Creed III | Crítica

Creed mantiene viva la herencia de Rocky

Michael B. Jordan protagoniza y dirige 'Creed III'.

Michael B. Jordan protagoniza y dirige 'Creed III'. / D. S.

Quién iba a decir que Rocky inauguraría una saga de nueve títulos a lo largo de 47 años. Tuvo un inmenso éxito popular, desde luego. Tan inmenso como el cabreo (justificado) de muchos porque en 1977 le arrebatara el Oscar a la mejor película a Taxi Driver (¿se vengó tres años más tarde Scorsese con Toro salvaje?) y su director, John G. Alvildsen, se lo arrebatara a Alan J. Pakula, nominado por Todos los hombres del presidente. Cosas que pasan. Pero la mayor sorpresa que la saga de Rocky Balboa ha proporcionado es su resurrección. Era lógico que el éxito de la primera entrega en 1976 trajera la segunda en 1979, la tercera en 1982, la cuarta en 1985 y la quinta en 1990. Lo no previsible es que 16 años después resucitara con la inteligentemente melancólica Rocky Balboa -que vuelve a subir a Rocky al ring respetando escrupulosamente la distancia temporal de 16 años que lo separa de la película anterior- no solo con éxito de público, lo que ya es meritorio dado el desgaste de la imagen de Stallone y los cambios producidos en el cine desde 1990 a 2006, sino también de crítica. Este éxito permitió desarrollar el spin-off o derivación de Creed en 2015 a la que, dado que volvió a cosechar éxito de público y de crítica, siguió Creed II en 2018 y ahora Creed III.

Adonis Creed se enfrenta aquí al ex amigo, ex boxeador y ex recluso Damian. Uno lo tiene todo en el terreno personal y deportivo y el otro nada. Al darle una oportunidad en el ring Creed arriesga cuanto tiene frente a quien nada tiene que perder. Rocky ha desaparecido: es la primera película de la saga en la que no aparece. Quizás haya muerto -en su ultima aparición estaba muy malito- o quizás no convenga a la producción convocarlo para dar un nuevo rumbo a la saga épico-deportiva que, desaparecido Stallone, se convierte en franquicia financiera.

La dirige el modelo, actor, productor y ahora director Michael B. Jordan que se lo debe todo a Stallone y su Rocky -coprotagonizó con él el spin-off Creed tomando el testigo como hijo de Apollo Creed- y al director Ryan Coogler quien, tras dirigirlo en su primera película de éxito y prestigio, Fruitvale Station, lo dirigió en aquella Creed, en Black Panther y en Creed II, convirtiéndolo en el actor joven afroamericano más popular y cotizado. Ahora debuta como director logrando una aseada película que quizás no alcanza la altura de las dos entregas anteriores, pero tampoco supone un traspiés: está rodada con eficaz seriedad y con un loable intento de dar sustancia dramática a personajes y situaciones logrando un entretenimiento de calidad.

Al dejar definitivamente atrás a Stallone (que sigue siendo coproductor) y con él al Rocky italoamericano para adoptar una vertiente cien por cien afroamericana la trilogía de Creed toma ahora un rumbo en parte, solo en parte, distinto manteniendo lo esencial de la estructura: el ring como lugar de superación personal y de sustanciación de cuentas pendientes, siendo el grueso de la película el desarrollo de los problemas que deben superarse y las cuentas que deben ajustarse. Todo invita a pensar que la trilogía de Creed se convierta en cuarteto.

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