Historia
  • El almirante viajó hasta la capital cordobesa para plantearle a los Reyes Católicos que financiaran su ansiado viaje a las Indias sin esperar que iba a encontrar el amor y tener un hijo cordobés

Cuando Córdoba enamoró a Colón

Escultura que representa el encuentro de Colón con los Reyes Católicos en el Alcázar de Córdoba. Escultura que representa el encuentro de Colón con los Reyes Católicos en el Alcázar de Córdoba.

Escultura que representa el encuentro de Colón con los Reyes Católicos en el Alcázar de Córdoba. / El Día

Escrito por

· F.J. Cantador

Redactor

El pasado 3 de agosto se cumplieron 530 años de la partida de la expedición marítima capitaneada por Cristóbal Colón desde el puerto de Palos de la Frontera (Huelva) que acabaría suponiendo un punto de inflexión en la historia de la humanidad. La historia cuenta que en aquella expedición participaron tres embarcaciones: la carabela Pinta, la carabela Niña y la nao Santa María, al mando de Martín Alonso Pinzón, Vicente Yáñez Pinzón y Cristóbal Colón, respectivamente.

Lo que quizás poca gente sabe es que ese viaje se gestó en Córdoba. En 1486, Colón viajó hasta Córdoba para entrevistarse con los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, en el Alcázar con los Reyes Cristianos y proponerles que financiaran su viaje a las Indias. ¿Pero qué es lo que realmente vincula a Cristóbal Colón con Córdoba?

Como recuerda una placa, Colón se hospedó en Córdoba en el convento de la Merced -actual Palacio de la Merced, sede de la Diputación- a la espera de ser recibido por Isabel y Fernando, en un momento en el que los monarcas que se encontraban inmersos en la reconquista de Granada contra el reino nazarí. A Córdoba viajó el almirante en busca de los Reyes Católicos para convencerles de su ambicioso propósito de llegar al continente asiático por la ruta del oeste, pero lo que el creyó una tarea asequible se convirtió en una larga negociación que no se resolvió hasta las decisivas capitulaciones de Santa Fe, firmadas seis años después, en 1492.

La primera decepción que Colón recibió en Córdoba fue justo en su primera visita. Y es que el descubridor, cuyo proyecto había sido recomendado a los monarcas por el conde de Medinaceli, llegó creyendo que la Corte de Isabel y Fernando se encontraba en la ciudad, cuando en verdad se habían marchado a finales de año para pasar el invierno en Alcalá de Henares.

Fue en Córdoba donde pasó las mayores necesidades y "traía la capa raída, o pobre", según el cronista Fernández de Oviedo. Su necesidad llegó a tanto que se dedicó a mercader de libros de estampa y a pintar cartas de marear para venderlas a navegantes.

Colón, pese a todo, se cree que permaneció en Córdoba hasta que los Reyes Católicos regresaron al fin a la antigua capital de Al-Ándalus y le concedieron una primera audiencia que, al parecer, no acabó bien, pues los Reyes, según López de Gomara, tomaron la propuesta del almirante "por algo falso y vano". No obstante, no debieron Isabel y Fernando desconfiar totalmente del proyecto, pues nombraron una comisión para que lo estudiase. Como recuerdo de aquel histórico encuentro existe hoy en el Alcázar de los Reyes Cristianos un monumento de Pablo Yusti, que se construyó en la segunda mitad del siglo XX.

Cuadro de Rafael Romero de Torres en el que aparece Colón saliendo de la Mezquita con Beatriz detrás. Cuadro de Rafael Romero de Torres en el que aparece Colón saliendo de la Mezquita con Beatriz detrás.

