Investigación histórica

La primera cirujana documentada en España era de Jerez

  • Manuel Romero Bejarano y Bruno Escobar Fernández publican un artículo de investigación en 'Trocadero' a partir de tres documentos que relatan los mecanismos de tres mujeres para escapar de la marginalidad en el siglo XVI

  • Proceden de los Protocolos Notariales del Archivo Municipal de Jerez y uno de ellos constata que la primera cirujana documentada en España era jerezana

  • La música protagoniza las XI Jornadas sobre Archivos Privados en Jerez

Manuel Romero y Bruno Escobar, en el barrio de Santiago, donde nació Catalina Hernández.

Manuel Romero y Bruno Escobar, en el barrio de Santiago, donde nació Catalina Hernández. / Miguel Ángel González (Jerez)

Era la tarde del 27 de agosto de 1526 en una casa de vecinos jerezana de la parroquia de San Dionisio. La vida se desarrollaba con normalidad, y mientras que Diego Martín estaba pisando una carretada de uva en un lagar, Francisca Hernández en su palaçio hilando y el sastre Alonso Gallego cortando çierta ropa, tuvo lugar un desgraciado suceso: la niña Isabel, hija de la citada Elvira Sánchez, tuvo la mala suerte de tropezar con un azadón, cayendo e hincándose la parte cortante de la hoja metálica en la vagina, lo que le provocó una importante herida.

"Hoy nos puede parecer extraño que entre los primeros auxilios prodigados a la pobre Isabel se incluyese una certificación oficial de lo que había pasado, pero en aquel entonces las circunstancias vitales de la mujer eran bien distintas de las actuales", explican los investigadores Bruno Escobar Fernández y Manuel Romero Bejarano, que han publicado un artículo en la revista 'Trocadero', de la Universidad de Cádiz, titulado 'Huir de la marginalidad: tres documentos sobre mujeres en el Jerez de la modernidad temprana'. 

Un trabajo que tiene como objetivo aborda la marginalidad femenina en Jerez de la Frontera, así como la reivindicación de unos derechos, durante la primera mitad del siglo XVI, a través de tres casos verídicos y que han surgido de los Protocolos Notariales del Archivo Municipal de Jerez. Primero, la lucha de Elvira Sánchez para evitar que su hija acabara en situación marginal a cuenta de la 'pérdida' de su virginidad. En segundo lugar, la liberación de la esclava Marcelina y sus hijos por parte de un convento y, finalmente, la concesión por parte del Ayuntamiento de Jerez de una licencia para ejercer de cirujana a Catalina Hernández, una labor que los que más desempeñaban algo parecido eran los barberos. "Quizás este último es el caso más llamativo porque es la primera mujer cirujana documentada en España", apunta Romero. Son tres cartas, datadas en 1526, 1541 y 1548, respectivamente. 

Tres hallazgo que surgen de casualidad, mientras los autores hacen labores de investigación sobre arte en Jerez. "Son lo suficientemente importantes para la historia como para publicarlos. Tres casos singulares que dan una idea de la situación de la mujer en la época, en Jerez. Son unas historias que no se conocían en absoluto y que hemos visto que tenían mucho interés, porque hablan de casos específicos sobre una realidad mucho más amplia que no se había abordado: la marginalidad femenina y los mecanismos para huir de ella", explica Bruno Escobar. 

El caso de la niña Isabel

"Ante la mayor exposición a la pobreza que la situación de Elvira Sánchez entrañaba, la necesidad de lograr un buen casamiento para su hija era de vital importancia, pues proporcionaba una dote y la posibilidad de que alguien se hiciese cargo de ella durante la vejez. Por lo que se puede extraer de los testimonios, es muy probable que la niña Isabel hubiese perdido el himen al clavarse el azadón, de ahí que su madre se apresurase a dejar claro el modo en que la criatura había perdido su doncellez, evitando problemas en el futuro. De hecho, si Isabel no reunía las cualidades para casarse, lo más probable es que hubiese acabado en las garras de la prostitución, algo que su progenitora trata de evitar por todos los medios". 

La esclava Marcelina y sus hijos

"El 6 de mayo de 1541, el capítulo del convento de monjas de Nuestra Señora de la Victoria otorgaba ante escribano público un documento explicando que la difunta María Adorno había donado una esclava negra al convento hacía veinte años. No obstante, la señora Adorno tiene la voluntad de pedir que los hijos de Marcelina, que según el derecho vigente en la época habrían tenido la condición de esclavos, fuesen libres. Las monjas otorgaban el documento que nos ocupa por dos motivos. En primer lugar, para refrendar la libertad de los niños. En segundo término, y como voluntad del cenobio, liberaban a la propia Marcelina, alegando que los casi 20 años que les había servido lo había hecho bien y fielmente con toda buena voluntad y amor... Lo más significativo del caso, que también se recoge en la carta de libertad, es que la donante María Adorno daba por supuesto que Marcelina iba a tener hijos, e incluso las monjas manumiten a los hijos existentes en 1541, y a los que pueda tener". 

