El extraño | Crítica

Inteligente canasto trenzado con mimbres muy usados

Maika Monroe, en 'El extraño'.

Maika Monroe, en 'El extraño'. / D. S.

El tema de las mujeres espiadas por un voyeur que puede ser un potencial abusador o asesino tras mudarse a una nueva vivienda, con la variante casi siempre añadida de que nadie las cree cuando lo denuncian, tiene una larga trayectoria en el thriller con todas las variantes imaginables desde los clásicos populares de Miller o Young a las obras mayores de Hitchcock (explícitamente homenajeado) o Polanski. En este caso la situación se extrema porque la protagonista se las tiene que ver no solo con una nueva vivienda, también con un nuevo país. No vive sola, como es lo habitual en estas historias, pero casi: ella y su pareja se han trasladado a Bucarest a causa del trabajo de él, permaneciendo sola y ociosa casi todo el día. Y el edificio en que vive no es muy tranquilizador... Y se sabe observada... Y se sabe seguida... Y nadie parece creerla... Y la barrera del idioma se suma a las que en otras películas de mujeres acosadas están representadas por la mudez, los anteriores problemas emocionales o la ceguera... Y en el barrio se cometen crímenes atroces contra mujeres... Y ella se convence de que su observador y perseguidor es el asesino... Y la angustia hace que se ponga cada vez más nerviosa y se tomen sus temores por obsesiones…

Con estos mimbres, tantas veces usados con unas u otras variantes, la debutante en el largometraje Chloe Okuno ha logrado crear un muy buen thriller que oscila entre el suspense y el terror gracias a tres virtudes: la primera, la elegante inteligencia formal con la que extrae todo el potencial expresivo y dramático a los espacios interiores o exteriores (estupendo uso tanto del edificio como del piso y aún mejor de las calles, del metro, de un cine o de un supermercado) y a los planos de la protagonista que parecen inspirados por Hooper, todo potenciado por la gran dirección fotográfica del danés Benjamin Kirk Nielsen; la segunda, la contención con la que hace progresar la acción profundizando en la angustia y el miedo hasta rozar el terror sin incurrir nunca en excesos facilones; y la tercera, la estupenda interpretación de Maika Monroe.

Todo evidencia un cuidado artesanal, una contención y un gusto por hacer algo personal a partir de materiales muy explotados como si fuera una inteligente variación sobre el cine de género infrecuentes hoy en un -en este caso una- debutante. Este inteligente juego con tópicos que la elegancia formal y la inteligencia narrativa superan sin renunciar a evocarlos está muy bien representado por la banda sonora de Nathan Halpern que va de la desasosegante música electrónica a los aún más desasosegantes juegos con un cierto aire de canción de cuna o de cajita de música, muy en la línea de su anterior y aún más desasosegante trabajo para Swallow.

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