Cuadro de Rafael Romero de Torres en el que aparece Colón saliendo de la Mezquita con Beatriz detrás. / El Día

A partir de esa audiencia, el marino genovés se incorporó a la Corte de Isabel y Fernando y viajó a Salamanca con los Reyes. En la ciudad del Tormes la comisión comenzó a debatir con el navegante su propósito, pero a comienzos de enero de 1488 la comitiva Real regresó a Córdoba para preparar la campaña militar contra el reino de Granada. Allí siguieron los debates, pero en la vida de Colón, que por entonces estaba viudo de la portuguesa Felipa Moniz, se cruzó entonces una joven mujer que, hasta su muerte, habría de causarle notables cargos de conciencia. El nombre de la joven, que por entonces tenía 20 años, era Beatriz Enríquez de Arana. Beatriz era hija de Pedro de Torquemada y Ana Núñez de Arana, modestos labradores de Santa María de Trassierra, quien había quedado huérfana siendo muy niña, por lo que ella y su hermano, Pedro, fueron adoptados por su tío, Rodrigo Enríquez de Arana, quien le otorgó también los apellidos. 

La muchacha, 15 años más joven que él, parió fruto de su relación con Colón, a un varón, el 15 de agosto de 1488, al que pusieron el nombre de Hernando Colón -también llamado Fernando-. Cinco siglos después, con motivo del Centenario del Descubrimiento, una publicación de Rafael Ramírez de Arellano cuestionaría la estirpe y la honestidad de Beatriz, negando su casamiento con el marino; otros anteriores habían asegurado que, al llegar a Córdoba venía acompañado por su hijo mayor, Diego, y que contrajo aquí legítimo matrimonio.

Existe la teoría de que Beatriz fue sólo un entretenimiento para Colón mientras éste esperaba la decisión de los Reyes, y que por eso, cuando nació el hijo de ambos el marino comenzó a alejarse de su amante cordobesa al ver comprometida su libertad y su principal anhelo: ese viaje por el que tanto porfiaba.

Aunque nunca se casaron, se pretendió simularlo en el siglo XIX, cuando se intentó la canonización del descubridor. La explicación según el profesor Manzano es más sencilla que todo esto. La vertiginosa ascensión social de Colón tras el primer viaje hizo imposible la unión entre él, ya virrey, almirante y gobernador, con la humilde Beatriz. Las leyes de Castilla imponían restricciones a los matrimonios de los Grandes del reino. Colón manifestó varias veces su estimación hacia Beatriz. Le asignó en 1493 una corta pensión: los 10.000 maravedíes de juro que los Reyes Católicos ofrecieron a quien primero divisara la tierra de la Indias, con los que se había quedado alegando que le correspondían a él y no el marinero Rodrigo Bermejo. Córdoba era el domicilio que Colón estableció para esta renta vitalicia que traspasó a Beatriz.

Hernando creció en Córdoba con su hermanastro Diego -a quien Colón confió a Beatriz mientras surcaba el mar en busca de las Indias en esa su aventura trasatlántica- hasta que la vida en común se truncó al cumplir los 13 años, cuando Colón se lo arrebató a la madre, argumentando una infidelidad de ella. Los recogió cuando pasó por Córdoba camino de Barcelona para informar a los Reyes de todo lo acontecido en su llegada a las Indias.

Hernando, junto a su hermanastro llegó a Barcelona, de la mano de fray Bartolomé de las Casas, para formar parte de la corte del malogrado príncipe don Juan, y madre e hijo nunca volvieron a verse. Tras la firma de las capitulaciones de Santa Fe, Colón se centró ya casi exclusivamente en su ansiado viaje y se cree que vio por última vez a Beatriz cuando regresó a Córdoba después de ese primer trayecto al Nuevo Mundo.

En Barcelona, lugar, al que le costó adaptarse, Hernando recibió una privilegiada educación humanística y militar, además de adiestrarse en protocolo. En 1502, con 14 años, acompañó a su padre al cuarto y último viaje que este haría, aventura que sentó las bases para la biografía de Cristóbal Colón, Historia del Almirante, obra póstuma publicada por la nuera de Diego, de cuya objetividad y veracidad existen dudas.

