La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

De vapeadores infantiles y primeras comuniones horteras

La industria tabaquera mira hacia los menores y los papás caen en la trampa en el contexto del consumismo desaforado El delicado jardín de la democracia en España

Vapeadores infantiles.

Vapeadores infantiles. / M. G.

UN vídeo nos muestra a una niña de nueve años abriendo la caja del regalo de primera comunión de sus padres. La escena se produce entre vítores, jaleadores y un ambiente de celebración multitudinario. Primero aparece un surtido de vapeadores, esos artilugios con los que la industria tabaquera trata de captar público joven y –no nos engañemos– recuperar el prestigio social que en tiempos tuvo el fumeque. Las asociaciones de prevención del tabaquismo han dado la alarma. ¡Un horror que los papás regalen vapeadores a sus retoños cuando además están lejos de la mayoría de edad! Los farmacéuticos advierten que no se trata de una práctica sana. No está exenta de riesgos, pese a que algunos crean que se trata de un hábito inofensivo. El caso es que la niña saca de la caja todos los aparatitos hasta que encuentra el regalo principal. ¡No se vayan todavía que aún hay más! Se trata de un teléfono móvil de última generación que dicen está valorado en 1.500 euros que tal vez sean pagados en muy incómodos plazos. Porque, ¿cuándo han sido cómodos los plazos?.

Aquí nos revestimos de la sensatez desacomplejada del juez Calatayud. ¿Qué puñetas hace una niña con tantos vapeadores y un teléfono con innumerables prestaciones para conectarse con un mundo exterior cargado de amenazas para las que evidentemente no está preparada? Después dicen los psicólogos de pago que los padres no pueden con los adolescentes, que no hay que culpar a los progenitores. Claro, afirman eso porque los padres son los que pagan la consulta del psicólogo. No van a reprocharles a los clientes a toro pasado y durante una hora de terapia de tarifa alta que han cometido una evidente dejación de funciones y que en su día se instalaron en una comodidad que ha sido el campo de cultivo de problemas que ahora dan la cara. Es mucho mejor escuchar y decirles que se quiten cuanto antes al niño de encima. Siempre hay destinos revestidos de interés académico.

¿Y qué me dicen de las primera comuniones propiamente dichas? ¿Alguien recuerda cuál es su sentido? ¿Qué tienen que ver con este sacramento las carrozas, los coches de lujo de alquiler, los regalos pretenciosos, las fiestas con almuerzo, cena y recena, la exhibición de cortadores de jamón e interminables horas de barra libre? La primera comunión es el pretexto para celebrar una segunda boda, un día para el consumismo hortera y desaforado. La autoridad eclesiástica no sabe ya cómo alertar de unos excesos bajunos y unas prácticas que están fuera de lugar. Siempre nos quedará pillar un plato, ponernos en la cola y aguardar a que nos lo llenen de jamón. Que sea sin mucho tocino. ¡Hala, a comer cochino!

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