El lujo asiático

El próximo año se cumple medio siglo de que un empleado de una compañía del magnate Joe McMcking hallara la finca Paniagua, origen de Sotogrande.

El lujo asiático
El lujo asiático
Pedro Ingelmo / Cádiz

07 de agosto 2011 - 05:04

Los círculos se cierran y dentro de esos círculos coleccionamos nombres como el de un magnate de la prensa rusa perseguido por Putin llamado Gusinski, o el de Francisco Correa, el cerebro de una trama de corrupción conocida como Gürtel, o George S. Moore, uno de los banqueros norteamericanos más revolucionarios de mediados del siglo XX, presidente histórico de Citibank y que contaba en su cartera de clientes como los reyes de España o la familia Onassis. Ese círculo abarca los contornos del estuario del río Guadiaro, delimitando las provincias de Cádiz y Málaga, en las antiguas fincas de Paniagua y Los Canos, y es conocida en el mundo del buen vivir como Sotogrande. Los tres ricos mencionados, Gusinski, Correa o Miller, y cientos de ellos más, acudieron a este enclave atraídos por ser un gueto, un gueto de la opulencia. Dinero llama a dinero. Contaba Jaime Ortiz-Patiño, nieto del emperador de las minas de estaño de Bolivia y padre del campo de golf de Valderrama, uno de los más célebres de Europa, el más prestigioso de los cinco con los que cuenta Sotogrande, que "me preguntaban dónde está Valderrama, y yo decía, en España. Sí, pero dónde está España. Yo decía en Europa, en el Mediterráneo. Y seguían, sí, pero en el Norte o en el Sur, y yo les decía está cerca de Marbella, un centro turístico muy conocido, y la capital es Málaga, y se confundían con Madrid. Hoy en día, de los 60 millones de jugadores de golf que hay en el mundo, el 90% sabe dónde está Valderrama".

Pero cerremos el círculo. Difícilmente Joe McMicking hubiera sido quien fue si su bisabuelo, Joaquín de Ynchausti, de origen vasco, nacido en Cádiz en 1815, no hubiera montando la Ynchausti y Cía, dedicada al transporte naviero entre Manila y puertos claves de la nueva riquezadel XIX como Hong Kong, Nueva York o San Francisco. Porque McMicking, al que el general estadounidense Douglas McArthur le agradeció los trabajos de espionaje durante la II Guerra Mundial, era filipino. Y también lo era la que sería su mujer, Mercedes Zobel, de raíces alemanas, pero con una mezcla de sangres que se extiende en su árbol genealógico por casas reales y grandes fortunas europeas. ¿Cómo regresaría la línea del círculo a Cádiz? Podría uno pensarse que todo fue un homenaje de McMiking a su bisabuelo, pero la realidad es casual.

Nada tiene que ver el origen gaditano de McMicking con que otro americano de origen español, Fredy Melian, empleado de la compañía Ayala, perteneciente a la familia Zobel, pasara en el verano de 1962 unas vacaciones en España y recibiera el encargo de buscar un lugar en el que crear una urbanización exclusiva. No anhelaba el magnate tanto el negocio como el ocio. Y dijo Melian entonces: compremos la isla de Formentera. Sigue buscando, le dijeron desde la central en Manila. Y Fredy recorrió la costa mediterránea en moto y, al final del viaje, se topó con la finca Paniagua y vio cómo el Guadiaro descargaba en la frontera entre el Mediterráneo y el Atlántico. Agua, conexiones a través del aeropuerto de Gibraltar y un gobierno militar, el franquista, entregado a la causa del hombre de McArthur. Todo un gesto al amigo americano, aunque este amigo hubiera nacido y vivido en Filipinas. Así, McMicking se reencontró con Ynchausti.

En la lujosa Revista de Sotogrande 65 se cuenta con abundante material fotográfico el origen de la urbanización. Abre el reportaje una imagen de José Ignacio Domecq, la nariz de oro en el entonces floreciente negocio del jerez, modelo publicitario para marcas de lujo como Rolex, en compañía de McMicking inspeccionando los terrenos. La química de McMicking con la clase empresarial de la zona, de maneras aristocráticas, fue inmediata, aunque muy pocos españoles se afincarían aquí en los primeros años. McMicking se enamoró del paraje y todo empezó a parecerle un signo de que pisaba el destino de su gran obra. La noticia se extendió. Fredy Melian, que había hecho el descubrimiento de su vida, fue el que instaló primero una casa en Sotogrande. El proyecto devoró la colindante finca Valderrama, donde había un pequeño hostal, El León, que pasaría a ser el primer hotel del complejo, rebautizado como el hotel Tenis por las pistas que se instalaron. McMicking no paraba de cavilar para que aquello creciera en torno al campo de golf que había encargado a Robert Trent Jones, el más célebre diseñador de este deporte, que venía de crear el North Hills de Nueva York. No escatimaron gastos. Trent Jones quería una pradera con una variedad de bermuda que sólo se encontraba de Florida y la pradera se importó de Florida.

Durante los años 60, ese lujo asiático crecía. McMicking levantó el club social, que hoy se conoce como El Cucurucho, se construyó el puerto y se levantó una escuela junto al cortijo de Los Canos, que hoy es el colegio público que lleva el nombre de la poetisa infantil Gloria Fuertes. El testigo de aquel proyecto lo tomó la Sotogrande International School, creada en 1978 con sólo once alumnos, hijos de los adinerados residentes de la zona y en cuya filosofía, según reza la propia web, está trasladar las fórmulas de aprendizaje de los prestigiosos college británicos a España.

En cierto modo, todo lo que se mueve en torno a Sotogrande vende esa arcadia en la que creyó el matrimonio McMicking-Zobel amparados en su inmensa fortuna. Un proyecto en el que creyeron los siete magníficos, socios en la construcción del campo de golf de Valderrama, entre los que se encontraban Rainer Gut, uno de los hombres fuertes de Credit Suisse, Helmut Maucher, histórico directivo de la multinacional Nestlé, o sir Philip Oppenheimer, descendiente de una tradicional familia británica con intereses en las minas de diamantes de África del Sur y magnate de las carreras de caballos. También con ellos estaban el propio George S. Moore, conocido en los ámbitos financieros norteamericanos como el titán de Nueva York, o Enrique Zobel, el enganche filipino en el crecimiento de Sotogrande a través de Financiera Sotogrande, y el que trajo a Cádiz un deporte muy practicado en Filipinas, el polo, con la construcción en 1965 de la Cancha de la Playa, barrida por un temporal en el 84.

Todo es así en Sotogrande, todo es un desfile de grandes nombres. Es como un mundo paralelo. Y en 2012, en mitad de la tormenta perfecta, de la mayor crisis financiera que se recuerda, del mayor golpe del dinero contra la idea del estado de bienestar, el símbolo del éxito y el lujo cumplirá medio siglo.

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