Tribuna de opinión

Ande yo caliente y ríase la gente

Estatua de Luis de Góngora en la plaza de la Trinidad.

Estatua de Luis de Góngora en la plaza de la Trinidad.

Comentaba un adolescente que con sus amigos todo le va muy bien, los problemas surgen en casa, y la razón era que, con los de fuera hay que cuidar la imagen –que es muy importante–, en familia todo da igual. Cada vez se acentúa más el quedar bien, la cultura de la imagen. Somos conseguidores de likes. Instagram marca la pauta.

Llama la atención que en un ambiente tan liberal se busque tanto la homogeneidad. Las modas y tendencias arrastran tanto que son escasos los que se sienten libres de no seguirlas. El "vaya yo caliente y ríase la gente" es cada vez más escaso. Por la moda se pasa frío o calor, se agujerea la epidermis o se la emborrona de tatuajes, se enseñan los calzoncillos o lo que haga falta. Y para conseguir muchos likes se retocan las fotos hasta lograr dar una imagen correcta y despersonalizada, pero parecida a la de un influencer.

Lo homogéneo en las ideas cristaliza en el pensamiento. Son muchos los que no se mueven con libertad para poder salir en la foto. Hay mucho tabú y, si piensas o actúas de modo distinto, si tienes opinión propia, eres silenciado, te expulsan de Facebook y estás socialmente muerto. Se entiende lo difícil que lo tienen las minorías culturales y religiosas para poder vivir con normalidad sus convicciones.

Un ejercicio saludable podría ser el de "marcar abdominales" de la propia personalidad. Acostumbrar el cuerpo y el alma, que lo sustenta, a una rutina de buen hacer. Estos ejercicios podrían ser:

  1. Llamar a las cosas por su nombre y dejarse de eufemismos, así seremos más realistas.
  2. Pisar suelo contundentemente aceptando las propias limitaciones y no culpar a los demás o a la sociedad de lo que no funciona.
  3. Ver qué puedo hacer para superar esa situación profesional o familiar que me incomoda y no esperar a que lo arreglen otros.
  4. Pensar a la hora de elegir en lo que es bueno para mí en vez de lo que me apetece o está de moda.
  5. Al mirarme al espejo, descubrir todo lo bueno que tengo, ver qué partido le puedo sacar, en lugar de soñar en cómo me hubiera gustado ser.
  6. Mientras no se demuestre lo contrario, estar orgulloso de mis convicciones, de mis raíces, de modo especial de todo aquello que ha forjado mi personalidad.
  7. Pensar que bueno y barato no suele ser cierto. Lo que vale cuesta.
  8. El mejor deporte es el trabajo, me da la satisfacción de tener un prestigio y consolida mi personalidad y mi estatus.
  9. El amor y los afectos duraderos están en mi casa, en mi familia, viven bajo mi mismo techo. Los brillos del vecino/a pueden ser postizos.
  10. San Pablo, pocos tienen una personalidad tan grande, aconseja: "Ejercítate en la piedad". Esto es: reza, ve a misa, confiésate, verás cómo crece tu fe, tu amor y tu esperanza.

Quizás todo lo dicho no es políticamente correcto, pero volvamos a nuestro Luis de Góngora: "Ande yo caliente, / y ríase la gente. / Traten otros del gobierno / del mundo y sus monarquías, / mientras gobiernan mis días / mantequillas y pan tierno, / y las mañanas de invierno / naranjada y aguardiente, / y ríase la gente.

La gente se puede sonreír, puede pensar que estamos locos, allá ellos. En el Evangelio se ríen de Jesús: "Pero él, haciendo salir a todos, toma consigo al padre y a la madre de la niña y a los que le acompañaban, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: – Talitha qum – que significa: 'Niña, a ti te digo, levántate'. Y enseguida la niña se levantó y se puso a andar, pues tenía doce años. Y quedaron llenos de asombro. Les insistió mucho en que nadie lo supiera, y dijo que le dieran a ella de comer". Con burla o sin ella ahí está el poder de Dios.

Los que tenemos la suerte de ser cristianos debemos ir con la cabeza bien alta. Está de moda ridiculizarnos, sobre todo a la Iglesia, pero haríamos un flaco servicio a la sociedad ocultando o disimulando nuestra fe. Los grandes valores que rigen el mundo son de tradición cristiana, y sin ellos, la convivencia se hace muy difícil: la libertad, el respeto y la tolerancia, la verdad y el amor, el valor de la vida… son cristianos.

Comenta el converso Juan Arana: "Perdóneseme que tire una vez más de mi experiencia personal, pero de vez en cuando mientras estoy en misa echo un vistazo a mi alrededor y me digo: No se está mal aquí. Pocos genios veo. Pero definitivamente es dentro de un corro así donde me gustaría despertarme en el valle de Josafat". Es cierto que hay que mejorar, pero tenemos la ventaja de saberlo y lo intentamos.

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