To Leslie | Crítica

Pequeña gran película con una actuación monumental

Andrea Riseborough, en 'To Leslie'-

Andrea Riseborough, en 'To Leslie'- / D. S.

El realizador y productor televisivo británico Michael Morris se pasa al cine -porque, lo siento, todavía hay diferencias- con un éxito que posiblemente se explique no solo por sus casi 20 años de oficio televisivo sino sobre todo por su mucho más interesante experiencia teatral como director durante cuatro años del Old Vic de Londres.

Lo primero, el oficio adquirido realizando series televisivas, explica la buena factura de la película que se acoge a un lenguaje directo en parte heredado de la buena narrativa televisiva y en parte del realismo social angloamericano que, por cierto, dio en los años 50 y primeros 60 excelentes resultados televisivos narrando historias de personas sin historia (citemos como precedentes ilustres los docudramas del primer Loach por parte británica o los televisivos Marty de Mann y Chayevsky y Días de vino y rosas de Frankenheimer y Miller llevados después al cine por parte americana). Con el drama de alcoholismo que dirigió Frankenheimer para la televisión y Edwards para el cine tiene que ver esta pequeña (por días de rodaje y presupuesto) gran (por resultados) película.

Lo segundo, la experiencia teatral de Morris en el Old Vic explica que la fuerza dramática de la película se concentre en la extraordinaria interpretación de la actriz teatral y televisiva británica Andrea Riseborough, a la que ha este trabajo ha convertido definitivamente en una figura internacional -nominación al Oscar incluida- tras irse abriendo camino en el cine con Happy, Brighton Rock, Oblivion, Birdman o Ámsterdam.

Sumadas las experiencias teatrales de Morris y Riseborough, el tratamiento naturalista casi de docudrama y la verdad humana del guión de Ryan Binaco cargado de dolorosos elementos autobiográficos, el resultado es una muy buena película de ascenso, caída y superación, de autodestrucción y autorreconstrucción, de desamor hacia sí mismo y de amor hacia quienes ese desamor ha perdido. La protagonista despilfarró el premio de lotería que ganó y el amor de su hijo, y tras ello, perdido todo y perdida ella misma, intenta recuperar una parte, siquiera una parte, de cuanto ha despilfarrado. Vuelve a su pueblo para iniciar una intensa y no fácil historia de encuentros (estupendo Marc Maron como su amigo protector) y reencuentros (muy buena interpretación de Owen Teague como su hijo).

Puede sorprender que este director, debutante en cine y británico, logre dar a este drama de la llamada América profunda la tristeza, pero también la ternura, de una canción country; y logre dar interés humano a una historia mil veces contada sin incurrir en tópicos. Hubiera sido más fácil derivar hacia el feísmo pesimista o el cuentecito bienintencionado de superación. Afortunadamente no hace ninguna de las dos cosas. Narra con solidaridad humana y compasión, pero sin sentimentalismo; con crudeza, pero sin tremendismo; con un poderoso halo trágico, pero sin efectismo. Muy buena banda sonora entre electrónica y country de Linda Perry, ex componente de 4 Non Blondes y actual productora, compositora y cantante, que suma canciones originales como Angels Are Falling o The Girl I Am y un buen repertorio de clásicos del country. Una de las sorpresas de este año.

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