Asteroid City | Crítica

Despertar o quedarse dormido

Una imagen del nuevo filme de Wes Anderson.

Una imagen del nuevo filme de Wes Anderson.

A estas alturas no cabe esperar que el cine de Wes Anderson vaya a cambiar demasiado, cada vez más ensimismado en ese reconocible universo de formas cerradas, tipos y temas recurrentes dispuestos para una suerte de nostalgia del pasado y su imaginería pop en tonos pastel.

En Asteroid City, su nuevo artilugio sobre el sustrato del sueño americano anclado en los años 50, el cielo abierto de las llanuras de Chinchón hace las veces del desierto de las pruebas nucleares y los avistamientos de ovnis y extraterrestres en una nueva historia autorreflexiva y coral contada entre viñetas, maquetas y montículos de cartón-piedra donde los personajes y el decorado se confunden en un gran diseño autoconsciente donde desplegar movimientos de cámara automatizados e infinidad de pequeños gestos marca de la casa a propósito de un sitio militar que retiene en una ciudad-resort a un puñado de personajes excéntricos en busca de su particular revelación o redención vital.

En cualquier caso, el elemento humano termina siendo casi lo de menos en un filme propulsado por ese constante deseo de inventiva en cada plano o cada salida y reentrada del relato tras las bambalinas teatrales o la televisión en blanco y negro que termina dejando el por qué en un segundo plano, por más que asuntos como el duelo, la familia, la melancolía, la orfandad, el absurdo o la posibilidad del amor sigan planeando como aquello que define y mueve a nuestros protagonistas en sus cuerpos y rostros estelares (vean ficha).

La conciencia constante del artificio, la reflexión sobre el propio gesto de la creación y el juego de citas cinéfilas y culturales no nos son suficientes ya para entrar en un filme que diluye o no encuentra su sustancia emocional entre su desbordante orfebrería de la plasticidad, su humor naïf y su distanciamiento.