concierto no puede ir mal si se celebra en la Mezquita, pero menos aún si es a las diez de la noche en el Patio de los Naranjos. Mejor enclave imposible. Anoche, dentro del Festival de la Guitarra, se pudo disfrutar de estas circunstancias para admirar a dos solistas de talla internacional como son Ricardo Gallén y Joaquín Clerch, junto a la Orquesta de Córdoba. El lugar es inmejorable, el equipo de sonido -que recibió el agradecimiento por parte de Carlos Domínguez- realizó muy buen trabajo, pero la visibilidad desde algunos de los sitios destinados a sentar al público era nula o inexistente. Cuando está tocando Ricardo Gallén, necesitas tener la visión del movimiento preciso de sus manos, no el contrabajo de refilón al fondo.

La velada comenzó con el Concierto nº1 para guitarra y orquesta en Re Mayor de Castelnuovo-Tedesco, siendo el solista Ricardo Gallén. Desde la primera nota sabes que estás ante uno de los guitarristas más grandes de nuestro tiempo: la disposición, la precisión, el sonido estable, seguro y homogéneo. No se entiende por qué no está en la exposición de fotos de Guitarristas con ñ organizada por el Festival.

Dialogó con la orquesta con carácter y saber estar, aunque esta última sufrío algunos desajustes de afinación y tempo. El director, Carlos Domínguez-Nieto, estuvo atento, llevando el repertorio de memoria como tiene costumbre, y resolviendo con elegancia cualquier contratiempo que pudiese ocurrir en la orquesta. El gesto de Carlos se caracteriza por ser claro y útil, lo que hace que lidere sin dificultad.

Gallén consiguió encontrar momentos amables y llenos de dulzura en el segundo movimiento, atrapando a los asistentes desde la introducción. El comienzo del tercer movimiento se veía a un tempo preocupantemente rápido, pero no para él. El virtuosismo y el carácter que le imprimió al final del concierto de Tedesco provocó un aplauso sincero que se mezclaba con el repicar de las campanas.

Llegó el turno de Joaquín Clerch para interpretar el que puede ser el concierto para orquesta y guitarra más bonito, el Concierto del Sur de Manuel Ponce. Si hubiese una palabra que describiese la ejecución de Clerch, esta sería precisión. Siguió la estela de estabilidad que había dejado Gallén, con suma homogeneidad. Fue curioso que en la parte más intensa del segundo movimiento pareció una lectura impecable, sin rubato ni ningún tipo de vibrato, ni algún rasgo de dinámica. Quizás fuese algún problema con el equipo de sonido. El final del concierto lo llenó de fuegos artificiales y acrobacias virtuosas.

Las campanas de la Mezquita aprovecharon para romper la pequeña pausa. Es aquí cuando Carlos Domínguez-Nieto agradeció a la familia de Joaquín Rodrigo por asistir, puesto que quedaba el plato estrella de la noche: El concierto madrigal. Ricardo Gallén y Joaquín Clerch sumaron fuerzas convirtiendo la velada en un verdadero espectáculo.

Las escalas de ambos son sobrenaturales: además de lo endiabladamente rápido que van, ¡consiguen tocarlo a la vez! Se fundían en una sola guitarra, pero con mucha más densidad. Destacar especialmente la cadencia del Zapateado, en la que podías ver al público acercarse en los laterales para poder ver con sus propios ojos la velocidad y la potencia de los dos guitarristas, como si no hubiese tocado cada uno un concierto entero hace menos de una hora. No hay dudas, se recordará este concierto como la noche de los fuegos artificiales en la Mezquita.

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