Bañadores de faldita y barreños de cinc al sol
estampas de verano
En 1951 había barquichuelas de domingo y un ir y venir diario del Maero desde el Campo de la Verdad al embarcadero de la Cruz del Rastro. Las Tendillas presentaba sus rebajas de verano.
EN agosto de 1951 el paisaje del Guadalquivir transcurría sin estridencias desde el Molino de Martos hasta el horizonte del actual Botánico. Tan sólo el Puente Romano y las riberas terrizas de la Calahorra se fundían con el ocre del agua.
El mes se presentaba animado con concursos de natación y saltos en el Molino, carreras de camareros, pedestres y actuaciones verbeneras con Luis Navas cosechando éxitos como vate y el caricato Mores en pleno apogeo. Las veladas de boxeo se prolongaban más allá de la capital y púgiles del Frente de Juventudes competían en Peñarroya-Pueblonuevo con "elementos" del Guadiato.
El Guadalquivir de la alegría otorgaba a Manolo Gallego el primer premio en los campeonatos de natación de aquel Agosto del 51 y el de sentencia popular ("Por Santiago y Santa Ana si no cae pez cae rana") se tragaba la vida de un joven de 18 años, tras alquilar una barca que se le llenó de agua. Había barquichuelas de domingo y un ir y venir diario del Maero desde el Campo de la Verdad al embarcadero cercano a la Cruz del Rastro. Desde allí, las mujeres se dispersaban hacia los mercados de la Plaza Grande, la calle Dormitorio o La Judería por el camino de la calle de Armas, la de los ultramarinos y los aperos expuestos a las puertas de las tiendas y colgando de las columnas de hierro fundido.
Más allá de la cuesta de la calle de la Feria, Las Tendillas presentaban sus rebajas de verano. El bar Imperio ofrecía su cubierto especial a 25 pesetas; por el mismo precio Calzados Rodríguez ofertaba zapatos de señora y a 75 pesetas los de caballero, mientras Pañerías Modernas vendía retales, hilos o mil rayas, compitiendo con los restos a dos reales de los Almacenes Diego Ruiz. Luego, las máquinas Alfa, que se anunciaban al contado y a plazos en Gran Capitán 19, harían el resto. De las manos de las madres o las modistas, saldrían los bañadores de falditas, petos y tirantes para las niñas de trenzas y piernas raquíticas, las de los baños en barreños de cinc al sol de los terráos.
Los caramelos Hispania, en la Avenida de Cervantes 22, endulzaban el verano de Córdoba y el Calmante Vitaminado se anunciaba como un "Eficaz anti doloroso con vitaminas, que da bienestar y tonifica los nervios". Todavía no había inventado el lema que llegaría a través de las ondas, entre discos dedicados, aquel "feliz sin dolor todo el día" que devolvía la alegría. Martínez Rücker sorteaba una bicicleta Orbea, un receptor Telefunken y una cafetera Solac, mediante la respuesta a un cupón que se había de entregar en el establecimiento. Miloga o Miguel López García, vendía coches de niños, bicicletas y neveras, rellenas luego con las barras de hielo repartidas en los carrillos de mano de los gallegos que bautizaron la Puerta y en motocarro.
El Puente de San Rafael era aún el proyecto inacabado de la saga de los Cruz Conde, en el último verano en la alcaldía de Alfonso, sustituido por Antonio en noviembre de aquel año. A este último correspondería la inauguración del nuevo puente, dos años después, la restauración de una buena parte del patrimonio histórico y la puesta a punto de la ciudad para la explotación turística, todavía con teléfonos de cuatro cifras.
Emilio García Gómez, que era ya doctor honoris causa por la Universidad de Egipto, anunciaba su libro sobre la civilización del Califato de Córdoba eclipsado y desconocido; el Obispo Fray Albino se marchaba unos días a su Canarias; llegaban un grupo de turistas cubanos con el Obispo de la Habana, todavía bajo el poder de Batista, y el grupo de Danzas de Educación y Descanso, dirigido por Maruja Cazalla, se marchaba a Londres con Rafael Ceular de bailarín.
En el cine El Rinconcito, la Compañía de María Teresa Pozón se despedía con tres comedias; el Circo Hércules vendía entradas a 1,50 pesetas en la Plaza de Los Tejares, se repetían los ingresos en la Casa de Socorro de Córdoba por mordeduras de ratas y una mujer solicitaba su cambio de sexo en un juzgado de Barcelona. En La Victoria, la Banda Municipal volvía a interpretar los eternos Suspiros de España con sabor a Copla y Sur.
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