Córdoba, en riesgo muy alto de desertificación
Medio ambiente
El Informe de la desigualdad estima que todas las provincias andaluzas "van a empeorar sus potencialidades y oportunidades" por la desertificación territorial
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Córdoba, que tiene un clima semiárido, está en riesgo de desertificación. El incremento de las temperaturas y la disminución de las precipitaciones están extendiendo los climas áridos en España, habiendo duplicado su extensión en los últimos 70 años, con un ritmo medio de avance de más de 1.500 kilómetros cuadrados al año, según los datos recogidos por la Agencia Española de Meteorología
(Aemet) en el año 2022 y recogidos por el sexto Informe de la desigualdad elaborado por la Fundación Alternativas.
El resultado es que muchos territorios se vuelven áridos y más secos, con reducción relativa de oportunidades de desarrollo, aumentando las desigualdades para las personas que residen en los mismos. En España existe una gran superficie en riesgo de desertificación y según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, más de dos terceras partes del territorio español pertenecen a las categorías de áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, zonas susceptibles de sufrir desertificación, entornos que ya están de por sí debilitados por una aridez.
Córdoba es semiárida, según la propia definición del Miteco, y tiene zonas en muy alto riesgo de desertificación. Esas zonas, según reza el informe, "previsiblemente se incrementarán al no permitir el calentamiento global la adaptación de los ecosistemas naturales a las nuevas condiciones climáticas".
El informe estima que España sufre un riesgo de desertificación considerado alto o muy alto en el 7% de su superficie, y significativo (muy alto, alto o medio) en el 18% de la misma. Van a empeorar significativamente sus potencialidades y oportunidades por desertificación territorial, incrementando su vulnerabilidad la ciudad autónoma de Melilla y las provincias de Granada, Almería, Ciudad Real, Sevilla, Badajoz, Córdoba, Huelva, Jaén, Cádiz y Málaga por su relación y dinámica de evaporación del agua. En concreto, son todas las provincias andaluzas, Ciudad Real, Melilla y Badajoz.
Más específicamente, es posible clasificar las provincias por grado y dinámica de desertificación, atendiendo a la evolución de su pluviometría, de las lluvias. En este caso, Córdoba comparte con Sevilla, Granada, Melilla, Huelva, Jaén, Cádiz y Málaga una tendencia a la desertificación muy alta.
Según el informe, el calentamiento global incrementa la aridez y el riesgo de incendios, incidiendo sobre un previsible incremento de la desertificación en una gran parte del territorio español y reduciendo las oportunidades de la población allí residente, fundamentalmente para las pequeñas explotaciones agrícolas de los municipios más despoblados.
El sector agrícola, ante un calentamiento medio de 3 grados, y sin medidas de adaptación, podría registrar una caída del rendimiento de los cultivos en más de un 10%. Las desventajas se generarían para las pequeñas explotaciones de secano (aquella en la que el ser humano no contribuye al regadío, solo la lluvia) y para las pequeñas y medianas ciudades situadas en Alicante, Ciudad Real, Córdoba, Cuenca, Granada, Murcia, Palencia, Soria, Valencia, Valladolid y Zaragoza.
De hecho, entre las tierras actualmente cultivadas, son los cultivos leñosos (olivo, frutales y vid) los que presentan una mayor problemática de erosión hídrica laminar (arrastre de particulares superficiales por exceso de lluvia) y en regueros (cuando comienza a formar canales en la tierra).
Existe un Programa de Acción Nacional para luchar contra la desertificación, que incluye la repoblación forestal de tierras degradadas, que se estima en 5 millones de hectáreas. La Fundación Alternativas propone además que las medidas se centren, también en la pérdida de viabilidad de pequeñas explotaciones agrícolas o actividades turístico-rurales, o a personas en riesgo de pobreza residentes en áreas de riesgo por inundación, temporales marítimos, incendios u olas de calor urbanas. Además, afirman que es recomendable centrarse en la gestión del riesgo de desastres en vez de en la gestión de los propios desastres actuando preventivamente para disminuir los riesgos y evitando la aparición de nuevos.
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