Los reyes del mundo | Crítica

Los desheredados

Una imagen del filme de Laura Mora, Concha de Oro en San Sebastián 2022.

Una imagen del filme de Laura Mora, Concha de Oro en San Sebastián 2022.

Última Concha de Oro en San Sebastián, Los reyes del mundo revela un nuevo nombre a seguir salido de esa última generación de cineastas colombianos exportables que se debate entre las formas y temas del realismo de estirpe documental, el mito y esa otra inevitable deriva mágica que forma parte de su ADN narrativo y literario.

En la estela de Ciro Guerra, Alejandro Landes o Camilo Restrepo, pero sobre todo heredera de una tradición que tiene a Víctor Gavira como principal referencia, Laura Mora, que ya dirigiera la interesante Matar a Jesús (2017) a partir del episodio del asesinato de su padre por parte de unos sicarios, abre su filme con una clara vocación lírica antes de presentarnos el vértigo callejero de un puñado de jóvenes pandilleros que sobreviven entre peleas, trapicheos y juegos violentos.

Pero apenas se trata de un prólogo. Los reyes del mundo se aparta pronto del arrabal y el caos de Medellín para lanzarse a una aventura en la carretera hacia el Norte del país, a la zona tropical del Bajo Cauca en la región de Antioquía que resuena como territorio incógnito y amenazante, pero que también es el lugar donde cobrar esa herencia legítima en forma de casita y terreno que uno de nuestro chavales de gonorrea y pirobo siempre en la boca ha recibido de su abuela.

Lo que vendrá es ese viaje en camión, en bici o a pie campo a través que tiene algo de expedición de conquista hacia un particular Dorado corrompido, pero también mucho de aventura de iniciación, camaradería física masculina y desencanto salida de un teen movie norteamericana de los ochenta, todo ello entreverado de paradas y altos en el camino donde el elemento surreal, el encuentro con otros desarraigados (las putas, el loco) o la amenaza siempre  en la sombra de los grupos paramilitares (que expulsaron a las familias del lugar), se alterna con los recelos y estallidos violentos que dejan secuelas en el grupo.

Con un hermoso tratamiento visual y sonoro que suspende y orada la linealidad y la progresión del relato en interludios de contemplación y calma sobre un paisaje natural cada vez más densificado y atmosférico, Los reyes del mundo se encamina hacia su propio destino trágico abrazando la belleza y la poesía como gestos de redención para unos jóvenes dispuestos a dar la última batalla para reivindicar su lugar en el mundo.