Adiós al alcalde que salvó al Gran Teatro de la piqueta
obituario En su mandato se construyó el Teatro al Aire Libre
Aprobó un proyecto para solucionar el problema del paso del tren por el casco urbano y convocó al Icomos para proteger la Mezquita-Catedral de cualquier alteración
La figura de Antonio Alarcón será reconocida en el futuro por diversas cuestiones, pero la más palpable de todas ellas es la de haber evitado que el Gran Teatro se convirtiera en un montón de escombros para dar paso a un bloque de viviendas seguramente de lujo y en un lugar privilegiado. Alarcón fue alcalde de Córdoba entre 1971 y 1979, por lo que le correspondió cerrar la etapa del franquismo en la ciudad y tender la mano a los nuevos representantes surgidos de las urnas, algo que realizó de tal modo que le agradecieron sus sucesores.
Alarcón falleció ayer en su domicilio de la plaza de las Tendillas a los 88 años de edad. El funeral se oficia hoy, a las 10:30, en la parroquia de la Compañía. Estuvo casado con Magdalena Pallarés, la hija mayor de la condesa de Colomera, con la que tuvo cinco hijos. Licenciado en Económicas, su vida profesional giró en torno a la bodega familiar del barrio de Santa Marina. En 1961 pasa a formar parte de la corporación municipal cuando accede a la Alcaldía Antonio Guzmán Reina. Ocupó concejalías como las de Ferias y Festejos, Cultura, Turismo o Urbanismo. En 1971 coge el bastón de mando de la ciudad, precisamente cuando el régimen del general Franco apuraba sus últimos años.
Uno de los objetivos que se marcó en su mandato fue el de dar una solución al problema del tren. Consiguió en 1976 presentar un proyecto que tenía un presupuesto de 2.300 millones de pesetas, de los que el Ayuntamiento tenía que aportar 500 millones. Estaba previsto que el inicio de las obras fuese en 1978, pero un retraso en las mismas hizo que la nueva Corporación, elegida en abril de 1979, lo guardara en un cajón.
En su haber queda también la construcción del Teatro al Aire Libre, construido en una zona del Parque Cruz Conde y luego rebautizado como Teatro de la Axerquía. Precisamente, una actuación suya evitó que los propietarios del Gran Teatro derribasen ese edificio. Junto a Alarcón fue decisiva la intervención de dos tenientes de alcaldes, los de Cultura y Urbanismo, Miguel Salcedo Hierro y Luis Felipe Medina, respectivamente. Estos ediles fueron los que frenaron un aparentemente inocente expediente en el que se solicitaba licencia de demolición para un inmueble "de la calle Alegría, esquina a José Zorrilla". En ningún lugar se especificaba que se trataba del principal espacio escénico de la ciudad.
Dentro del apartado patrimonial, Antonio Alarcón Constant puso en marcha el dispositivo para que la Unesco pusiera su atención en la Mezquita-Catedral sobre la que en aquellos momentos sobrevolaba la posibilidad de una seria alternación en su estructura. El organismo internacional celebró en Córdoba una reunión en 1973 y emitió un manifiesto por el que quedaban protegidos todos los monumentos en los que existiese intervención de más de una cultura.
En 1975, tras la muerte de Franco, se dispuso la renovación de los ayuntamientos y se convocaron elecciones a alcalde. Antonio Alarcón se presentó junto a Antonio Cruz Conde, que fue alentado a retomar su faceta pública sin saber que quienes le jaleaban al final le iban a dar la espalda.
Los últimos años de Alarcón en la Alcaldía fueron extremadamente difíciles, puesto que a una situación económica se sumó una contestación social que llenó la calle de protestas. Asumió con normalidad la llegada de los ayuntamientos democráticos y se convirtió en un cercano colaborador de su sucesor, Julio Anguita, con quien mantuvo amistad desde entonces y que ayer acudió al tanatorio de Las Quemadas para despedirlo.
También te puede interesar
Lo último