El perro del hortelano | Crítica de teatro

Amor y conveniencia

Una escena de la representación de 'El perro del hortelano'.

Una escena de la representación de 'El perro del hortelano'. / IMAE Gran Teatro

Acudir a un estreno nacional en el Gran Teatro es siempre una alegría. Si al estreno acompaña el cartel "localidades agotadas", la alegría se duplica y, encima si quien representa es una compañía cordobesa, multiplicamos por tres. Con esta fabulosa tripleta la Compañía de Teatro Clásico de Córdoba Teatro Par, estrenó este viernes El perro del Hortelano, de Lope de Vega.

La historia narra las aventuras, encuentros, desencuentros, amoríos y desvaríos entre la Condesa Diana y su secretario Teodoro. La resistencia de Diana a dejarse llevar por sus sentimientos hacia Teodoro, un plebeyo sin título nobiliario alguno, unido al flirteo que este tiene con una doncella de la Condesa, son la trama central por la que el resto de acciones y personajes transitan hasta llegar al feliz desenlace que une a la pareja de protagonistas, no sin dejar también algún que otro damnificad@ por el camino.

Las algo más de dos décadas de experiencia que atesora Teatro Par, especializada en repertorio del Siglo del Oro español, se hace notar en todos los aspectos de su puesta en escena que destaca por igual en funcionalidad y elegancia. El fondo en arco decorado con patrones florales y un par de pufs como único mobiliario habilita la transición de escenas dejando el espacio diáfano. El esmero por el vestuario se hace notar con el corte al estilo del siglo XIX refinado al detalle. Las notas de Miguel Linares en la creación musical dan el toque preciso y emotivo a la función.

El conjunto logra un envoltorio confeccionado con gusto para potenciar la palabra en verso convertida en acción que realiza el fabuloso plantel de actores y actrices que conforman el elenco: Paco Montero, Antonio Dios y Elena Moreno dan peso a sus respectivos sirvientes. Rafa Blanes y Antonio Navarro bordan con precisión sus nobles pretendientes y petimetres.

Anabel Cámara construye la confundida Marcela con soltura y credibilidad. Ana Rísquez y Enrique Garcés son los que soportan con su buen hacer el mayor peso cómico en escena, divirtiendo con sus respectivos papeles de Condesa Ludovica y Tristán. Marga González y Álvaro Barrios se entregan con fuerza y sensibilidad para regalar la pareja protagonista de enamorados en perpetuo tira y afloja.

Un trabajo en equipo donde el verso se privilegia bajo el buen criterio del maestro Antonio Barrios que con su habitual generosidad y humanidad asume la dirección. El público en pie aplaudió agradecido largo y tendido al finalizar la representación.

El también conocido Fénix de los Ingenios publicó a primeros del siglo XVIII junto a otras obras esta pieza cómica de corte amoroso y cuestiones de honor que tanto demandaba el público, en una época donde asistir al corral de comedias era cita social obligada.

Hoy, el teatro se ha convertido en un arte con dificultades para competir frente a las infinitas posibilidades de ocio al alcance del consumidor. Y es por esto que, en un mundo donde el entretenimiento tiene como premisas lo inmediato y el estímulo instantáneo, es necesario más que nunca hacer pausa, sentarse en una butaca y escuchar como un leguaje de otro tiempo nos llega para disfrutar y reflexionar.

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