La maternal | Crítica

Una vida indomable

La joven y debutante Carla Quílez en una imagen del filme de Pilar Palomero.

La joven y debutante Carla Quílez en una imagen del filme de Pilar Palomero.

No encontrará el espectador muchos asideros, descansos ni moralejas en este segundo largo de Pilar Palomero tras su exitoso debut con Las niñas. Sin una gota de música incidental, La maternal se abre ya desde su primera escena, en la que dos adolescentes que han irrumpido en un chalet destrozan el mobiliario entre bailes y juegos violentos, a un abanico de personajes y situaciones que no responden a los cánones juveniles en el cine español, ni siquiera en esa vertiente del retrato de realidades marginales.

Nuestra protagonista, impresionante Carla Quílez salida de un casting de Instagram, le habla y trata mal a su madre y a la asistente social que intenta reconducir su conducta rebelde e indisciplinada, la de una niña de pueblo sin figura paterna ni referentes de autoridad que sólo quiere divertirse y bailar al ritmo de las músicas urbanas que escucha en sus auriculares. Fruto de una de las muchas y contundentes elipsis que la puntúan, pronto la veremos llegar a la casa de acogida en la ciudad donde tendrá que convivir con otras chicas que, como ella, se han quedado embarazadas muy jóvenes en circunstancias de abuso, violencia o maltrato.

La maternal se abre entonces a una realidad poco conocida y menos retratada aún en la que afloran los relatos orales auténticos de esas chicas que van a anclar el verdadero drama cotidiano y preludiar el porvenir a contracorriente. La maternidad prematura irrumpe como una carga pesada o insoportable, como estigma social, como espejo del pasado familiar y de la relación con la propia madre, como reto que impide a una niña de 15 años hacer lo hacen las niñas de su edad.

Palomero se sitúa siempre cerca de los cuerpos y los rostros, no juzga sino que acompaña y observa la deriva menos complaciente o sensata de unas decisiones que desafían cualquier tentativa moralizante. Y es ahí donde la pequeña gigante Quílez resiste poderosa como ser contradictorio, indomable y frágil con el que acabamos empatizando sin que por medio hayan mediado estrategias manipuladoras. Hecha con materiales narrativos mínimos e insistentes, La maternal tensa y destensa la cuerda de su fuerza realista fiel a la respiración de su protagonista y a la verdad de ese grupo de chicas que la acompaña en un brutal proceso de tránsito del que ni ellas mismas son del todo conscientes.