El sentido analítico y crítico presente y latente en él, le llevarían a enemistarse con fray Bartolomé, y a pelear con ahínco por los intereses y la memoria de su padre, muerto en Valladolid en 1506, sin saber que había llegado a un nuevo continente. Hernando era ya un destacado jurista, defensor acérrimo de los intereses colombinos, gestiones que le llevaron a Roma, donde empezó a interesarse por el funcionamiento de las imprentas de Italia y, posteriormente, de centro Europa, adonde acompañó frecuentemente a Carlos V. Y es que a sus dotes de geógrafo, sumó su pasión por la pintura, la poesía y la música, aunque fue su condición de bibliófilo la que le eternizó, siendo el primero en exportar libros al Nuevo Mundo e iniciar la primera Descripción y Cosmografía de España, interrumpida por orden del Consejo de Castilla.

Calle de Córdoba dedicada al hijo cordobés de Colón. Calle de Córdoba dedicada al hijo cordobés de Colón.

Calle de Córdoba dedicada al hijo cordobés de Colón. / Juan Ayala

El humanista, experto también en biblioteconomía, inició su colección con 300 libros en 1509 y su biblioteca, sita en la Puerta Real de Sevilla, llegó a alcanzar más de 15.000 volúmenes. Era, de las privadas, la más importante de España, a juicio de López Mezquita; la mayor del mundo occidental, en opinión de Manuel Pimentel, quien apunta también que "comenzó a disgregarse tras su muerte. Más de 10.000 volúmenes salieron por uno u otro motivo de la biblioteca madre, siendo la primera beneficiaria la Biblioteca del Monasterio del Escorial". Se truncó así su sueño de legar una gran biblioteca que "sirviera para beneficio común", por lo que apeló insistentemente al emperador, consiguiendo, eso sí, alguna asignación.

El 3 de julio de 1539 una afección respiratoria presagió el final. En su testamento, la única obsesión fueron los libros. A ellos quiso asignarle una renta anual de 100.000 maravedíes para su conservación y pensando también en el supuesto de que no se le otorgaran, los donaba a la Catedral o al convento de San Pablo sevillanos.

Su padre, Cristóbal Colón, murió en 1506 y Beatriz le sobrevivió como mínimo 15 años más, aunque no se sabe la fecha exacta de su muerte. Se dice de ella que tras el abandono del almirante tuvo una vida licenciosa, aunque pocos datos hay que corroboren tal extremo. Lo cierto es que cuando murió la que había sido amante de uno de los hombres más célebres de su tiempo la hacienda de Enríquez de Harana era casi igual que la que ella misma había heredado de de su madre, por lo que parece evidente que aquella cordobesa de la que tanto se ha hablado en la historia jamás nadó en la abundancia.

En 1502, poco antes de partir a su cuarto viaje, Colón ordenó a su hijo Diego que velara por Beatriz "por amor de mí, atento como tenía des a tu madre: haya ella de ti diez mil maravedís cada año, allende de los otros que tiene…". Y en su testamento, encargó a Diego que no descuidara a Beatriz y la proveyera de todo lo necesario para vivir "como a persona a quien soy en tanto cargo. Y esto se haga por mi descargo de conciencia, porque esto pesa mucho para mi ánima".

El Palacio de la Merced y enfrente, los jardines de Colón. El Palacio de la Merced y enfrente, los jardines de Colón.

El Palacio de la Merced y enfrente, los jardines de Colón. / Juan Ayala

Ella, sin embargo, prefirió vivir casi en la indigencia y nunca reclamó la herencia que al morir Colón le dejó (correspondiéndole un 10% de los beneficios de los viajes debido a las Capitulaciones de Santa Fe). De la buena relación de Colón con la ciudad de Córdoba dan fe que comunicase por carta al Concejo de Córdoba la noticia del Descubrimiento o su estrecha relación con los Arana. Rodrigo de Arana -tío de Beatriz- lo acompañó en su primer viaje y después se sumaron su primo Diego de Arana y Pedro de Arana (hermano), quien participó en la tercera expedición, según cuenta el padre fray Bartolomé de las Casas.

La ciudad recuerda la memoria de Cristóbal Colón con una gran plaza y jardines que llevan su nombre, construidos en 1905; con un grupo escultórico en el Alcázar de los Reyes Cristianos, representando a Colón con Isabel y Fernando, erigido en 1971; y con las calles Fernando Colón y Doce de Octubre en el centro y la de Beatriz Enríquez en el barrio de la Huerta de la Reina.

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