Sanidad

Día Nacional del Niño con Cáncer: "Tenemos que entender que hay camino, estamos en un proceso para sanar"

Lidia Caballero y su hijo Serafín.

Lidia Caballero y su hijo Serafín.

Hacía tiempo que Serafín tenía dolores de cabeza y vómitos repentinos, por lo que sus padres lo llevaron en varias ocasiones al Hospital de Cabra, su centro más cercano al vivir ellos en Lucena. Como allí "no sabían lo que le pasaba", acudieron al Reina Sofía, donde les dijeron que el niño tenía un tumor cerebral canceroso, un meduloblastoma con metástasis. Era el 18 de mayo y "se nos partió la vida en ese momento", confiesa Lidia Caballero, su madre.

El niño padecía "dolores extraños", explica la madre de Serafín, porque se manifestaban como una especie de punzadas "que no duraban más de 20 o 30 segundos". Luego, los vómitos aparecían a las cinco o las siete de la mañana, cuando el niño estaba acostado.

Serafín tiene siete años y hasta ahora nunca había tenido problemas de salud, solo los típicos virus infantiles. Así que cuando a Lidia le dieron el diagnóstico se le cayó el mundo encima: "Cuando me dijeron que tenía una masa e iba a ingresar en Oncología yo no lo supe relacionar, aunque sabía perfectamente lo que era Oncología, pero en ese momento no eres capaz de pensar que lo que tiene es eso".

"La incertidumbre es incluso más dolorosa que cuando te dicen lo que tiene", reconoce Lidia. También hubo un choque importante cuando llegaron a la planta de hospitalización y vio a los niños sin pelo. Ahora "que no tenga pelito no es lo más importante, pero cuando llegas allí te cuesta aceptar lo que viene".

"La incertidumbre es incluso más dolorosa que cuando te dicen lo que tiene", asegura Lidia

El primer mes fue el más duro: "Hasta que lo aceptas, es el peor momento", asegura esta madre. A la semana de ingresar en el hospital, Serafín tuvo que pasar por quirófano en una operación que fue larga y luego estuvo diez días en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos (UCIP). Después vinieron los miedos sobre cómo se iba a recuperar.

Ha habido momentos en los que "parece que ves la luz, que tu hijo está sano y se ha acabado todo", como cuando salió de la operación o cuando le dieron el alta la primera vez, pero "ese mismo día nos dieron los resultados de la punción y salieron tres manchitas que es metástasis de la médula". Entonces "se te vuelve a caer el mundo y te das cuenta de lo efímera que es la felicidad". En ese momento, Serafín y su familia habían superado una parte del proceso, pero "queda mucho más". 

Este verano también ha sido complicado porque estuvo seis semanas con radio y quimio, un tiempo que "llevamos fatal tanto él como yo porque eran todos los días aquí", cuenta Lidia desde el Hospital Reina Sofía, donde ha estado ingresado Serafín para un nuevo ciclo de quimio. Ahora, al menos, los ciclos "se están haciendo más amenos porque son cada 21 días" y los ingresos más cortos, "como mucho dos noches". "Sí es verdad que los días previos, cuando tienes que preparar la maleta, cuesta mucho", reconoce esta madre, que tuvo que dejar de trabajar para cuidar de su hijo.

El personal del hospital "te hace la estancia agradable y son tan cercanos que te ayudan mucho"

"Él lo lleva mejor que yo", confiesa Lidia sobre la madurez con la que Serafín ha asumido este proceso. "Tenemos que entender, y yo la primera, que hay camino, que estamos en un proceso para sanar y hay que hacerlo", apunta.

El tumor estaba debajo del cerebelo, sin llegar a estar pegado al tronco, y se lo pudieron quitar casi en su totalidad. Ahora se encuentra en mitad de la terapia: son ocho ciclos y va por el cuarto. La fecha prevista para finalizar es mayo.

Cuando le diagnosticaron el meduloblastoma, Lidia le contó a Serafín lo que ocurría, "que se lo tenían que quitar y se le caería el pelito, pero él lo está llevando con mucha madurez para lo pequeño que es".

Cuando están en casa, "desconecta y habla con sus amigos" y cuando se encuentra mejor y tiene las defensas altas salen a la calle. "Él lo vive quizás desde la inocencia, lo lleva con ánimo salvo los días que está ingresado y la noche de antes, que está más triste y llora", resalta Lidia.

"Al final, la pérdida del pelo y el no poder ir al cole son cosas pequeñitas", reconoce Lidia

Luego, en el hospital "te hacen la estancia tan agradable y son tan cercanos que te ayuda mucho". También es importante la relación que se establece con otras familias: "Esa ha sido mi salvación porque te ayudan y sus casos, si no son iguales, son muy parecidos; así que ellos son los que me salvan de verdad". El compartir experiencias y ver a otros niños que están saliendo adelante hace que se cree "un vínculo" muy necesario en estos momentos. "Hay muchas personas aquí que aportan sin ánimo de nada, y ves la cara bonita de la humanidad, encuentras personas maravillosas", recalca.

Serafín tuvo que dejar el colegio cuando le diagnosticaron esta enfermedad y este curso no se va a incorporar. "Al principio costó, aunque él lo está llevando bien", señala su madre. Una maestra va dos días a la semana a su casa "y se lo hace muy ameno".

Él se ha adaptado bien, pero Lidia sí lo ha pasado peor porque viven cerca de dos colegios y "era duro ver a los niños pasar". Sin embargo, "al final la pérdida del pelo y el no poder ir al cole son cosas pequeñitas", ya que lo importante es que el tumor vaya remitiendo.

La última resonancia se la hicieron en septiembre y los médicos le dijeron que las manchas de la médula se han reducido y "la pequeña captación en un vaso sanguíneo sigue igual, intacta", aunque "algunas veces eso se queda y no pasa nada". "Ver que los tratamientos están haciendo efecto da esperanza", concluye esta madre.

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