Amistad | Crítica

Amigos para siempre

Una escena de 'Amistad', de Juan Mayorga.

Una escena de 'Amistad', de Juan Mayorga. / IMAE Gran Teatro

Un patio de butacas al completo del Gran Teatro asistió al velatorio especial escrito por Juan Mayorga e interpretado por Daniel Albadalejo, Ginés García Millán y José Luis García Pérez.

En Amistad, tres hombres maduros en apariencia se reúnen para realizar un juego macabro: fingir su propio funeral para escuchar lo que sus amigos dicen del difunto. Con la frase "sin límites" como pauta establecida, conoceremos cada historia personal y la relación triangular que han mantenido desde su etapa escolar en Primaria (la EGB de aquel entonces) hasta hoy.

Conforme avanza la historia, los turnos de ataúd revelarán cómo sus relaciones afectivas albergan un cúmulo de salpicaduras que obligan a replantear si la unión infantil y fortuita de estos tres personajes tiene el peso necesario para continuar existiendo después de tantas puñaladas por la espalda que se han dado.

Mayorga firma un texto afín al género que plantea. Se entrega a la comedia blanca con tanta fidelidad que lo aleja de la profundidad que lo caracteriza. La naturaleza filosófica de su teatro surge aquí más a modo de gag que como discurso interno y en la escenografía con ese local semiabandonado, ubicado en un sótano donde guardamos las cosas que no queremos tener a la vista, ajeno a la luz y la fiesta que se intuye en el exterior.

Esta adecuación permite al intérprete encauzar un trabajo, a priori, de menor complejidad, pero obligado a encontrar la precisión necesaria para mantener el equilibrio entre forma y fondo.

Daniel Albadalejo, Ginés García Millán y José Luis García Pérez, este último también a cargo de la dirección, han sabido realizar con maestría este trabajo consiguiendo que risa y reflexión no se solapen. El aporte personal de cada uno logra que la comedia no decaiga y mantenga la atención hasta el final, algo que el público supo apreciar y demostró con su largo y extendido aplauso al finalizar la representación.

Amistad. Ese concepto más conectado al afecto que a la razón, donde hay cabida para recordar lo bueno y lo malo. El paso del tiempo cuesta mantenerlo limpio y pese a no gozar de salud, con todos los “peros” que existan, nos resistimos a dejar de sentirlo. La vida es menos vida si no hay con quien compartirla por muchas puñaladas que haya.

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