Crítica de cine (SEFF 2017)

Steven Patrick antes de Morrissey

El Morrissey de hoy abraza la causas animalistas e incluso se mete en fregados como la independencia de Cataluña cuando le ponen un micrófono delante. El Steven Patrick Morrissey de finales de los 70, antes de la fundación de los Smiths, era un joven solitario y depresivo, fan de Bowie y lector de Wilde, aspirante a poeta urbano en un Manchester gris y provinciano.

Es precisamente ese tramo de su vida el foco de este biopic sin épica aunque con cierto espíritu teleológico de quien estaba llamado a ser un icono del pop. Sin épica en tanto que juega todas sus bazas a la contención desmitificadora, al retrato familiar de encierro y retraimiento de un tipo frustrado en sus empleos funcionariales, crítico antes que artista, asexuado y escapista. Teleológico en tanto que esa imagen, no demasiado alejada del Ian Curtis de aquella Control en la que este filme se mira, viene a justificar el singular aliento romántico de Morrissey que irrumpe como tantos otros ídolos del rock desde el fondo sin brillo de la clase media británica. Los fans incondicionales la disfrutarán buscando claves, guiños y referencias; los que no lo sean tanto, tal vez necesiten una mantita.

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