La sequía y más

El cambio climático es ya una realidad para Andalucía y pone en riesgo el sistema económico autonómico

Interior de una desaladora construida por Abengoa en Ghana.

Interior de una desaladora construida por Abengoa en Ghana. / M. G.

DESDE hace prácticamente un año, y antes que nadie, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, alertó sobre que la escasez de agua es una cuestión vital, el mayor problema de la comunidad autónoma, como acertó a definirlo recientemente durante la presentación del Anuario Joly Andalucía.

La sequía no es extraña para el andaluz. Es un fenómeno cíclico que nos condiciona. La última importante fue en la primera mitad de la década de los años noventa del siglo pasado: restricciones al consumo humano y, por supuesto, antes al riego, durante largos meses lo atestiguaron.

El ciclo pasó y las lluvias abundantes –recuerdo haber titulado en Diario de Cádiz un reportaje sobre el fenómeno: La sequía muere ahogada– se llevaron aguas abajo nuestras preocupaciones. Aunque es cierto que aquel contexto tan seco propició algunos de los mayores pantanos que existen en Andalucía.

Vivimos un nuevo ciclo seco, muy largo y sin visos de que, por ahora, las lluvias acaben con un problema que afecta a los principales sectores productivos de Andalucía: agricultura, turismo e industria. En todos es vital el agua. Y todos están en riesgo. Pero la sequía no es el único signo de la amenaza que para Andalucía es el cambio climático.

Las recurrentes olas de calor, cada vez más frecuentes y con temperaturas más propias de países desérticos, son también un síntoma de que estamos ante la mayor amenaza para el sistema económico autonómico de Andalucía. Los científicos alertan, además, de que los periodos secos y el exceso de calor serán cada vez más frecuentes.

¿Qué atractivo como destino turístico vamos a tener si las temperaturas son propias de Riad, no sólo en el interior sino en la costa también, y nos falta el agua?

Para Andalucía es prioritario resolver el problema de la escasez hídrica. Y tienen que darse pasos para asegurar el agua con urgencia. Nos va en ello el futuro. Y el presente.

Meses atrás, precisamente en Riad, comprobé la calidad del agua que en Arabia Saudí tienen gracias a la desalación. Agua desalada en gran parte con tecnología andaluza, por cierto. La de Abengoa. Y no es el único país que la usa en esa región del mundo.

El Gobierno del Reino de España que rinde cuentas el domingo en las elecciones a Cortes Generales se tomó muy en serio el cambio climático y la transición ecológica, pero desdeñó siempre la desalación. Es un error que hay que corregir. Gobierne quien gobierne desde ahora. Andalucía tiene casi 900 kilómetros de costa –unos 300 atlántica y el resto mediterránea– y una red de desaladoras puede asegurar el futuro económico –y ecológico– de Andalucía. De Cabo de Gata a Doñana. Sí, Doñana. Quizás si acaba la confrontación política sea posible.

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