En el artículo, los autores se inclinan a pensar que Marcelina, pese a vivir en un convento, "tenía la capacidad de ganarse la vida por su cuenta ejerciendo la prostitución. A favor de esta hipótesis, debe decirse que se conocen casos de esclavos y esclavas que compraban su libertad a sus amos ganando dinero en la economía sumergida, no siendo extraño que las mujeres lo hiciesen comerciando con su cuerpo, algo tan normalizado que la donante María Adorno lo daba por seguro y las monjas tenían por completo asumido, como demuestra el hecho de que hubiesen criado a cinco niños como si fuesen hijos de la propia casa, sin poner trabas a Marcelina en sus relaciones con los hombres".

"Curar los males y enfermedades encubiertas"

"El 8 de octubre de 1548 Catalina Hernández, mujer del vizcaíno Juan Ortiz de Marquina, acudió al escribano público para que se realizase un expediente, alegando que ella sabe curar los males y enfermedades encubiertas de fonbres e mugeres de sus naturas y de otras enfermedades de mugeres y a sanado a muchas personas mugeres e honbres. Es decir, Catalina Hernández era una de las escasas mujeres que, en la Edad Moderna y pese a estar casada, contaba con un oficio, en concreto vinculado a las prácticas sanitarias". Al no tener licencia para dicho ejercicio, era multada continuamente, como otras muchas mujeres que ejercieron prácticas asistenciales en este período. Además, había tenido que cesar en su labor por considerarse deshonroso tener que intervenir en la zona genital de pacientes tanto femeninos como masculinos. 

A comienzos del XVI en Jerez las llamadas "enfermedades secretas" de las mujeres (principalmente de origen venéreo) las curaban las parteras y otras mugeres que curan de enfermedades secretas. "En cuanto a los hombres, y como el propio expediente que nos ocupa se encarga de señalar, serían los barberos, y en menor medida los cirujanos, quienes se ocuparían de los problemas venéreos o, en general, de sus naturas".

"La gran particularidad es que Catalina logró que se le abriera un expediente, presentando a siete testigos ante un escribano, entre pacientes y gente cercana a ellos, para que quedase claro a Francisco de Villalta, corregidor de Jerez y persona que otorgaba la licencia para ejercer la cirugía en la ciudad, su capacidad y la calidad de sus cuidados". Los investigadores muestran un memorial en el que se relatan varios casos "en los que ella demuestra que sabe ejercer el oficio y que lo hacía con solvencia. Y ella decía que tener que dejar de ejercerlo perjudica a la ciudad porque está perdiendo ese oficio que ella sí sabe desempeñar". 

Nacida en el entorno del jerezano barrio de Santiago, y de  posición económica desahogada, uno de los testigos da pruebas de que Catalina ya venía ejerciendo el oficio 30 años atrás, toda la vida, y que había curado tanto a un padre como a su hijo. 

Por todo ello, el 8 de octubre de 1548, el corregidor Francisco de Villalta, da licencia a Catalina para ejercer. "Teniendo en cuenta que hasta la fecha se consideraba a la controvertida Elena de Céspedes, nacida en 1545, como la primera cirujana española, puede ahora afirmarse que ya hacia el año 1518 Catalina Hernández ejercía este oficio en Jerez, y que en 1548 contaba con la que parece ser, a todas luces, la primera licencia para ejercer esta profesión en España otorgada a una mujer". 

Una reivindicación también histórica

Ambos investigadores quieren dejar claro que estos hallazgos, "han salido del Archivo Municipal de Jerez, que no recibe inversiones desde hace mucho, mucho tiempo. Documentos como estos se van a perder si no se invierte en los archivos y es cultura que redunda en toda la sociedad". Insisten en las "serias carencias, muy serias carencias, del Archivo, donde no hay un sistema antiincendio y si pasa algo se van a perder este y otros muchos documentos, que no tienen las condiciones necesarias de temperatura, humedad... de nada. Y consultar en el Archivo es un suplicio, en invierno te hielas y en verano te asas de calor. Es la última preocupación del Ayuntamiento de Jerez. Todo esto se va a perder si sigue así. El Archivo tiene muchas utilidades, más allá del mero hecho de que por ley tenga que existir, y es que nos habla de la historia de la ciudad, del pasado, de las vidas de otras personas de otro tiempo y de unas realidades que si no fuera por este tipo de hallazgos no se conocerían y lo que hacen es enriquecer la visión de nuestro pasado y, por tanto, de nosotros mismos y de lo que hemos sido". 

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