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Confianza y desconfianza del empresariado cordobés

  • Síntomas de cambio. El Índice de Confianza Empresarial que elabora la Cámara de Comercio ofrece un levísimo respiro al sector después de años de incertidumbres.

E L Índice de Confianza Empresarial que elabora la Cámara de Comercio comienza a dar síntomas de que algo parece estar cambiando en Córdoba. Tras años en los que dicha estadística no arrojaba sino malas noticias y pesadumbres, el informe presentado esta semana sobre la situación actual y las previsiones del sector privado cordobés da un levísimo respiro. Todavía hoy son muchísimos más los que ven en el futuro próximo más amenazas que oportunidades, pero aun así el número de los que creen que la situación de profunda crisis que padece Córdoba se puede revertir en parte en un plazo breve comienza a crecer. La bajada del paro durante cuatro meses consecutivos, pequeña pero esperanzadora, y algunos indicadores positivos más sobre lo que está por venir da la sensación de que estimulan a un sector privado al que en esta recesión se le ha dejado abandonado a su suerte, obligado a subsistir en condiciones penosas y a apechugar con errores de gestión pública que eran ajenos por completo a su propia gestión interna. Muchas empresas hay que, pese a hacer las cosas bien, pese a mantener niveles lógicos de endeudamiento, han sido castigadas con una pertinaz ausencia de crédito y con unas políticas públicas que iban destinadas casi exclusivamente a salvar el gran aparato público y las grandes empresas y bancos estratégicos y apenas reparaban en las pequeñas y medianas compañías que sufrían el colapso del mercado y apenas encontraban apoyo y liquidez.

Los que todavía sobreviven después de tantas penalidades y todavía confían en salir adelante son ciertamente gente admirable. En realidad, lo que se ha vivido ha sido una lucha selvática por la subsistencia y lograrla hasta la fecha siendo fieles a la ley, en un país donde la infidelidad fiscal es el pan nuestro de cada día, casi parece un acto heroico. Máxime si se tiene en cuenta que en España y en buena manera en Andalucía la actividad empresarial siempre se ha visto con recelo por no pocos representantes públicos de origen ideológico evidente a los que todo lo que huela a privado y a decisiones individuales e independientes les huele a chamusquina. Ahí, con esos condicionantes nada fáciles, nada cómodos, ha resistido sin embargo un pequeño aliento de la cultura emprendedora, esa que entiende que se puede salir hacia adelante sin el diezmo de la subvención ni el biberón de lo público y que en el fondo es la que caracteriza a las sociedades occidentales avanzadas. Por desgracia, la crisis también se ha llevado por delante a una gran parte de la industria que caracterizó a Córdoba durante las décadas precedentes y no son pocas las compañías y las marcas de prestigio, muchas de ellas históricas y hasta símbolo de la ciudad, que están en el alambre a día de hoy y aún pueden perderse por el sumidero de la crisis. El estropicio, en todo caso, ha sido grave.

La sensación que tienen la mayoría de los empresarios con los que uno habla es que las administraciones públicas se han convertido con su enorme burocracia y su infinita necesidad de captación de fondos en un obstáculo y en un impedimento para la labor empresarial. Se habla mucho de la reforma laboral en la que se abarató el despido, una medida perfecta para el Gobierno pues no le costaba nada, pero en realidad se habla poco de lo que en verdad reclama el empresariado, que no es otra cosa que poder abaratar los costes sociales, algo que estimularía la contratación. Eso significaría retirar en parte la zarpa que la clase política tiene tradicionalmente en España sobre el sector privado, hasta el punto de entrometerse en los consejos de administración de no pocas compañías de gran tamaño, y no ocurrirá dado que las cuentas públicas son tan desastrosas tras años de desgobierno, derroche y carísima burocracia que no existe el margen de maniobra preciso para establecer una medida tan ambiciosa sin hundir los presupuestos.

En Córdoba, el actual Gobierno del PP ha intentado dar esa imagen que siempre tratan de dar los populares de estar cercanos a las dificultades del empresariado y de apoyar la iniciativa privada como principal motor de desarrollo. El propio alcalde dice a menudo que serán las pymes las que nos saquen de este embrollo. Sin embargo, la principal misión de Nieto y su equipo siempre ha sido sanear las cuentas públicas y la preocupación por el sector privado no ha ocupado sino una mera posición secundaria. O terciaria. A menudo, tengo la sensación de que se sueña con el caballo blanco de captar grandes empresas que supongan mil contrataciones en un día sin estimular lo suficiente la empresa de menos dimensión pero que, por su número de negocios, supone un mayor número de contratos. Algo se ha avanzado, pero la realidad es que si le preguntas a cualquier empresario no hará otras cosas que echar pestes de unas administraciones en las que no confía. Ahora que el PP dice que va a abrir una segunda etapa en su mandato, una vez pasa el verano y cumplido el ecuador del mismo, no estaría de más que se diese nuevos bríos a la lucha por allanar el camino al sector privado. Con sólo decir que las pymes serán las que nos saquen de la crisis no bastará para que eso sea así. Hace falta más, mucho más.

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