¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Reflexión desde mi sofá

Ese “cambio histórico” del que presume Juanma Moreno nunca hubiese sido posible sin el voto de Vox

Cabina electoral a vista de pájaro.

Cabina electoral a vista de pájaro. / DS

POCAS veces un candidato ha sufrido tanto fuego de artillería como Macarena Olona. Ha habido tertulianos y columnistas que han dedicado prácticamente todos sus esfuerzos a atacar a una política que ella misma se ha empeñado en presentarse como un personaje antipático y chulesco. Vox debería hacer una reflexión muy profunda sobre qué imagen quiere transmitir a la sociedad española, la de un mero pelotón de indignados o la de partido alternativo a las imposiciones de lo políticamente correcto y la cultura woke. No creo que Vox sea una amenaza para la democracia, como no paran de repetirnos desde el Íbex hasta CCOO. Por lo menos, no tanto como el PSOE y el PP que, con sus continuados casos de corrupción, irresponsabilidades, abusos de poder, clientelismo, y nepotismo han colocado al régimen del 78 al borde del abismo en más de una ocasión. La nostalgia del bipartidismo tiene mucho de autoengaño y, a la larga, solo llevará a la frustración. Comprendo que tanto en el periodismo como en la fontanería el calor del rebaño siempre es confortable, pero han sobrado ataques al mono de goma de Vox (algo rentable y cómodo) y ha faltado una mayor fiscalización de los años de gobierno de Juanma Moreno.

Muchas veces confundimos la moderación con el cinismo. Ahí tenemos al presidente Juanma. Se ha presentado durante la campaña como la única barrera efectiva contra Vox, cuando se lo debe todo a este partido. Ese “cambio histórico” del que presume el líder popular, sencillamente hubiese sido imposible sin la formación de Santiago Abascal.

De la izquierda más allá del PSOE, es decir la plus ultra, poco se puede decir. División y extrañas mezcolanzas de propuestas y personajes. Teresa Rodríguez ha conseguido sobrevivir a la cancelación promovida por las chicas de Por Andalucía, tan aparentemente angelicales. Pese a su nacionalismo cazurro ha despertado hasta simpatías. Las otras, las de Yolanda Díaz, no han pasado de convencer a los ya convencidos.

Ciudadanos se ha convertido sencillamente en Andalucía en un salvavidas personal de Juan Marín. No se quiere volver al pueblo y se le nota el hambre de carguete, cualquiera, el que sea. Es el voto más inútil de los que se pueden emitir. El PP lo ha devorado.

Y aquí termina esta reflexión a vuelapluma, con más de filosofía de sofá que de ciencia política. A mí lo que me sale esta vez es no votar, perderme la fiesta de la democracia, pero mañana tomaré la decisión a última hora. Así le damos más emoción a la cosa.

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