El espía honesto | Crítica

La conciencia del traidor

Lars Eidinger, protagonista absoluto de esta cinta alemana.

Lars Eidinger, protagonista absoluto de esta cinta alemana.

Lejos de toda espectacularización o glamourización genérica del asunto al estilo de La vida de los otros, El espía honesto viaja a los últimos días del Telón de Acero y la Alemania dividida para dar cuenta del caso real del Dr. Werner Teske, último condenado a muerte de la RDA en 1981 después de que ser acusado de traición en su desempeño como agente de la Stasi.

La debutante Franziska Stünkel reconstruye con una austeridad, morosidad y frialdad tal vez excesivas, sin una nota de música, en tonos apagados y con cierto gusto por la dilatación, el periplo de este científico al que la promesa de una plaza universitaria le hace entrar en el servicio de seguridad con el objetivo de vigilar al que un día fuera su compañero, hoy una estrella nacional del fútbol, recién pasado a la Alemania Federal.

El espía honesto transita así a ritmo pausado por las tribulaciones de un tipo que se ve pronto atrapado entre el deber patriótico firmado y la conciencia que le dicta a cada nuevo paso y a cada nueva misión que debe apartarse y escapar como sea. Mientras tanto, la relación sentimental con su esposa y el chantaje familiar al que se ve sometido, incrementarán aún más la presión hasta quebrarlo de manera irremediable.

Lars Eidinger (Entre nosotros, Personal shopper, La sombra del pasado) se deja literalmente su mejor catálogo gestual y físico en un trabajo de alta intensidad que tal vez aprieta demasiado esa contención de la que el filme hace gala, un filme que parece olvidarse de que su historia y su denuncia de las prácticas manipuladoras, amorales y fulminantes de la Stasi no están reñidas con algo más de fluidez y condensación narrativas.