Amigos hasta la muerte | Crítica

Tres son multitud

Mauricio Ochmann, Marta Hazas y Javier Veiga en una imagen del filme.

Mauricio Ochmann, Marta Hazas y Javier Veiga en una imagen del filme.

Adaptación de su obra teatral homónima, Amigos hasta la muerte, primer largo del popular cómico Javier Veiga, nos trae en formato Galicia calidade un singular triángulo amistoso-romántico dispuesto a parodiar los roles de género, las masculinidades trasnochadas y los nuevos modelos de familia a propósito de la infidelidad y el anuncio de la muerte como catalizadores del drama cómico.

Volcada desde su inicio hacia un tono de vodevil algo demodé y pasado de rosca, con el propio Veiga marcando con sus tics los flexibles límites para el exceso, su película discurre con cierta confusión e inestabilidad en su punto de vista narrativo para alternar tiempos y etapas en una relación triangular marcada por la doble atracción por una misma chica (Marta Hazas), los estereotipos de lo gallego y lo latino-mexicano (Mauricio Ochmann) entrando en colisión y un sentido del humor que coquetea con lo macabro como estrategia para espantar fantasmas y ansiedades.

Trufada de canciones alusivas de Xoel López (que también hace su cameo) para secuencias de montaje patrocinadas, la película se deja ver siempre que uno asuma su inmadurez congénita, su perfil blando y el cariño hacia unos personajes de espíritu menor de edad enfrentados a las traiciones, las mentiras piadosas, el perdón y la descendencia como airosa salida del enredo.