Esperanza en el paseo fluvial

Los vecinos ganan en tranquilidad con el paso de los días y confían en las ayudas que vendrán y el compromiso de urbanización del Ayuntamiento

Una de las afectadas de la Altea observa los daños en su vivienda.
A. C.

27 de febrero 2010 - 01:00

Tres días después de que abandonaran sus casas con lo puesto, los afectados por las inundaciones en las parcelaciones del entorno del aeropuerto veían ayer las cosas de otro color. Más calmados y tranquilos, resignados quizás, pero las escenas de tensión que se vivieron durante los primeros días casi han pasado a la historia. Muy ordenados esperaban en el punto de información facilitado por el Ayuntamiento en el aeropuerto -y que ha recibido ya 350 peticiones- a que los agentes los acompañaran a sus casas para, durante unos minutos, recoger algunas de sus pertenencias. El portavoz de los afectados, Julio Cortés, confiaba ayer en las ayudas aprobadas por el Consejo de Ministros. Además, "tenemos el compromiso del Consistorio de que cuando pase todo esto van a estudiar la construcción del paseo fluvial para evitar estas inundaciones", dijo ayer Cortés en relación a la barrera defensiva contra riadas. Los residentes, que llevan toda una vida la margen de la legalidad, esperan que esta desgracia se convierta en el camino para conseguir una estabilidad y el reconocimiento de sus propiedades "y que nos urbanicen la zona", añadió Cortés.

Al margen de las posibles actuaciones que se puedan acometer en estos núcleos de parcelas, la realidad es que ahora son muchos los que se han quedado sin casa. Es el caso de Eva Grande y Jesús Ramírez, quienes lamentaban ayer que en su parcela, en la calle Jazmín de La Altea, "solo hay destrozos, para tirarlo todo, de arriba a abajo". "Es como si se fuera toda tu vida, nos hemos quedado sin nada y no sabemos cómo lo vamos a recuperar", apuntaron. Javier Alonso y Antonio Vacas también viven en La Altea y todavía ayer recordaban cómo el martes "nos llamaron al timbre y nos dijeron que saliéramos; cinco minutos más tarde estaba todo lleno de agua". "Nos han crucificado, esto es un desastre", decían ayer. Francisco Beltrán duerme en el coche desde que el agua inundó completamente su vivienda de la calle Camelias, también en La Altea. "No me apetece irme a ningún sitio", se justifica, ya que el Ayuntamiento ha habilitado algunas instalaciones municipales para que las víctimas pernocten.

El acceso desde la Altea a Fontanar de Quintos ofrece una imagen dantesca. Las botellas de butano, las sillas y muebles se agolpan por el camino lo que da un buena muestra de la fuerza con que arrasó el agua. Lo peor son los animales muertos que también se encuentran a la orilla de la carretera. Carmen Pilar vivía en la calle Orquídea, en Fontanar de Quintos, y ayer aseguraba que su situación es "horrible; no se lo deseo a nadie". Asun Raya, propietaria de la vivienda de la calle Pacífico, número 2, también mostraba ayer su drama mientras apilaba los muebles en el patio. "Cuando llego a la casa de mi hermana y me acuerdo, me entra el bajón y te sientes impotente".

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